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Tipos de transacción y formas contractuales: una teoría de las formas institucionales


Enviado por   •  29 de Mayo de 2019  •  Tarea  •  3.518 Palabras (15 Páginas)  •  159 Visitas

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Tipos de transacción y formas contractuales: una teoría de las formas institucionales

Una vez planteados sus fundamentos microanalíticos, la teoría de los costos de transacción se dedica a explicar la diversidad de las formas de organización, entre ellas, la firma (la organización interna). La tesis defendida consiste en que esta diversidad puede explicarse por los atributos de las transacciones y que la elección de una estructura organizacional responde, ante todo, a un criterio de eficacia: se optará por el acuerdo institucional que minimice los costos, costos de transacción más costos de producción. En esto, Williamson continúa la línea de Coase y se opone a un enfoque que explicaría las elecciones organizacionales, en particular la elección de la integración vertical, por la búsqueda de poder (cf. Williamson y Ouchi, 1981). La descripción de los acuerdos institucionales parte de una distinción, debida a Macneil (1974 y 1978), entre tres tipos de contratos (Williamson, 1986):

• El contrato clásico corresponde al intercambio representado por el análisis tradicional del mercado. Corresponde a una transacción puntual, cuyo objeto está perfectamente delimitado y en el que todas las eventualidades están previstas. La identidad de las partes importa poco, la relación es impersonal.

• El contrato neoclásico surge cuando la transacción no puede ubicarse en el marco anterior, esencialmente en el caso de una relación a largo plazo sometida a una fuerte incertidumbre (radical). En este caso, no es posible prever el conjunto de eventualidades y adaptaciones que serán necesarias. Los comportamientos oportunistas son posibles y, por lo tanto, los conflictos entre las partes se extienden durante la extensión del contrato. Para enfrentar estos problemas, es propio del contrato neoclásico recurrir al arbitraje de un tercero. Este tipo de contrato debe asegurar cierta flexibilidad; es siempre incompleto e implica un cierto grado de confianza entre las partes.

• El contrato personalizado se impone cuando la duración y la complejidad de los vínculos entre las partes se tornan muy importantes, de tal manera que se constituyen relaciones personalizadas duraderas que incluyen la consideración de las características de los socios. Estas relaciones se organizan alrededor de normas que se construyen progresivamente y que regulan las relaciones entre las partes más que el acuerdo inicial (que puede existir o no). Se acerca, por lo tanto, a una relación de tipo administrativo.

Sólo queda por determinar el modo en que las características de las transacciones determinan la elección de la forma contractual y, por lo tanto, las estructuras organizacionales {governance structures). Suponiendo un cierto grado de incertidumbre como dado (en ausencia de incertidum- bre, él mercado tradicional es la forma de organización más eficaz), la elección organizacional dependerá esencialmente de dos parámetros: la frecuencia de la transacción (desde el punto de vista del comprador) y el grado de especificidad de la inversión necesaria (para el oferente). Si se consideran dos clases de frecuencia -ocasional y recurrente (el caso de una transacción única se toma como similar a las transacciones ocasionales)- y tres niveles de especificidad de los activos -no específicos, muy específicos e intermedios-, se obtienen seis categorías de transacciones. El cuadro 2.1 sintetiza la argumentación de Williamson.

Cuadro 2.1 Tipos de transacción y formas contractuales

Características de la inversión

no especifica

mixta

Idiosincrasia

Frecuencia

ocasional

estructura de mercado (contrato clásico)

Estructura trilateral (contrato neoclásico)

intensa

Estructura bilateral

Estructura Unificada

Contrato personalizado

El papel central de la especificidad de los activos surge claramente: en la medida en que la inversión no es específica, los costos de transacción son débiles; el mercado estándar, forma de organización que corresponde al contrato clásico, es la estructura organizacional eficiente, cualquiera sea la frecuencia de la transacción (y la importancia de la incertidumbre). Es el caso de una transacción estandarizada para la que se aplica el procedimiento de venta clásico (sin construcción de un verdadero contrato)

