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RELATIVISMO CULTURAL, MEDIOS DE COMUNICACIÓN E IDENTIDAD


Enviado por   •  30 de Octubre de 2013  •  2.605 Palabras (11 Páginas)  •  846 Visitas

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La teoría antropológica describe una tendencia al reduccionismo y la amplitud del entendimiento del término cultura mediante el relativismo cultural. Dicha teoría demuestra una dicotomía no necesariamente contradictoria, sino más bien complementaria para efectos de la comprensión de las prácticas y tradiciones culturales. Para este enfoque, “cada grupo cultural tiene su propia historia única, parcialmente dependiente del peculiar desarrollo interno del grupo social, y parcialmente de las influencias ajenas a las que ha estado sujeto” (Bohnnan y Glazer, 1993, pp. 74)

Si entendemos término cultura como“…el conjunto de valores, ideas, percepciones y pautas de comportamiento de grupos y colectividades que dan forma y estructuran a las instituciones y a las conductas de una sociedad dada, en un período de tiempo determinado.” (Moneta, 2000, pp. 178), podemos inferir de esto que muchas veces las variables quedarán marcadas por una amalgama entre lo propio y lo ajeno que es adoptado mediante procesos de apropiación en los que, generalmente, existen ciertas modificaciones para que se de una legitimación en el ámbito social dado.

Para muchos autores, y como parte de las principales críticas que se le atribuye, al relativismo cultural, es que se considera una corriente de pensamiento, y no tanto así una teoría sólida y establecida, debido a que los principios de universalización y de sustento no son necesariamente aplicables a un ámbito general y global.

El relativismo cultural es considerado una tendencia antiteórica, ya que se le acusa que puede llegar a ser muy subjetivista, esto desde el enfoque científico-positivista. Sin embargo, como es bien sabido, este tipo de discordancias no son aisladas ni poco frecuentes a la hora de teorizar dentro de las ciencias sociales; al contrario, uno de los mayores obstáculos o retos dentro del área humanista se encuentra en este choque entre la rigidez científica y la maleabilidad o elasticidad que poseen los estudios sociales. Por tanto, de la misma manera que con muchas de las postulaciones en el área de las ciencias sociales, el relativismo cultural no pierde su validez ni su condición en la aplicación de principios para efectos de la comprensión de las estructuras humanas.

Como se mencionaba anteriormente, el relativismo cultural nutre un pensamiento que en la actualidad parece obvio. Ahora es bien sabido que el moldeamiento de la estructura social se encuentra fundamentalmente establecida bajo dos pilares que se entremezclan y se unen: por un lado hay una herencia “vertical”, que proviene de lo que es adoptado culturalmente por transmisiones emitidas desde un contexto familiar e histórico-social; y por otro lado, una tendencia “horizontal”, que proviene de lo contemporáneo, es decir todo aquello a lo que estamos en contacto directo o indirecto y que de alguna forma moldea nuestra personalidad, aficiones y aumenta el bagaje cultural, tanto desde nuestra posición como individuos, como desde nuestra posición como elemento que conforma la sociedad.

Las herencias “verticales” no son completamente rígidas, pero provienen de la memoria colectiva, es decir, son sistemas de creencias que se han establecido y perduran; mientras que lo “horizontal” es aquello que llega hacia nosotros, es lo aprendido del medio, algo de lo que nos apropiamos. A modo de ejemplo, las herencias pueden verse como la estratigrafía dentro del área geológica, los estratos más bajos, que se acumulan son la herencia “vertical”, mientras que los estratos nuevos que se forman con tierra nueva, son la herencia “horizontal”; muchos de los estratos quedan en el fondo y son suplantados con nuevas formas de creencia, son enterrados y se olvidados bajo las capas nuevas que en ocasiones contienen materiales nuevos o incluso incompatibles con los estratos que los preceden.

Ahora bien, como ya se mencionó, la herencia “vertical” viene de la memoria, pero la herencia “horizontal” proviene de las influencias, las cuales pueden darse de distintas formas, por ejemplo, de los cambios en las estructuras sociales, y de las adaptaciones de nuevos sistemas de valores, creencias o ideologías que van ligados con cambios que mayoritariamente aparecen a raíz de las interacciones que se dan entre el ámbito externo e interno de los espacios culturales.

“Lo local y lo global comparten dialécticamente lejanía y proximidad, diversidad y similaridad, territorialización y desterritorialización y las identidades se combinan y recombinan, tornándose crecientemente complejas y modificables.” (Moneta, 2000, pp. 177), es decir, que hay siempre una interacción de lo propio y lo ajeno que conforma una amalgama cultural, aunque estos conceptos puedan verse como contradictorios, y opuestos, la relación que comparten es más bien complementaria y responde a una necesidad por rellenar los espacios que deja la ruptura entre lo propio y lo ajeno.

El contacto entre ambas esferas (lo propio, y lo ajeno), se da mediante intercambios culturales, los cuales se han dado históricamente de distintas maneras (guerras, mercantilismo, conquistas, religión, etc.), pero en la actualidad la difusión de las diversidades culturales, por su peso y alcance, recae sobre los medios de comunicación.

Los medios de comunicación fungen como la principal fuente de transmisión de la información y de influencia para el moldeamiento, tanto el particular de los individuos, como el de la conciencia colectiva, el que lleva un cambio en la identidad, los sistemas de valores e imaginarios sociales, donde lo que ahora se intenta comprender es “…cómo nos cambia la espectacularización permanente a distancia, o dicho de otro modo: esta extraña combinación de mediatización e interconectividad. La mediatización aleja, enfría y al mismo tiempo la interconectividad proporciona sensaciones de cercanía y simultaneidad” (García Canclini, 2005, pp.173)

El consumo, la identidad y los medios.

Aunque desde sus inicios, el fenómeno de la globalización está visto a partir de un contexto económico, dentro del cual no se visualizaba lo cultural como un área significativa, lo cierto es que las prácticas económicas como tales, forman parte de la esfera cultural. No es una nueva perspectiva, sin embargo, a la hora de tratar de relacionar los términos de la economía y la cultura, siempre se han tenido ciertas reservas y cautela. Sin embargo, es bien sabido que la economía es una actividad exclusivamente humana, y que con esta simple, pero clara diferenciación, incluso desde su concepción más elemental, se establece como una actividad cultural.

La actividad económica, el consumo y el flujo y variación de nuevas necesidades humanas, se traducen en la creación de bienes y servicios, los cuales son una parte trascendental de

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