Socialismo
Enviado por edniiita • 16 de Agosto de 2013 • 1.733 Palabras (7 Páginas) • 236 Visitas
Año: 6, Junio 1964 No. 80
EL TALÓN DE AQUILES DEL SOCIALISMO
Por TRYGVE J, HOFF
Autor del libro «Economic Calculation in a Socialist Society».
El socialismo adolece de un defecto innato y fundamental que no es posible remediar. El socialismo implica la abolición del derecho de propiedad privada sobre los medios de producción (éste es el primero de los dos criterios principales del socialismo). En consecuencia, en los Estados socialistas no existen mercados para los medios de producción, lo que significa que tampoco se cuenta con precios verdaderos. Ahora bien, sin precios reales, resulta imposible calcular.
En el ánimo de muchas personas, la palabra «cálculo» suscita, por asociación de ideas, la descripción que hizo Carlyle de la economía como «una ciencia lúgubre». En el caso de otros, el cuadro que se les presentará es el de un tacaño que escatima los centavos.
Sin embargo, el cálculo no estriba en eso, sino que supone mucho más. Calcular equivale a obrar racionalmente. La mayoría de nosotros prefiere las cornucopias que se desbordan, el lujo y el derroche, pero en la esfera económica el resultado de una actividad tiene que ser mayor que el esfuerzo gastado, el rendimiento mayor que el «insumo», a fin de que esa actividad justifique la aplicación del término de racional.
Todos desprecian al artesano torpe que echa a perder la materia con que trabaja y la desperdicia. La misma razón existe para ver con desaprobación la producción en la Unión Soviética. Cuando escribí en 1938, sobre el problema del cálculo económico, cité en un apéndice las estadísticas que habían aparecido en la prensa rusa. Ellas mostraban a qué extremo llegaba el desperdicio en las fábricas de la URSS, generalmente el 25 por ciento, pero en algunos casos tan alto como el 99 por ciento.
Un cuarto de siglo más tarde contamos con estadísticas que prueban que los resultados son tan desfavorables ahora como en aquel entonces.
Es posible que los factores sicológicos influyan sobre este estado de cosas, al igual que el hecho de que los seres humanos están más interesados en realizar trabajos que los beneficiarán a ellos y no al Estado, cualquiera que sea la variedad de sociedad en que se encuentren. Sin embargo, la deficiencia fundamental de las naciones socialistas radica en que carecen de precios verdaderos, ipso facto, de datos que puedan servirles para calcular.
A esto, algunas personas objetarán que también en los países socialistas hay precios. La verdad es que no existen, por lo menos precios verdaderos, a que se llegue en mercados en que el comprador y el vendedor puedan comprar y vender libremente y en que la escasez de recursos se compare y pondere con las posibilidades que existan de utilizarlos. ¿Y cómo podría ocurrir lo contrario cuando el gobierno es el propietario único de todos los medios de producción: la tierra, los bosques, las minas, los transportes, las fábricas, la maquinaria, los útiles y las herramientas?
Esa clase de sociedades no tiene más posibilidad de saber lo que «cuestan» sus factores de producción de la que un ladrón puede tener para determinar el «costo» de su botín. Y el ejemplo no resulta tan irritantemente injusto como podría parecer de primera intención porque la forma en que los gobiernos socialistas se han apoderado de los medios de producción sin indemnizar a sus dueños, constituye un robo.
La teoría de que los precios presuponen la existencia de mercados y de que los mercados presuponen la propiedad privada, la presentó, desde 1854, el creador original de la teoría de la «utilidad marginal». El alemán G. H. Gossen, Wilfrido Pareto y Max Weber se refirieron a esta cuestión varias veces en sus obras.
En el campo que tratamos, ha habido otros pioneros, pero el mérito principal de haber llamado la atención sobre esta magna falla del socialismo corresponde a Ludwig von Mises. Debe agregarse que Mises expuso el punto un tanto incidentalmente, cuando mostró que el socialismo constituye una imposibilidad, porque una comunidad socialista no puede calcular.
En los términos tan categóricos en que la enunció, la afirmación de Mises levantó una tempestad de protestas por parte de los economistas socialistas. Se trataba de un aserto que no podía dejarse pasar sin impugnarlo, y dio origen a una controversia que se inició con unos cuantos artículos en las revistas de economía, pero que terminó con una serie de importantes volúmenes.
Los economistas socialistas que participaron en el debate, convinieron unánimemente en que tanto Mises como quienes compartieron sus opiniones, estaban completamente equivocados. Todos los socialistas que aceptaron el desafío trataron de demostrar este punto, pero lo extraño es que todos ellos rechazaron los argumentos aducidos por los demás escritores socialistas. En otras palabras, los colectivistas demostraron encontrarse en un desacuerdo total entre ellos mismos.
Otro grupo de economistas socialistas declaró que la discusión a que nos referimos era puramente abstracta, por lo que no valía la pena perder el tiempo en ella. Su argumentó consistió en que los Estados socialistas existen de hecho, de lo cual dedujeron que la tesis de Mises tenía que ser infundada.
Quienes hemos llevado el contra en esta discusión hemos sostenido que la falta de los elementos que permitan el cálculo en las comunidades socialistas constituye un defecto fundamental, que tarde o temprano tendrá que reconocerse, tanto en el
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