La existencia de activos específicos obliga a la creación de otras formas de gestión de la transacción. En el caso de transacciones ocasionales que implican inversiones altamente específicas o mixtas se impone el contrato neoclásico bajo la forma de una estructura trilateral: el contrato clásico no es suficiente ante la dependencia que se crea entre las partes y los riesgos de comportamiento oportunista: la débil frecuencia de la transacción no justifica la instalación de una estructura bilateral específica, que sería demasiado costosa. De allí, el recurso a una forma intermedia que se apoya en el arbitraje de un tercero en caso de conflicto. Resta el caso en el que la especificidad de los activos se combina con una frecuencia de transacciones elevada: la instalación de una estructura de gestión específica, que organice las relaciones entre las partes según un "contrato personalizado", ahora se justifica. Esta estructura puede adquirir dos formas: la internalización (la estructura unificada) o una estructura bilateral (bilateral governance), que mantiene la autonomía de las partes. La teoría de los costos de transacción ha sido empujada en su último período a insistir sobre el último tipo de organización, que corresponde a prácticas cuya importancia se conoce: la subcontratación, la asociación, las alianzas. La consideración de las formas de coordinación intermedias entre el mercado clásico y la firma es, como ya se ha dicho, un aspecto central de la evolución de las ideas de Williamson. Esto lleva a especificar mejor en qué casos la firma se impone como forma de organización más eficiente: una estructura unificada se impone esencialmente, según Williamson, en el caso de una fuerte especificidad de los activos y de transacciones recurrentes (lo mismo en el caso en que la frecuencia sea débil pero la especificidad resulte particularmente marcada). Cuando los activos requeridos son muy específicos, el recurso a un proveedor externo no permite explotar economías de escala que el comprador no podría realizar por sí mismo. La elección de una estructura de gestión (estructura bilateral o estructura unificada) recaerá sobre aquella que tenga mayor adaptabilidad ante los imprevistos, que en este caso es la estructura unificada (Williamson, 1985, p. 78). La ventaja de la internalización (la integración vertical) es que permite una adaptación continua de las relaciones entre las partes, sin la obligación de renegociar un acuerdo. Vale la pena insistir en este último punto: la teoría de los costos de transacción se distingue de otras visiones contractuales de la firma como la teoría de la agencia, que abordaremos más adelante- por la importancia que le atribuye al proceso intertemporal de desarrollo de las relaciones contractuales ("process matters", Williamson, 1991, p. 98). La elección entre mercado y jerarquía se basa, en definitiva, en un arbitraje entre la fuerza incitativa, propia de los mecanismos de mercado fundados en reglas, y la adaptabilidad que aporta el poder discrecional de la jerarquía (Williamson, 1990, p. 15). La visión de Williamson se ubica en una prolongación de Coase: su objeto central es mostrar cómo la firma y las diferentes configuraciones institucionales que aseguran la coordinación de los agentes pueden explicarse mediante consideraciones de eficiencia en las que los costos de transacción desempeñan el papel principal. Su aporte es mostrar el origen de la naturaleza de esos costos; esto lo hace poniendo el acento sobre dos elementos ignorados por Coase: los comportamientos oportunistas y la especificidad de los activos (cuya importancia niega Coase; cf. Coase, 1991, y Williamson, 1991). Llega así a una justificación de la firma sensiblemente diferente a la de su maestro (Williamson, 1985, p. 78). Su aporte también consiste en ofrecer un nuevo marco analítico, que, más allá de la oposición entre mercado y firma, apunta a explicar el conjunto de las configuraciones institucionales que regulan las relaciones económicas, sobre la base de determinada teorización contractual. Veamos ahora cómo este aparato permite reconsiderar algunas cuestiones de la teoría de la firma. Las implicaciones La teoría de los costos de transacción desarrollada por Williamson, como lo muestra en particular su obra de 1985, tiene la ambición de responder a una extensa gama de cuestiones: prácticamente todo lo que refiere a la organización de la firma, o de toda otra institución, y sus relaciones con el entorno. Nos limitaremos aquí a dos cuestiones esenciales: la cuestión "paradigmática" de la integración vertical y de los límites de la firma y la justificación de las formas de organización de la empresa expuestas por los