Para sentirme deseado.

Para sentirme deseado

José Alejandro Rojas Reyes

Nunca se lo dije a nadie, ni siquiera a mí mismo. Ese día, de la nada, empecé a caminar con toda la seguridad del mundo hacia ese lugar. Me temblaban las rodillas. En mi mente podía imaginar lo que me encontraría al llegar.

Ya muchos me habían dicho que era un lugar adictivo, pero no les creí. Por fin llegué. "Estás entrando en la boca del lobo", me decía mi inconsciente.

"Un general, por favor", le dije a la del mostrador. Subí las escaleras y me metí a mi cubículo. Al entrar, no supe qué hacer; mi corazón latía a mil por hora.

Procedí a desnudarme para ir hacia las regaderas. Al entrar, todos los hombres me voltearon a ver; moría de éxtasis. Me empecé a bañar mientras mis ojos veían a mi alrededor. El juego de miradas me encantaba.

De pronto, llegó alguien que despertó mi deseo sexual al máximo. Nuestras miradas se cruzaron y me hizo la seña de que lo siguiera. Nos metimos al vapor totalmente desnudos. Al quedarnos solos, se me acercó y empezó la acción. Besos, caricias, toqueteos; unimos nuestros sexos al placer de la carne.

Los gemidos no se hicieron esperar. Terminamos y me fui a bañar; mientras lo hacía, seleccionaba al próximo con el que la pasaría bien. Es curiosa la dinámica de ese lugar: hacerlo con todos los que quieras.

Ahora regreso cada vez que puedo y la paso realmente bien; eso sí, al salir, la culpa no se hace esperar. Lo bueno es que sólo dura un poco...

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