Testigos De Jehova
Enviado por jairm1981 • 4 de Mayo de 2013 • 2.066 Palabras (9 Páginas) • 499 Visitas
1. El propósito de Dios es que los cónyuges permanezcan juntos. Por lo tanto, en vez de recurrir enseguida al divorcio, la pareja debe esforzarse por poner en práctica los principios bíblicos para superar cualquier dificultad que surja en su matrimonio (Mat. 19:4-6).
2. ¿Qué significa servir a Jehová de toda alma? El término griego que se traduce “de toda alma” significa literalmente “del alma”. “Alma” denota a la persona completa, con todas sus facultades físicas y mentales. Por lo tanto, servir de toda alma quiere decir dar de nosotros, usando todas nuestras facultades y energías al mayor grado posible en el servicio a Dios. Dicho sencillamente, significa hacer todo lo que nuestra alma pueda. (Marcos 12:29, 30.)
3. Los siervos de Jehová sabemos muy bien que no somos inmunes a los problemas actuales y que estos sin duda seguirán empeorando. Pero además de sufrir como lo hace la humanidad en general, nosotros tenemos un “adversario, el Diablo”, quien está empeñado en acabar con nuestra fe (1 Ped. 5:8). Fácilmente podríamos llegar a identificarnos con estas palabras de David: “El oprobio mismo ha quebrantado mi corazón, y la herida es incurable. Y seguí esperando que alguien se condoliera, pero no hubo nadie; y consoladores, pero no hallé ninguno” (Sal. 69:20).
4. En efecto, algunos escritores bíblicos mencionaron o consultaron registros o documentos disponibles en su época, pero que no habían sido inspirados por Dios. Por citar otros casos, Ester 10:2 hace alusión al “Libro de los asuntos de los tiempos de los reyes de Media y Persia”. Y Lucas dijo haber “investigado todas las cosas desde el comienzo con exactitud” al preparar su Evangelio, lo que tal vez signifique que consultó los registros disponibles para trazar la genealogía de Jesús (Luc. 1:3; 3:23-38). El Evangelio que Lucas escribió ciertamente fue inspirado por Dios, y su valor para nosotros no disminuye por el hecho de que este discípulo consultara registros que no eran inspirados.
5. El relato de las tentaciones que sufrió Jesús encierra otra lección. Cuando Satanás se le acercó en el desierto, el Hijo de Dios llevaba cuarenta días sin comer. De seguro, el Diablo vio que era un “tiempo [muy] conveniente” para ponerlo a prueba (Luc. 4:13). Hoy hace lo mismo con nosotros: busca el momento más oportuno para ponernos a prueba y nos ataca cuando percibe que estamos más débiles. Por eso es imprescindible que nos mantengamos siempre espiritualmente fuertes. Cuando nos invade el cansancio o el desánimo, es más necesario que nunca rogarle a Jehová que nos proteja y nos dé su espíritu (2 Cor. 12:8-10).
6. Jesús, en cambio, dijo: “Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen” (Mat. 5:44). Sus discípulos tenían que tratar con amor a quienes fueran hostiles con ellos. Según el evangelista Lucas, Jesús declaró: “Les digo a ustedes los que escuchan: Continúen amando a sus enemigos, haciendo bien a los que los odian, bendiciendo a los que los maldicen, orando por los que los insultan” (Luc. 6:27, 28). Nosotros, al igual que los discípulos del siglo primero, tomamos a pecho las enseñanzas de Jesús. ¿Cómo ‘hacemos el bien a los que nos odian’? Respondiendo a su hostilidad con actos bondadosos. ¿Cómo ‘bendecimos a los que nos maldicen’? Hablándoles de forma amable y considerada. Y ¿cómo ‘oramos por los que nos persiguen’ valiéndose de violencia física o de insultos? Pidiéndole a Jehová que tales personas cambien y obtengan su favor. Cuando así lo hacemos, demostramos que amamos a nuestros enemigos.
7. Cuando Jesús estaba reclinado a la mesa en casa de un fariseo llamado Simón, cierta mujer que se había colocado a sus pies comenzó a mojárselos con sus lágrimas y luego se los secó con su cabello. A continuación se los besó con ternura y les aplicó aceite perfumado. El relato especifica que se trataba de “una mujer que era conocida en la ciudad como pecadora”. Es cierto que todos los seres humanos imperfectos somos pecadores, pero las Escrituras suelen designar con este adjetivo a las personas que se han ganado la fama de violar las normas divinas o cuyas ofensas son muy conocidas. En este caso, es probable que se tratara de una prostituta. En fin, fue a esta mujer a la que Jesús le dijo: “Tus pecados son perdonados” (Luc. 7:36-38, 48). ¿Qué quiso dar a entender con aquellas palabras? Dado que aún no había ofrecido el sacrificio redentor, ¿cómo fue posible que le concediera el perdón?Después de que la mujer le mojó los pies y antes de perdonarla, Jesús puso una comparación con la que explicó una idea importante a su anfitrión, Simón. Asemejando el pecado a cuantiosas sumas de dinero que los deudores no podían devolver, le dijo: “Dos hombres eran deudores a cierto prestamista; el uno le debía quinientos denarios, pero el otro cincuenta. Cuando no tuvieron con qué pagar, él sin reserva perdonó a ambos. Por lo tanto, ¿cuál de ellos le amará más?”. Simón le respondió: “Supongo que será aquel a quien sin reserva le perdonó más”. Y Cristo replicó: “Juzgaste correctamente” (Luc. 7:41-43). Todos nosotros le debemos a Dios obediencia. Por eso, cada vez que le desobedecemos y pecamos, no le estamos pagando aquello a lo que tiene derecho. Y de esta manera acumulamos deudas ante él. No obstante, nuestro Padre es como un prestamista dispuesto a cancelar las deudas. De ahí que Jesús animara a sus discípulos a rogarle a Dios: “Perdónanos nuestras deudas, como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores” (Mat. 6:12). Lucas 11:4 no deja ninguna duda sobre lo que son estas deudas, pues las llama directamente pecados.¿Sobre qué base ha perdonado Dios los pecados en el pasado? Recordemos que su justicia perfecta exige que el pecado se castigue con la pena de muerte. Por este motivo, Adán pagó con la vida su desobediencia. Ahora bien, cuando Jehová entregó la Ley a la nación de Israel, dejó claro que concedería el perdón de los pecados si se presentaba un sacrificio animal. Como bien señaló el apóstol Pablo, “casi todas las cosas son limpiadas con sangre según la Ley, y a menos que se derrame sangre no se efectúa ningún perdón” (Heb. 9:22). Los
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