¿Qué nos pasa, señoras y señores del sistema educativo dominicano?
Enviado por mariawalo • 14 de Octubre de 2018 • Informe • 1.886 Palabras (8 Páginas) • 119 Visitas
¿Qué nos pasa, señoras y señores del sistema educativo dominicano?
Hoy en día, prácticamente en su totalidad de las propuestas sobre educación formalizada se aceptan y proclama la asunción del educando como protagonista del proceso. El hecho parece contrastar, empero, con la relativamente escasa literatura dirigida al estudiante como ese protagonista que debía aprender a jugar su rol.
Un desenfoque que tiene sus consecuencias a la hora de evaluar los resultados. La victima obvia de lo mal que andamos en educación es el estudiante, pero la culpa hay que achacársela al maestro, es decir, al asistente de “protagonista”. La unilateralidad de un semejante juicio salta a la vista, al menos a la de quienes tienen conciencia mínima sobre aquellos de que la educación es un sistema y que a su vez, por cierto, participa de un sistema mayor.
¿Y no es la educación un componente indisoluble y por tanto fatalmente interdependiente con los demás componentes del sistema social? Verdades elementales que sin embargo parecen desconocerse por completo cuando se tiende a hacer blanco casi exclusivo en el cuerpo profesional como responsable de los resultados escolares; es la misma lógica que pretende abstraer el sistema educativo de la vida social en general para hacerle responsable, sin más, de los males y bienes sociales. El problema de estas mentiras es que son medias verdades. Imposible negar la condición del enseñante como eslabón clave de todo el engranaje que debe hacer posible el éxito educativo.
En cuanto al educador, si hemos de aceptarlo como elemento vital de hecho educativo, y en todo caso como responsable directo del proceso, el nunca podrá significar que las puedas tener todas consigo en su pretensión de enseñante. Por lo pronto, parece como si a veces se pasara por alto el dato obvio de lo escaso del tiempo impide la interacción entre maestro y alumno, en relación con el resto de las experiencias de este último. En general, las experiencias frente o a propósito de los educadores no constituyen para el educando si no unos cuantos episodios dentro de la variada y larga serie de hechos de los que participa y de los que afectan inevitablemente a todo ser humano normal.
¿Y en cuanto al estudiante? ¿No constituye el también una instancia de responsabilidad en el desenvolvimiento de sistema? En principio, carece ciertamente de sentido asumir al componente estudiantil, razón esencial de ser de todo sistema educativo, algo así como culpable o héroe del éxito o del fracaso escolar; en cuanto tal, y para los propósitos del sistema, una población de estudiantes será solo beneficiaría o víctima, materia prima relativamente bien o mal manejada.
Y sin embargo no por ellos deja el educando de ser instancia de responsabilidad dentro del engranaje educativo. Que como sector el estudiantado constituya objeto de acción, no nos llevara a olvidar que está compuesto por sujetos y que estos no son por definición parte consciente de proceso y de sus resultados.
II
Las primeras grandes dificultades y facilidades de todo sistema de educación no provienen del mismo si no de su entorno social; nunca se insistirá demasiado en la idea de que la educación no hace, en definitiva, sino ejecutar los designios de la sociedad en sus corrientes dominantes
Como todo hecho social, la educación se asienta en lo pasado y se orientara en el sentido de una expectativa más o menos intencional. Valdrá la pena, por ejemplo, preguntarnos bajo cuales premisas los dominicanos nos hemos educado hasta ahora; personalmente, empero, estoy más interesado en la otra cuestión; ¿Cuáles expectativas principales motorizan hoy la educación dominicana.
III
Los dominicanos y dominicanas estamos llamados a preguntarnos por las expectativas reales que dominan el ingreso de nuestros estudiantes a los centros de enseñanza, junto a las interrogantes sobre el funcionamiento del sistema educacional como tal. La primera cuestión obliga ante todo a preguntarnos por las razones materiales que podrían animar al estudiante promedio en su proyecto educativo: ¿Qué representa ello por ejemplo, en su pretensión de movilidad social? Cabe suponer que también podríamos incluir una que otra motivación más espiritual. Ahora bien las razones para emprender una carrera no nacen de la mera imaginación des estudiante sino que las indica el medio social: aquellas asume pero este las hace pertinentes; hasta un cierto punto las reclama: reclama un tipo de producto de las escuelas, incluyendo un tipo de profesional. Y creo que no hay manera de evitar que el estudiante intuya de qué clase de producto, de qué clase de profesional se trata.
Es verdad que la insistencia de hoy sobre la necesidad del cultivo de conocimiento descansa en el hecho real de que el mundo productivo y de servicios requiere de recursos humanos cada vez más calificados. No es difícil advertir, sin embargo, el sesgo tecnisista de tal medicamento: conocer es conocer en función de la producción y de los servicios. Y eh ahí una artista más de la fuente alimenta la formación de la expectativa del educando: si algo importara en el centro de la enseñanza no tiene por qué ir más allá de cierta capacidad de hacer
IV
Ningún sistema educativo tiene otra misión que la de educar adecuadamente y es al propio sistema al que toca establecer los criterios del cumplimiento de su encargo, con independencia, en principio, de cuan condicionados se halle desde su entorno. Siempre se podrá educar bien o mal, no importa de donde haya salido la orden. Lo menos que podemos pedir es un sistema de educación formal es que pueda juzgar con buen rasero los niveles y calidad de su propia labor…
¿no acusaran también las universidades sus propias debilidades, sus propias distorsiones y carencias que le impidan jugar enteramente su papel? No hay razones ni evidencias para creer que os mismos factores que afectan la enseñanza media para solo compararla con este nivel no afecten, aunque en grados diferentes, también nuestros centros superiores. Hay sin embargo más de una razón para prestar atención especial a la educación media. Una de ellas es su relativa numerosidad: involucra hoy alrededor de 16% de la población de discípulos formales del país, incluyendo los universitarios pero otra es su condición de nivel preparatorio del camino final hacia la profesionalización, es decir, su función de puente entre las enseñanzas básicas y las superiores especializadas. Es obvio que sin la firmeza de este puente las cosas no pueden ir bien en la estructura educativa general.
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