Sateluco

Este misterioso come-higos habita en las tierras bárbaras del norte… de la ciudad de México. Es por nacimiento parte de una cultura suburbana que ha sido estigmatizada de frívola y pretenciosa: el “sateluco”.

Pero, ¿qué es un sateluco?

Sateluco se le denomina peyorativamente al habitante de cualquier colonia (con acceso al periférico) entre Echegaray y Arboledas. Tiene como una de sus características principales la adicción a formas de vida de clase alta pero con los ingresos de una clase media, es decir es un “wannabe”. (lo dicho en el post anterior de los intelectuales condechis, el inglés es para los bárbaros satelucos)

Como buen “wannabe” (la traducción sería como “el que quiere ser”) el sateluco depende totalmente de los designios de la moda. Come en ciertos lugares “nice”, (de los que tardaron años en poner una sucursal en Cd. Satélite), asiste a sucursales de antros de moda que abren con la misma velocidad que cierran en esta área, equipa su coche (su nave, su lata, su bote, su astronavedecombate) con lo último en audio y va causando dolores de cabeza y conatos de infarto a consecuencia de los graves excesivos de sus woofers de 15” instalados en el Bazar. *

Pero nada se puede comparar al fenómeno social que es Plaza. Todo sateluco sabe que si dices “nos vemos en plaza” es en Plaza Satélite. Este centro comercial vino a ser el sustituto del kiosko del pueblo; En él se daba cita la sociedad satelolca para hacer sus compras familiares, tomar un café en Sangrons, pasear un helado por todo plaza sin comprar nada más o comer una “banderilla” de salchicha tóxica en el aún inclausurable Helen’s.

Hace pocos años los satelolcas conocimos la máxima expresión de la estética kitch cuando, de lo que fuera un bazar de autos usados, surgió imponente la estructura de tablaroca de Mundo E. Un “Mundo de Entretenimiento” que ofrecía todas las opciones para que tú y tu familia pasaran un día divertido… todo quedó reducido a un cine, dos antros, dos bares, unas máquinas de videojuegos…. y ya. Eso sí, ambientado en un aire de mall de frontera, nubes dibujadas en el techo, suntuosos jarrones que alguna vez tuvieron flores, una fuente iluminada para que flote libremente la basura que tiran los que salen del cine, una cúpula de cristales permanentemente sucios, pisos con complicados dibujos de azulejos, canales por si se inunda, un área de comida rápida con más plantas artificiales y una jaula de pájaros que defecan al tiempo que saboreas tu hamburguesa. Está en Satelandia, existe… de verdad.

En Satélite es aún novedad el que exista una librería bien surtida. El satelolca promedio no tiene idea de que las Torres de Satélite son obra de Barragán, y si se enteran se preguntan intrigados: ¿quién fue Barragán?**. Seguimos generando trovadores (la novísima trova sateluca) aunque la única peña del barrio insista en presentar

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