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Politica Fiscal


Enviado por   •  13 de Julio de 2013  •  1.666 Palabras (7 Páginas)  •  358 Visitas

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Política fiscal

Quisiera partir de tres premisas

1. El problema fiscal existe y tiende a agravarse, y tiene consecuencias directas para la factibilidad del Estado Social.

2. Las reformas aprobadas hasta el momento constituyen paliativos que no resuelven los problemas estructurales y sus resultados han sido muy limitados en términos de recaudación, lucha contra la evasión y justicia tributaria.

3. Se requieren cambios en áreas estructurales que den sostenibilidad al sistema tributario y nos permitan corregir los desequilibrios existentes.

Propongo enfocarnos en los siguientes desequilibrios:

a) La brecha fiscal, transformando el nivel y la estructura tributaria, la calidad del gasto público, y la gestión de la deuda pública.

b) La brecha de ahorro/inversión, corrigiendo las debilidades estructurales del sistema financiero y su vínculo con los sectores productivos.

c) La brecha externa, promoviendo una inserción en la economía mundial que mejore en el largo plazo la competitividad sistémica y la calidad de la inversión extranjera.

d) La brecha inflacionaria, enfrentando la inflación no sólo mediante políticas de manejo de la demanda y la liquidez, sino, mediante políticas de promoción de la competencia en los mercados internos y reformas estructurales que disminuyan la dependencia energética y la importación de alimentos básicos.

e) La creciente desigualdad de los ingresos.

Ustedes pensarán ahora que tanto las premisas planteadas, como los desequilibrios que propongo que entremos a analizar, se han convertido en parte de un discurso político que en la mayoría de las ocasiones ha servido para disfrazar paquetes de impuestos que están muy lejos de perseguir ese tratamiento integral de la política fiscal. Eso me permite recuperar para la discusión los errores que en diferentes espacios Henry Mora ha definido como “errores ético-políticos de las reformas fiscales”.

1. El error de no aprender de los errores del pasado. Todas las reformas aprobadas en los últimos años hablaron de “justicia tributaria” (algunas hasta llevaban ese nombre, como la propuesta en 1995), pero ninguna obtuvo resultados satisfactorios en este campo. Todas prometieron combatir la evasión, pero esta continúa escandalosamente alta. Y como era de esperar, todas contaron con la desaprobación de la población. Toda propuesta éticamente responsable debe partir de este aprendizaje.

2. El error de pretender aplicar a la realidad costarricense modelos tributarios obtenidos de otras latitudes. Ignorar la realidad social, económica, política e institucional de un país es siempre el camino al fracaso. Por ejemplo, no es correcto diseñar un IVA para Costa Rica que ignore el hecho de que alrededor del 35% de la población se encuentra en el límite de la línea de pobreza. Tenemos que ser capaces de diseñar un modelo que responda a nuestras particularidades y necesidades concretas.

3. El error de no entender que “un impuesto vale, lo que la administración encargada de aplicarla”. Con esto quiero decir que mucho de nuestro problema tributario se debe a la deficiente gestión de cobro de los impuestos: politización de las grandes decisiones, clientelismo, remuneraciones insuficientes, informatización limitada, presión de los grupos de poder por exoneraciones, etc.

4. El error de darle la espalda a los/as ciudadanos/as. La consulta a las organizaciones de la sociedad civil y partidos políticos es un paso necesario para darle “viabilidad política” a los proyectos de ley que se envían a la Asamblea Legislativa. La única forma de generar confianza en una reforma fiscal es que podamos hablar con claridad a la ciudadanía sobre los impactos del proyecto en temas como el precio de la canasta básica, el empleo, la pobreza, los créditos, etc. La relación costo beneficio de la reforma tiene que ser conocida y comprendida por todos o al menos una amplia mayoría de los actores involucrados.

5. El error de restar importancia a la responsabilidad fiscal y a los debidos usos de los nuevos tributos. Si la ciudadanía no confía en que los nuevos impuestos se van a utilizar bien, el rechazo será inmediato. Quizás así, algún día, el ciudadano vuelva a creer en la importancia de contar con una carga tributaria suficiente, si se le devuelve el beneficio mediante servicios públicos oportunos y de calidad.

Ahora bien, teniendo claridad en los desequilibrios que nos interesa corregir, y cuáles son los errores que no podemos volver a cometer, podemos entrar en el desarrollo de una reforma fiscal con visión de “desarrollo humano”.

La política fiscal enfrenta una crisis de legitimidad. Tanto en materia de gasto público como en materia de cobro de impuestos, la percepción generalizada es de ineficacia y corrupción. Según un estudio de percepción sobre el destino de los impuestos del Centro de Investigación en Administración, Economía y Gestión Tecnológica del TEC, el 20% de los consultados cree que se utilizan en actos de corrupción, el 92% dice que el Gobierno debe ser más activo a la hora de recoger los impuestos, un 88% cree que debería haber una reducción de trámites y un 86%.

Una manera de desatar estas amarras es otorgándole a la reforma fiscal una visión institucional enmarcada en un proyecto de desarrollo humano, y algo muy importante, “pregonar con el ejemplo”. Por “visión institucional” me refiero a lo siguiente:

- Involucrar a los beneficiarios en las decisiones de asignación del gasto, en todos los niveles, empezando por el municipal.

- Hacer de la liquidación del presupuesto un ejercicio de rendición de cuentas, como parte de un Programa Nacional de Rendición de Cuentas.

- El traslado de responsabilidades a las municipalidades, simultáneo con la mayor capacitación, el fortalecimiento de

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