Religión y mujer, una relación difícil?
Enviado por Kerim234 • 1 de Junio de 2014 • Práctica o problema • 452 Palabras (2 Páginas) • 225 Visitas
Religión y mujer, ¿una relación difícil?
Desde la religión siempre se manejaron las cuestiones de las diferencias de género de forma separatista y poco inclusiva. Por lo tanto, no es sólo en las consecuencias de un sistema económico o en el grado de participación en un sistema político donde la mujer experimenta la amarga herida de la exclusión. Sino también en campo espiritual propio de la religión.
Desde los tiempos más antiguos, y en todas las religiones, la presencia y la experiencia de la mujer fueron determinantes también para la comprensión de la organización interna de las comunidades, sus ritos y diferentes formas de expresión. La tradición religiosa judeo-cristiana, sin embargo, valora el papel de la mujer prioritariamente como esposa y madre (judaísmo y cristianismo), o en su consagración virginal a Dios (cristianismo), restringiendo durante siglos su actuación y movilidad casi al ámbito de lo privado (la casa o el convento).
Suma a este fenómeno la imagen de la mujer casi siempre asociada al pecado en el ámbito judeo-cristiano y, por lo tanto, a la tentación, a la seducción y al peligro, debido a la tradición bíblica del libro del Génesis que le otorga a la mujer la primacía en la dinámica de la caída de la humanidad y del así llamado pecado original. La mujer, factor de amenaza, generadora de miedo, estuvo siempre confinada al espacio privado doméstico y conventual, donde podía ser más fácilmente controlada y silenciada.
Los vientos de la emancipación femenina en el Occidente cristiano no soplaron inicialmente desde las Iglesias. Fue, por el contrario, desde el propio proceso de secularización y en el interior de luchas muy concretas y profanas (voto, salario, jornada de trabajo, sexualidad, derechos del cuerpo) que la mujer fue realizando una evasión del espacio doméstico privado hacia el espacio público, actuando en las estructuras sociales, en la política, en la producción económica y cultural.
La emergencia de la mujer en el mundo cristiano no registra más de cuatro décadas. Después del gran acontecimiento que fue el Concilio Vaticano II, comenzó a hacerse oír cada vez más la voz femenina, reivindicando la ocupación de espacios dentro de la Iglesia y realizándolo efectivamente: asumiendo la coordinación de la comunidad en distintos niveles, cuestionando la imposibilidad de acceso al ministerio sacerdotal, produciendo una reflexión teorética sobre la experiencia religiosa y los contenidos doctrinarios de la fe cristiana desde la propia perspectiva.
Sin embargo, resulta triste constatar que aún permanecen algunos mecanismos de exclusión con relación a la mujer que cuestionan su condición de criatura deseada y amada por Dios: su propia corporeidad suscita extrañamiento y es identificada siempre con la materia y lo profano, provocando un alejamiento de
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