Sobre el ocio

Sobre el ocio.

Solemos decir que el supremo bien consiste en vivir conforme a la Naturaleza, esta nos engendró para la observación de las cosas y para la acción. Pues nos ha dado curiosidad por los misterios del los que ella es poseedora, somos espectadores de su gran complejidad y magníficos espectáculos. Reafirmando que debemos contemplarla se puede presenciar la creación de la tierra justo en el centro (geocentrismo), la creación del hombre con la cabeza en lo más alto del cuerpo con la finalidad de mirar al cielo. Nuestra agudeza visual que se abre camino para indagar y echar los cimientos de la verdad, de modo que la averiguación pasa de lo manifiesto a lo oscuro y encuentra algo más antiguo que el mundo mismo: sobre como surgieron los astros, qué causa a distribuido lo que estaba sumergido y revuelto, quien ha asignado su posición a las cosas, si por su propia naturaleza las pesadas han bajado y las ligeras han alzado el vuelo, o si una fuerza les ha dictado su ley. Indago lo que se halla más allá del mundo, si es una inmensidad sin fondo o si también esto esta cerrado por sus propios límites, y como son las cosas que están afuera de estos limites y su composición.

El nacido para indagar esto considera que poco tiempo ha recibido, aunque se lo apropie entero para él, pues el hombre es demasiado mortal para el conocimiento de lo inmortal. La naturaleza ha querido que me dedique a actuar y a la contemplación, dando por hecho que no hay contemplación sin acción. Pensemos que la observación sin la acción se rebaja al ocio, así como apetecer las cosas sin ningún apego a las virtudes ni cultivo de talento propio, y desempeñar las tareas sin más es un poco loable. Estos elementos se deben mezclar y enlazar entre sí, pues el sabio accede al ocio con el propósito de hacer cosas útiles en la posteridad.

Son tres tipos de vida entre los que se suele buscar cual es el mejor, uno se consagra al placer, otro a la acción y otro a la contemplación. Todos ellos llegan a lo mismo bajo uno u otro nombre: ni aquel que prueba el placer esta falto de contemplación, ni aquel que se ha iniciado en la contemplación esta falto de placer, ni aquel cuya vida esta destinada a la acción esta falto de contemplación.

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