trabajos de Chandler. Integración vertical y límites de la firma: una nueva visión La cuestión de la integración vertical hace correr mucha tinta en el círculo de la economía industrial y de la economía de la firma. Se trata, en efecto, como lo señala Williamson (1991), de un problema "paradigmático": explicar la integración vertical es explicar por qué una coordinación administrativa puede preferirse a una coordinación de mercado. Además, la integración vertical ha sido una de las tendencias relevantes de la evolución de las estructuras industriales, como lo ha demostrado Chandler. Las explicaciones de la integración vertical han sido muy diversas, y en ellas se incluyen la búsqueda de un poder de mercado, las cuestiones de información e incertidumbre, la internalización de los efectos externos, las transferencias de riesgos entre actividades. El análisis más habitual se refiere a los factores tecnológicos: la inseparabilidad tecnológica o la existencia de economías de variedad entre los estadios de un proceso de producción explicaría la integración vertical. Encontramos aquí una visión tecnológica de la firma que coincide en parte con la propuesta por Alchian y Demsetz (1972). Sin negar esa posibilidad, Williamson considera que ese tipo de obstáculo raramente se da y que, en todo caso, lo que importa es tratar simultáneamente las opciones tecnológicas y orga- nizacionales, y, por lo tanto, tener en cuenta los costos de transacción. El análisis de Williamson toma en consideración costos de transacción y costos de producción, y los compara según el modo de organización elegido, el mercado o la integración (Williamson, 1985, cap. 4). Si se denomina como dG a la diferencia entre los "costos burocráticos de la organización interna" y los costos de mercado, dG es una función decreciente del grado de especificidad de los activos (cuanto mayor es este grado, más aumentan los costos de transacción por el mercado, por las razones vistas precedentemente). Superado cierto umbral, dG se vuelve negativo: los costos de mercado exceden los costos de organización interna. Del mismo modo, dC, la diferencia entre los costos de producción según la forma de organización elegida (diferencia siempre positiva en la medida en que recurrir al mercado permite explotar mejor las economías de escala y de variedad), es una función decreciente del grado de especificidad de los activos: las ventajas de la externalización disminuyen cuando la transacción se vuelve más idiosincrásica. Así también, la diferencia total entre costos de internalización y los costos de recurrir al mercado es una función decreciente del grado de especificidad de los activos; superado cierto umbral, esta diferencia se torna negativa y la integración se convierte en la forma de organización que minimiza los costos. Esta argumentación hace intervenir de manera simul- tánea los costos de producción y los costos de transacción, pero queda claro que, para Williamson, son los segundos los que importan. Por sí mismos, éstos explican que la integración pueda resultar preferible que recurrir al mercado: "La firma no se integrará jamás por razones de costos de producción únicamente" (Williamson, 1985, p. 94).3 Una vez explicada la integración vertical, queda por elucidar una segunda cuestión, la de los límites de la empresa: ¿qué limita la integración? ¿Por qué no integrar el conjunto de la producción en una empresa gigante? Esto remite a otra cuestión: ¿por qué una gran empresa no podría hacer todo lo que puede hacer un conjunto de pequeñas firmas y más? Esta cuestión ha llamado la atención de los economistas desde hace mucho tiempo, especialmente de Knight (1921). La respuesta más frecuente hace referencia a una elevación de costos de gestión, cuando el tamaño y la complejidad de la firma aumentan, y a los límites de las capacidades del empresario (o al "rendimiento decreciente de la gerencia" de Knight). Queda por explicar por qué sería inevitable la elevación de los costos de organización. La historia muestra cómo el crecimiento de la firma ha provocado innovaciones organizacionales que permitieron controlar la gestión de estructuras cada vez más grandes y complejas. Esto vuelve inadmisible, como lo señala Williamson, una explicación por la racionalidad limitada, es decir, por los límites de las capacidades de cálculo del empresario individual: la organización interna de la empresa es precisamente lo que permite superar estos límites, como ya lo destacó Simón. Del mismo modo puede señalarse el riesgo de pérdida del control de la empresa cuando su tamaño aumenta. Se ha sostenido que los límites de las capacidades del empresario hacen que el crecimiento del tamaño de la