Tratado De Culinaria Para Mujeres Tristes
Enviado por andresarenasa • 6 de Abril de 2015 • 375 Palabras (2 Páginas) • 157 Visitas
Haces volteretas con el cuerpo y la imaginación para evadir la tristeza. ¿Pero quién te ha
dicho que se prohíbe estar triste? En realidad, muchas veces, no hay nada más sensato que estar
tristes; a diario pasan cosas a los otros, a nosotros, que no tienen remedio, o mejor dicho, que
tienen ese único y antiguo remedio de sentirnos tristes.
No dejes que te receten alegría, como quien ordena una temporada de antibióticos o
cucharadas de agua de mar a estómago vacío. Si dejas que te traten tu tristeza como una
perversión, o en el mejor de los casos como una enfermedad, estás perdida: además de estar triste
te sentirás culpable. Y no tienes la culpa de estar triste. ¿No es normal sentir dolor cuando te
cortas? ¿No arde la piel si te dan un latigazo?
Pues así el mundo, la vaga sucesión de los hechos que acontecen (o de los que no pasan)
crean un fondo de melancolía. Ya lo decía el poeta Leopardi: “como el aire llena los espacios
entre los objetos, así la melancolía llena los intervalos entre un gozo y otro”.
Vive tu tristeza, pálpala, deshójala entre tus ojos, mójala con lágrimas, envuélvela en gritos
o en silencio, cópiala en cuadernos, apúntala en tu cuerpo, apúntala en los poros de tu piel. Pues
sólo si no te defiendes huirá, a ratos, a otro sitio que no sea el centro de tu dolor íntimo.
Y para degustar tu tristeza he de recomendarte también un plato melancólico: coliflor en
nieblas. Se trata de cocer esa flor blanca y triste y consistente, en vapor de agua. Despacio, con
ese olor que tiene el mismo aliento que desprende la boca en los lamentos, se va cociendo hasta
ablandarse. Y envuelta en niebla, en su vapor humeante, ponle aceite de oliva y ajo y algo de
pimienta y sálala con lágrimas que sean tuyas. Y paladéala despacio, mordiéndola del tenedor, y
llora más y llora todavía, que al final esa flor se irá chupando tu melancolía sin dejarte seca, sin
dejarte tranquila, sin robarte tu tristeza, pero con la sensación de haber compartido esa flor
inmarchitable, con esa flor absurda, prehistórica, con esa flor que los novios jamás piden en las
floristerías, con esa flor de col que nadie pone en los floreros, con esa anomalía, con esa tristeza
florecida, tu misma tristeza de coliflor, de planta triste y melancólica.
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