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Un ser humano sin humanidad


Enviado por   •  13 de Agosto de 2020  •  Ensayo  •  2.445 Palabras (10 Páginas)  •  150 Visitas

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El regreso a la cotidianidad

Ante una situación de crisis mundial, y luego de meses inmersos en un mundo virtual que privilegia verdades sobre otras, que da lugar al pánico colectivo, a la egolatría del hombre posmoderno y la constitución de un pseudo estado de Bien-Estar derivado del aislamiento del mundo real y el romanticismo de una situación crítica prevenible, ¿Qué sigue?

No disto de las afirmaciones en las que se exalta una promesa de cambio… “De esta no salimos iguales”, o “después de esto no seremos los mismos”… No disto de dichas afirmaciones, pues luego de meses de confinamiento en donde aparentemente se privilegian los intereses de clase, mientras se vela en la antesala por los beneficios de los titiriteros que saben de antemano el curso de la obra, ¡no cabe duda de que no somos o seremos los mismos! hemos sido desarmados, depositados en manos de un Estado que no es representativo de la realidad, y por ende de los intereses y necesidades del país.

Se aclama día a día, por una vuelta a la cotidianidad; es decir, a la imposición del orden capitalista neoliberal que bajo el lema de la libre competencia, invisibiliza la falta de humanidad del mundo del capital y el entretenimiento, prueba de ello, el agotamiento de los recursos de necesidad básica por el acaparamiento, la era virtual de los retos en las redes sociales como una estrategia dormitiva de control, al igual que la omnipresencia del discurso de la productividad del hombre en la era del “tiempo libre”, que no hizo más que alejarnos ficticiamente de la realidad y aislar cualquier intento de reflexión, raciocinio y crítica.

La pregunta por el ¿Qué sigue? permanece como un enigma mundial, pero lo que nunca ha sido un enigma y con lo que quizá se puede abarcar el interrogante, es la vuelta a la humanidad; es decir, (de entre otros factores) a la toma de consciencia y responsabilidad…

¿Un ser humano sin humanidad?

Antes de hablar de una falta de humanidad aparente, es imprescindible partir de un principio básico: La condición humana.

Una de las condiciones que nos caracteriza como especie es el hecho de estar inmersos en una cultura determinada por un lenguaje particular. Arnold Gehlen, filósofo y sociólogo alemán, pionero en estudios sobre la naturaleza del hombre desde la acción, entiende esta última como la actividad destinada a modificar la naturaleza con fines útiles al hombre, y que tiene como resultado la consciencia. Gehlen al respecto de la naturaleza del hombre, afirma que:

“El ser humano siente la necesidad de conocer lo que le rodea, se pregunta por el mundo, quiere aprender, comprender y controlar. Por tanto, lo que nos sitúa como seres humanos, y lo que nos ha hecho avanzar y descubrir muchos aspectos de la vida, ha sido esta segunda naturaleza que se traduce como cultura” (Gehlen, 1993).

El ser humano es un entramado tan complejo de sensaciones, experiencias, sentimientos y actitudes, que centrarnos en la descripción de lo que es o no, nos llevaría a un insensato e innecesario callejón sin salida; sin duda, lo que es evidente es la complejidad, la amplitud del ser humano, la condición de estar en contexto, y de ser parte de un mundo que determina y a su vez es determinado. En este orden de ideas, ¿qué es el ser humano?, ¿quién marca el sentido hacia dónde se dirige? , ¿no valdría la pena pensar sobre el nivel de incidencia de la cultura en lo que entendemos y/o somos como “seres humanos”?.

Existe una diferencia sustancial en el hecho de “ser humano” y ser “sujeto”, la primera (desde las ciencias encargadas del estudio del hombre), implica una cantidad de valores y premisas tales como la libertad, el deseo, la responsabilidad, la consciencia, los impulsos, el amor, la historia de aprendizaje, el conflicto entre otros; por su parte, la segunda acepción de sujeto, implica una condición de “ser o estar sujetado a”, que refiere en sí misma un grado de determinación significativo, y que a fin de cuentas, marca la diferencia sustancial en términos del dinamismo y la participación del ser humano en el mundo.

Al nacer, somos arrojados a la cultura y con esta, a una condición de “sujetos de derechos” con responsabilidades adquiridas, que con el transcurso del tiempo se han de revelar ante nuestros ojos; sin embargo, mientras eso sucede, somos guiados hacia el cumplimiento de dichas responsabilidades (que cabe señalar son diseñadas e impresas en el hombre como necesidades por el sistema cultural al que pertenecemos), primero, estamos destinados a ingresar a un microsistema de producción denominado “Escuela”, que se encarga de procesos vitales como la socialización, la formación moral, el desarrollo de las capacidades humanas, y el cultivo del pensamiento; en este “lugar” se nos prepara para salir a un sistema de producción mayor.

El mundo laboral, si se observa con detalle, es una réplica remasterizada de lo que fue la escuela, una jornada extensa, relaciones utilitaristas con el otro, y un afán por el cumplimiento, la excelencia, la producción y la competitividad, que se extrapola a las diferentes esferas de lo humano: la familia, las relaciones erótico afectivas, y la misma vida privada cuando nuestros objetivos, frustraciones, proyectos de vida, y lo que sentimos como necesidad, no es más que una copia exitosa de la forma en la que se nos enseñó a desear, a pensar y relacionarnos.

En ese sentido, se podría afirmar que ¿el ser humano que habita en la posmodernidad, no es más que el producto de los intereses y deseos de un otro que simplemente fueron depositados? ¿por qué es imprescindible retornar a la humanidad (suponiendo que alguna vez existió) en tiempos de una crisis mundial protagonizada por un enemigo invisible multidimensional?

Las conclusiones románticas apresuradas que advierten un cambio del hombre, no son más que (a mi juicio) el pajaso mental del momento, que sustenta y sustituye el pseudo estado de bien-estar promovido por la forma en la que se encuentra organizada la sociedad de tinte capitalista, neoliberal y consumista, en cuya forma de gobierno, se opta por la muerte antes de promover condiciones de vida digna, y en donde el respeto y el interés general está lejos de ser la vida humana.

Ante este panorama, el retorno a la humanidad parece ser la única alternativa sensata, puesto que el hecho de hablar de humanidad implica un proceso de reflexión (en el sentido de la óptica que implica un cambio de dirección en un mismo objeto, al estar en contacto con una superficie), de toma de responsabilidad y de consciencia, de ver hacia adentro en un ir y venir, que significa reconocerse como parte de un mundo que no solo determina, sino

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