firma vaya acompañado de un aumento del número de niveles jerárquicos. Ello implicaría costos vinculados con la pérdida de control que, más allá de cierto umbral, excederían los beneficios de la integración (Williamson, 1985). Esta argumentación supone, sin embargo, una organización totalmente jerárquica; pero nada obliga a que sea de este modo (p. 66). La teoría de los costos de transacción se orientará, entonces, en otra dirección. Propone una explicación que se focaliza en los problemas de incentivo y burocracia (Williamson, 1985, cap. 6). Se trata de una óptica hoy ampliamente compartida, pero que se trata de una manera específica. Pasemos rápidamente por la referencia a los fenómenos burocráticos: aun reconociendo la existencia de costos y de distorsiones propias de las organizaciones administrativas, Williamson aporta pocas ideas nuevas en este aspecto. El aporte más importante de Williamson se refiere a la cuestión del incentivo (Williamson, 1985) y al acento puesto en un enfoque que se quiere dinámico ("the process approach", Williamson, 1991). La fuerza del mercado, en términos de eficiencia, se basa en su alto poder de incentivo. ¿No se pueden conservar en la firma relaciones internas (casi de mercado) que preserven los mecanismos de incentivo del mercado? Williamson se esfuerza en mostrar esa imposibilidad. Por eso, imagina que la internalización de una actividad está acompañada por la aplicación del principio de "intervención selectiva" (Williamson, 1985): ia nueva división creada por la integración de un proveedor sigue funcionando en las mismas condiciones que antes; provee servicios a un precio fijo de la misma manera y sigue apropiándose de sus ganancias netas, excepto si pueden obtenerse beneficios colectivos, en cuyo caso la división acepta sin discusión las instrucciones de la dirección, lo que permite una adaptación rápida a las circunstancias. Parece que esta nueva organización sólo puede tener ventajas en comparación con una relación de mercado; de hecho, nos dice Williamson, este sistema de intervención selectiva no puede funcionar. Por varias razones: • la firma convertida en una división interna ya no es estimulada para utilizar eficazmente los activos que no le pertenecen más; el hecho de que su ganancia neta sea susceptible a manipulaciones discrecionales por parte de la dirección modifica totalmente su situación y sus motivaciones; • los precios de transferencia interna podrán ser manipulados por la dirección que controla las cuentas; • la intervención de la dirección sobre la gestión de la división se extenderá inevitablemente más allá de los ámbitos en los que se justifica por la perspectiva de un beneficio colectivo. La integración implica, de este modo, distorsiones y costos específicos que explican por qué no puede llevarse hasta el final. Existe un arbitraje inevitable entre estos costos, que se analizan en última instancia como resultado de la imposibilidad de recrear en la firma el poder incitativo del mercado, y los beneficios de la integración que provienen esencial mente, para Williamson, de la capacidad de adaptación a las circunstancias permitida por la organización jerárquica interna. Cuanto más fuerte es la especificidad de los activos, mayor es la preponderancia de los beneficios. El enfoque de Williamson se distingue de otras explicaciones de los límites de la firma por el incentivo, en particular de la que proponen Grossman y Hart (1986), quienes ponen el acento en las distorsiones en la inversión inducidas por la integración, pero sin considerar la existencia de costos burocráticos vinculados a los comportamientos de la dirección ni la existencia de beneficios en materia de adaptabilidad. El punto central para Williamson se encuentra en el análisis fino del desarrollo de las relaciones entre las partes después de la integración, centrado, una vez más, en la consideración de la racionalidad limitada y del oportunismo. En síntesis, estas reflexiones sobre los límites de la firma aclaran un aspecto clave del análisis de Williamson: la oposición entre firma y mercado concierne a la capacidad de "implementar un programa de decisión secuencial adaptativo" (Williamson, 1991, nota 8) en un contexto de incertidumbre radical y de incompletitud de los contratos. Es en esto que el análisis se pretende fundamentalmente dinámico. Una lectura de Chandler: sobre la racionalidad de las formas históricas La teoría de los costos de transacción se propone explicar las formas de organización interna de la empresa de la misma manera que explica la elección de las formas institucionales. Los trabajos de Chandler han mostrado las condiciones de emergencia de las grandes innovaciones