Preocupación por la ciudad construida

Preocupación por la ciudad construida

Natalia Urán Patiño^[1]

Manuel Herce Vallejo en su libro “El negocio del territorio” afirma: El urbanismo consolidó tres escalas o niveles de planeamiento

1. La planificación territorial.
2. La ordenación la ordenación urbanística municipal.
3. Planes parciales de desarrollo de concreción formal de un sector de ciudad.

Estas tres con finalidades muy diferentes, aunque, tenían una aparente visión racional del proceso del planeamiento, pero, que ocultaba muchas contradicciones.

Planificación territorial

Se le da la definición de esquema coherente de organización, denominada de manera pretenciosa, “Ordenación del Territorio”, se dividía en dos pilares:

La coordinación de la construcción de grandes infraestructuras, y, las reglas de fijación de límites y directrices de los planes generales de Ordenación municipal.

Planes generales de ordenación urbanística

A ellos se les confía la previsión formal de la organización y la definición del derecho de propiedad. Sus técnicas se apoyan en  los convencionales instrumentos del trazado y norma, en la delimitación de sectores de desarrollo urbanístico, así como en mecanismos financieros de reparto de las de las cargas, y beneficios asociados a la gestión de planeamiento. La verdadera utilidad de estos planes es la de fijar el régimen jurídico de la propiedad del suelo, lo que no es poco, y de esa manera permitir también cierto control ciudadano sobre su destino.

Los planes de ordenación General municipal continúan siendo instrumentos lentos e ineficaces para el urbanismo que la ciudad actual requiere.

Planes parciales desarrollo

Son el instrumento de ordenación urbanística, tiene por objeto la ordenación pormenorizada de sectores de suelo en situación básica rural susceptibles de ser urbanizado, clasificados por la legislación autonómica, como suelo urbanizable delimitado o sectorizado.

Los ayuntamientos, han optado por las modificaciones parciales de la calificación urbanística, a veces para acelerar la disponibilidad de suelo para actuaciones públicas y otras, cada vez más frecuentes, para que el promotor no se asuste con los plazos y no se vaya a otro municipio.

La revuelta de los ciudadanos contra el planeamiento tecnocrático

Un ciudadano que desconfía de las determinaciones de los planes, demasiado alejadas de sus intereses, y que, por el contrario, el sabedor de que la ciudad es producto de una lucha de intereses, de conflictos sociales que se manifiestan  en el momento de la actuación pública y de la ejecución de obras.

Ya en la transición de la década de los 60  a los 70 se generó una amplia contestación al modelo de planeamiento vigente por el auge de los movimientos de protesta contra la destrucción de ciudades que significaban las autopistas, y al planeamiento tecnocrático que las justificaba. Esos movimientos urbanos eran un nuevo fenómeno en la tradición reivindicativa de las clases populares que daban un salto cualitativo desde la necesidad como la vivienda, el empleo o el transporte hasta la reivindicación de su derecho a la ciudad.

Las críticas del pensamiento marxista a la sociología funcionalista subyacente en el enfoque tecnocrático del planeamiento se completaron con las aportaciones de Manuel Castells, que en su libro La cuestión urbana definió lo urbano como un objeto ideológico; la organización no sería simplemente un modo de organización espacial de población y densidad, sino fundamentalmente la expresión de un sistema de valores.

Esos movimientos populares de protesta cristalizaron en Estados Unidos en nuevos métodos del planeamiento, como el denominado advocacy planning, formulado en 1968 por el presidente de la asociación americana del planeamiento urbano, Paul Davidoff. Concepto que supone un método de planificación por intermediación de los urbanistas entre la toma decisiones públicas y los sectores urbanos interesados.

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