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Sociologia Latinoamericana


Enviado por   •  23 de Febrero de 2014  •  3.567 Palabras (15 Páginas)  •  569 Visitas

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La sociología latinoamericana:

origen y perspectivas

Ruy Mauro Marini

Fuente: Archivo de Ruy Mauro Marini, con la anotación "Ponencia Sociología, 070894".

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Indice

Sociología y capitalismo

El pensamiento social latinoamericano

La institucionalización de la sociología

Problemas y perspectivas

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Empezaremos esta exposición planteándonos una pregunta: ¿qué representa la sociología en el proceso del pensamiento humano?, esperando que ella nos dé un buen punto de partida para indagar sobre el surgimiento y desarrollo de la sociología latinoamericana, así como de sus perspectivas.

Lo primero a considerar es que la sociología sólo puede surgir en cierto tipo de sociedades, en que se dan determinadas características. Más que esto, ella es una expresión particular de cierta línea de pensamiento, cuya esencia consiste en ser una reflexión sobre las estructuras y procesos que establecemos en el marco de convivencia social, vale decir, en el marco de nuestras sociedades. En su dimensión más amplia, esa reflexión parte de concepciones totalizadoras, como lo fueron la economía política clásica o la teoría social del siglo XVIII, para arribar, más tarde, a ciencias especiales, como lo son hoy la economía y la ciencia política, entre otras, así como, desde luego, la sociología.

Sociología y capitalismo

Las distintas sociedades que registra la historia antes del advenimiento del capitalismo correspondían a formas sociales más simples, basadas en una estructura de clases poco diferenciada y muy estratificada, que se expresaba en sistemas políticos centralizados y autocráticos. Pensemos en los regímenes teocráticos o feudales y, en general, en sociedades cuya producción era asegurada por relaciones esclavistas o de servidumbre. Desde luego, en el sostenimiento de esos sistemas de dominación, desempeñaba papel destacado el uso de la fuerza. Pero no hay régimen que se sostenga sólo con base en ésta: las clases dominadas tienen que ser, también, persuadidas de que su sujeción se debe a razones superiores, que trascienden intereses y motivaciones individuales para responder a factores de carácter más general. En otras palabras, la dominación de clase debe presentarse siempre como la expresión de algo necesario y, en cierta medida, natural.

Cuanto más desarrollada es la sociedad, cuanto más se diferencian y se contraponen los intereses de clase, tanto más necesario persuadir de ello a las clases dominadas, so pena de que se verifique allí un estado permanente de guerra civil, latente o abierta, que a la larga haría imposible el mantenimiento del orden social. En comunidades más simples, como las que mencionamos antes, se tiende a recurrir, en este sentido, a lo sobrenatural, privilegiando a la religión, o a diferencias evidentes, de carácter racial o cultural. En organizaciones sociales más complejas, el razonamiento se sofistica y aspira a presentarse como ciencia.

Ello se observa ya en situaciones en que se produce una marcada diferenciación social y un cierto desarrollo mercantil, aunados a la expansión imperialista, como en la Grecia antigua. La agudización de los conflictos sociales estimula allí una reflexión sociológica cada vez más especializada, que, pasando por los sofistas, producirá algunas obras maestras, que se proponían descubrir la razón de esos conflictos y suprimirlos en beneficio de la clase dominante. Que se trate de una construcción ideal, como La República de Platón, donde se identifican los segmentos que forman la sociedad y se busca articularlos armónicamente en un sistema corporativo, o de una investigación comparada, como la Política de Aristóteles, que toma a las clases y su interacción como eje del análisis, en la perspectiva del equilibrio y la armonía social, se está siempre en presencia de una teorización encaminada a asegurar o transformar un orden de cosas determinado, a partir de un punto de vista de clase.

Ello se dará con más razón aún cuando el capitalismo, rompiendo el orden feudal, pase a conformar Estados nacionales. Estos corresponden a sociedades de clases altamente complejas, cuya lógica - aunque consagre la dominación de unas sobre otras y repose siempre en la fuerza - es la de recurrir crecientemente a los mecanismos económicos y a la persuasión ideológica como resortes de dominación. En la medida en que el capitalismo se consolide, la burguesía tratará, por un lado, de asumir el monopolio absoluto del poder político y, por otro, de afirmar su hegemonía sobre la clase obrera y demás sectores sociales.

La economía política -que emerge como ciencia con William Petty, en Inglaterra, y Boisguillebert, en Francia, a fines del siglo XVII- cumplirá esa doble tarea. La burguesía se valdrá de ella para atacar a la vieja clase terrateniente, que mantenía su presencia en el Estado, empezando por proclamar el carácter parasitario de ésta, al sostener, con los fisiócratas, que la tierra es la única fuente de riqueza. El creciente predominio de la industria, a partir del último tercio del siglo XVIII, la llevará luego, con Adam Smith y David Ricardo, a postular al trabajo como el factor determinante en la de creación de riqueza.

Sin embargo, progresivamente, la economía política irá siendo arrancada de las manos de la burguesía hasta llegar a convertirse en una crítica del capitalismo, vale decir, del sistema que consagra la dominación burguesa. Partiendo de la valorización teórica del trabajo y acompañando el proceso de desarrollo y organización del proletariado, intelectuales como Sismondi, en Francia, y Owen, Thompson y Bray, en Inglaterra, procederán a abrir grietas en la economía política burguesa. Marx se encargará de asestarle el golpe final, con su obra principal: El Capital, subtitulada justamente "crítica de la economía política".

La sociología se planteará, hacia la tercera década del siglo XIX, como reacción a ese proceso. Tildando a la economía política de "ideología", se preocupará de oscurecer ciertos aspectos de la realidad y centrar el análisis en la dinámica social, desconociendo en lo posible los procesos materiales concretos en que esta se basa. Su fundador, Auguste Comte, aunque sin deslindar todavía enteramente sociología y filosofía, proclamará al orden social burgués como el orden en sí, un organismo perfectible pero inmutable, expresión definitiva de lo normal, contra el cual toda acción contraria sería indicativa de una desviación, es decir, una manifestación de tipo patológico.

Profundizando en esa dirección, Émile Durkheim tomará a ese orden como el objeto en sí de la sociología

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