organizacionales que conducen a la gran firma moderna. Williamson intenta mostrar la racionalidad de estas innovaciones según su esquema de análisis: estas innovaciones tienen como finalidad la reducción de los costos de transacción. Da un lugar privilegiado a la organización multidivisional, la "forma M". Veamos según qué línea de argumentación (Williamson, 1985, cap. 11). La forma multidivisional apareció en la década de 1930 en dos empresas: Du Pont de Nemours, por un lado, que funcionaba según el modelo funcional centralizado (la forma U) y la General Motors, por otro lado, que tenía una estructura de tipo holding, lo que Williamson califica como "forma H". Williamson demuestra la superioridad de la forma M sobre estas dos organizaciones en dos tiempos. 1. Los límites de la organización centralizada han sido bien descritos por Chandler. Aparecen cuando la dirección ya no tiene la capacidad de asegurar eficazmente la coordinación de las actividades debido a la complejización de la empresa. La ventaja de una organización descentralizada en unidades autónomas se explica esencialmente en términos de tratamiento de la información: en la medida en que existe determinada descomposición de las actividades de la firma, la divisionalización permite definir subconjuntos relativamente independientes entre los que las interacciones y la circulación de información podrán ser limitadas. 2. Pero la forma M no se caracteriza simplemente por la descomposición de la firma en divisiones autónomas. Como lo señala Chandler, su fuerza proviene de la creación de la dirección general, es decir, de la implementación de una estructura jerárquica. Sin ello, la descomposición conduciría a la forma H. Se trata, entonces, de comprender lo que hace a la superioridad de la forma M sobre la forma H. La superioridad de la organización jerárquica puede ser, sin duda, igualmente explicada por las consideraciones sobre la información: se muestra fácilmente que la sustitución de un sistema jerarquizado por un sistema de miembros iguales (un "grupo de pares") permite reducir el número de canales de comunicación entre los miembros (Jacquemin, 1985) y, por lo tanto, economizar en la información. Pero, para justificar la superioridad de la forma M, Williamson (1985) privilegia la referencia al oportunismo de los gerentes. La forma H puede dar lugar a diversas formas de oportunismo: tendencia a privilegiar la reinversión en su propia división; ausencia de control estricto de los costos; predominio de comportamientos "políticos" en los órganos de la dirección, donde las elecciones son más el resultado de regateos y de intercambios de buenos procedimientos entre los representantes de los componentes que de una optimización global. De manera general, el oportunismo en el interior de la firma se manifiesta por la búsqueda de "subobje- tivos" (subgoals) en detrimento de las finalidades de la empresa. La organización multidivisional que separa divisiones y dirección general permite, según Williamson, combatir estos comportamientos oportunistas a través de la instalación de un sistema de control e incentivos que somete al conjunto de ¡afirma a una finalidad única definida globalmente. La dirección general tendrá las siguientes funciones: • la identificación de actividades separables; • su atribución de un estatus cuasi autónomo (bajo la forma de centros de beneficio); • la vigilancia y la evaluación de sus rendimientos; • la atribución de recompensas y de penalidades; • la asignación interna de los recursos y la implementación de las decisiones estratégicas (adquisiciones, cesiones, etcétera). Esta organización permite reorientar y hacer converger los fines de la organización. Puede leerse como un acuerdo institucional que asegura de manera contractual la protección y la cohesión de la organización. Última característica de la forma M: hace surgir "un concepto de firma como mercado interno del capital" (Williamson, 1985, p. 284). De este modo, son nuevamente los problemas de costos de transacción, y detrás de ellos la racionalidad limitada y los comportamientos oportunistas, los que explican fundamentalmente las selecciones organizacionales. No carece de interés destacar que el análisis de la firma multidivi- sional que propone Williamson difiere sensiblemente del de Chandler. Williamson hace de la forma M una organización intrínsecamente superior, una institución que se impone por su racionalidad superior, allí donde Chandler analiza una forma de organización situada históricamente. No debe sorprender, entonces, que éste haya criticado la lectura de Williamson, como tendremos ocasión de ver en el capítulo 4.

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