Proyecto De Nación

La Colombia fragmentada y sangrante, concebida entre la violencia bipartidista, el bogotazo y el frente nacional no se quedó atrás al cerrarse las puertas del siglo pasado, por el contrario, las grietas continúan presentes en nuestros días, camufladas bajo las estadísticas de progreso y bienestar que no traspasan el papel, pero de las que los gobiernos, a lo largo de los años, se han jactado. Los sucesos del siglo XX significaron para los colombianos la desesperanza y la esterilidad en el ámbito de la participación política. Nos hemos convertido en expertos de la modalidad de la queja, posponiendo la construcción de un proyecto de nación que realmente exprese nuestros intereses. Dicho proyecto sólo puede ser creado abandonando la zona de confort en la que nos ha situado la frustración y con el tiempo, el desinterés. Para cambiar el rumbo de Colombia, es necesario cambiar esa mentalidad, e imponer la modalidad de la proposición y la intervención.

Es necesario e imprescindible que seamos todos y cada uno de los colombianos, los autores del proyecto, porque hemos perdido la noción del impacto que pueden tener las acciones en conjunto “A este país ya no lo cambia ni mandrake” se oye decir a la gente, pero cuando algún sector muestra la iniciativa de plantarle la cara a la ineficacia estatal, vemos que no hay apoyo del resto de los colombianos, si no se ven directamente afectados por el problema. Cada uno tomó por su lado, olvidamos que lo que le pasa al papero, al vendedor ambulante, al empresario y al estudiante nos incumbe a todos, hemos olvidado que un país es una realidad que depende de todos y que por muy diferentes que parezcamos, estamos todos entrelazados. Si decidiéramos unir fuerzas para la creación del proyecto, como unidad de un todo que somos, le daríamos renovado sentido a esa frase cliché, pero cierta, de que “la unión hace la fuerza” y de esa forma, nos consolidaríamos como los auténticos capitanes de este barco.

Por otra parte, tendríamos la oportunidad de ejercitar el autoreconocimiento, darle forma a nuestra identidad, dejando de lado los prejuicios traídos desde Europa y Norteamérica, que tanto han desfigurado la idea que tenemos de nosotros mismos. Al emprender un proyecto juntos, tendríamos la cosmovisión del citadino, el campesino, el cartagenero, el chocoano y el bogotano, reconociendo la existencia del otro, sus dificultades y sus anhelos, y relato a relato, formaríamos la identidad del colombiano. Reconocer al otro, como colombiano que desea el cambio, es salir de nuestra burbuja de individualidad, y entender que si velamos por el bienestar de los demás, construimos democracia y entregamos algo mejor a la posteridad.

Despertaríamos además, al colombiano emprendedor que tenemos dormido, anulando la eterna espera del líder ideal que saque la cara por una mayoría pasiva. Esperamos que ese alguien se devane los sesos para ser conscientes

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