TRASCENDENCIA DE LA SALUD PÚBLICA EN LA ECONOMÍA DE LA SALUD Y DE LA POBLACIÓN

TRASCENDENCIA DE LA SALUD PÚBLICA EN LA ECONOMIA DE LA SALUD Y DE LA POBLACION

La salud no es sólo la ausencia de enfermedad, es también la capacidad que cada quien tiene de desarrollar su potencial físico y cognitivo a lo largo de su vida. Por ello, el acceso a servicios básicos de salud debe de considerarse un derecho fundamental. La salud contribuye al crecimiento económico de largo plazo a través de los siguientes mecanismos: incrementa la productividad laboral del adulto y el desarrollo cognitivo del niño a través de mejoras en la nutrición; reduce las pérdidas de producción de los trabajadores y de asistencia escolar de los niños ocasionadas por enfermedades y libera, para diferentes usos, recursos financieros que de otro modo sería necesario destinar al tratamiento de las enfermedades. Obviamente, para que se convierta en realidad la dinámica económica tiene que ser tal que se generen los empleos suficientes para capitalizar los beneficios de una mano de obra más productiva. Lo contrario también es cierto: de no invertirse en mejorar los niveles de salud y nutrición de los habitantes de manera importante, la posibilidad de convertir una expansión económica estará fuertemente limitada.

Para entender la relación entre salud y crecimiento económico es necesario no solamente comprender las fuerzas positivas que la sustentan, tales como la acumulación de capital humano y físico y el cambio tecnológico, sino también las fuerzas negativas que interfieren con ella, como fallas en el financiamiento de la salud y la educación. La nutrición y la salud desempeñan un papel sustancial en el crecimiento económico. En los países latinoamericanos se ha verificado una correlación importante entre la esperanza de vida y el ingreso y una mejor comprensión de la magnitud de este fenómeno y de los mecanismos bajo los cuales opera, permitiría diseñar e implementar políticas de salud más eficaces y por tanto mejor relacionadas con el desarrollo económico. El vínculo entre salud y desarrollo económico es compartido, un mayor desarrollo económico permite a la población de un país obtener un mejor estado de salud, y a la inversa: un mejor estado de salud promueve de modo natural un mayor desarrollo económico, entendido este último como una combinación del nivel de ingreso, su tasa de crecimiento y su distribución entre la población.

La relación que existe entre el desarrollo económico y salud, además de ser un vínculo compartido,  es un problema complejo, aun cuando  existe una interpretación  general de que a un mayor nivel de desarrollo económico se elevarán los niveles de salud de la población y de la misma manera, se cree que el crecimiento económico conllevará la mejoría en los servicios de salud. Estas interpretaciones o consideraciones se toman en cuenta al observar que, en general, las condiciones de salud de los países industrializados son mejores que las condiciones de salud de los países no industrializados. De esta manera, se considera que el crecimiento económico es un determinante básico para la elevación de las condiciones de salud de una población.

El panorama de la carencia de recursos de inversión en general y la ausencia de tecnología han limitado al crecimiento económico de los países no industrializados. Al igual que en los servicios de salud, el modelo  de atención curativa, que se podría decir se ha vuelto imperante, ha puesto una barrera a la elevación de las condiciones de salud de la población, por su enfoque en el uso intensivo de recursos costosos para las condiciones de un país no industrializado.

A  pesar de los avances de la ciencia para el control de enfermedades, y manejo de las mismas, existe todavía en la actualidad una brecha entre la proporción de estos bienes y su disponibilidad para la población. La cual no ha permitido abatir problemas de salud pública básicos como las enfermedades transmisibles o infecciosas. Es aquí donde pudiera existir un punto de discusión donde las políticas económicas de cada uno de los países no industrializados pudieran esclarecer los problemas asociados a la elevación de las condiciones de salud de la población.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su acta constitutiva, de fecha 7 de abril de 1948, expuso la definición de salud como un estado completo de bienestar físico, mental y social y no simplemente la ausencia de enfermedad. Esto significa que el objetivo de la planificación y gestión de la salud consiste en alargar el máximo posible dicho estado de completo bienestar e intentar evitar que disminuya e incluso que desaparezca. Hoy en día se conoce la relación de causalidad bidireccional entre la salud y el crecimiento económico, precisamente promover el desarrollo comprendiendo el impacto que tiene la salud a largo plazo en el mismo, es la tarea actual de la Comisión de Macroeconomía y Salud de la OMS. Por otro lado, los Objetivos de Desarrollo del Milenio, aprobados por todos los estados Miembros de las Naciones Unidas en la Cumbre del Milenio en 2000, establecen metas ambiciosas para reducir la pobreza, ocupando la salud un lugar central: tres de los ocho objetivos de desarrollo, ocho de las 18 metas y 18 de los 48 indicadores están relacionados con la salud (Grettchen Flores Sandí, La salud como factor de crecimiento económico). Estos objetivos y metas son iniciativas promovidas por las Naciones Unidas, los gobiernos y las instituciones internacionales de financiamiento para reducir la pobreza en el mundo las cuales  constituyen un progreso importante para el logro de la salud para todos. A continuación se mencionan las principales relacionadas con la salud: reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el vih/sida, el paludismo y otras enfermedades.

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