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SEMBLANZA DE JORGE ELIÉCER GAITÁN


Enviado por   •  17 de Agosto de 2018  •  Síntesis  •  2.192 Palabras (9 Páginas)  •  308 Visitas

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JORGE ELIÉCER GAITÁN

Y ESE TRÁGICO 9 DE ABRIL

Nació en Bogotá en 1898, de tez morena, constitución atlética y estatura mediana, negros ojos agudos que brillaban bajo la frente obstinada, era la más fiel representación del mestizo. Amable y sencillo, seguro de sí mismo, pero a la vez arrogante y en ocasiones presumido. Tenía un inmenso poder de sugestión y magnetismo que irradiaba sobre las multitudes debido a su energía, su sinceridad, su decisión, su ideología y su oratoria.

Fue un líder especial, distinto, original, que creía ciegamente en el pueblo y el pueblo creía ciegamente en él.

Se graduó en Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional y especializo en penal en Italia recibiendo el máximo galardón del maestro Ferry.

Gaitán denuncio públicamente en la cámara de representantes la masacre de las bananeras, hecho que significó especial reconocimiento y lo catapultó al prestigio popular; además esta intervención y sus consecuencias adquirieron un valor determinante en la caída del partido conservador en 1930 y posteriores sucesos de vida nacional.

En esos tiempos envidiosos por desprecio o temor, empezaron a calificarlo de “demagogo” y apodarlo despectivamente “el negro Gaitán”. Él era una montaña humana que les obstaculizaba su carrera.

Con el transcurso del tiempo y de sus luchas fue elaborando aforismos de tremendo impacto popular por su vehemente contenido y por la fuerza penetrante de su voz y su ademán, decía:

 “La justicia no puede ser solo para los de ruana”,

“Son los mismos con las mismas”,

“Los partidos no se caen, se suicidan”,

“El hambre no es liberal ni conservadora”,

“Que los ricos sean menos ricos, para que los pobres sean menos pobres”,

 “Por la restauración moral de la República ¡A la carga ¡”,

Llegaron tiempos de elecciones. Se habían perfilado con caracteres firmes los nombres de Jorge Eliécer Gaitán y Gabriel Turbay del partido liberal como candidatos a la Presidencia de la República.

Turbay tenía la adhesión de los altos cuadros directivos del partido, su arquitectura política y una parte de las masas y fue proclamado por las directivas políticas que legitimaban los estatutos en el Teatro Colon.

Gaitán y su movimiento disidente se dedicaron a desconocer esa convención, pero como era menester un hecho político que la emulara, vino la preparación de un acto multitudinario que prescindiera de la arquitectura simplemente política - estatuaria, que enmarcara y canalizara los deseos del pueblo - pueblo, el gaitanismo, precedido de una marcha de antorchas que ilumino la noche el camino. Fue su escenario la plaza de Toros de Santa María la que resultó insuficiente para albergar las delegaciones llegadas de todos los lugares del país.

Los comunistas que desconfiaban de Gaitán dieron orden de votar por Gabriel Turbay. El resultado de las elecciones verificadas en mayo de 1946 fue de 356.995 votos por Gaitán, 438.255 por Turbay y 564.661 por Ospina Pérez. Aunque la suma de los votos emitidos por los dos caudillos liberales superaba en mucho a la del conservatismo unificado, el partido liberal había perdido el poder a causa de la división.

En medio del desastre, combatiendo el desconcierto, limando las asperezas producidas por la lucha interna, con gesto marcial y heroico, Gaitán se erguió al día siguiente de la catástrofe para iniciar la campaña de reconquista del poder, motivando a las muchedumbres con la afirmación de que sólo se había perdido el primer empleo del estado. En esa ocasión, exactamente en ese momento crítico, Gaitán fue grande, muy grande, y se encumbró sobre su propia talla adquiriendo dimensiones colosales.

Entretanto Turbay se ausento del país y viajo a Europa, Para él que en su vida y en su carrera política no había conocido sino triunfos, fue más amarga la derrota. La vida no le dio tiempo para mitigar su pena y una mañana triste, cuando caían las hojas de noviembre, lo encontraron tendido en su lecho, con su bata roja, amoratadas las carnes de su pecho con gesto de inmenso dolor; el cadáver permaneció quince días abandonado en un aeropuerto antes de embarcarlo para Colombia. Un mes después en el Cementerio Central de Bogotá sus restos encontraron descanso definitivo.

Ausente Turbay, Gaitán recoge las banderas destrozadas y empieza su lucha por la conquista del poder superando todas las dificultades; motivó las decaídas energías, abrió nuevos surcos de esperanza, cicatrizó en gran parte las heridas y fue aglutinante del partido para la nueva y dolorosa campaña.

Efectuadas las elecciones parlamentarias, el liberalismo ratificó sus grandes mayorías en el país. Pero la violencia seguía extendiéndose hasta instaurarse sobre todo el territorio nacional; en los Santanderes y Boyacá, en Tolima y en el Valle, en Caldas y en Antioquia; en las comarcas montañosas y las cálidas llanuras se cometían a diario crímenes atroces; además, había también unos cuantos curas fanáticos que azuzaban en los pulpitos cuando su misión cristiana era censurarla.

Así, Gaitán como símbolo de orden, organizó una de las jornadas más hermosas jornadas que se conozca en la antología de actos populares.

Esa tarde, Jorge Eliécer Gaitán, el Capitán del Pueblo, como solían decirle sus seguidores, apareció en la tribuna y con su impactante rostro de arcilla y cobre, sus músculos tensos y su voz voluntariamente prisionera, pronunció la más conmovedora, impresionante y elocuente pieza de oratoria, la Oración por la Paz; terminó así:

Señor Presidente: nuestra bandera está enlutada y esta silenciosa muchedumbre y este grito mudo de nuestros corazones sólo os reclama: ¡que nos tratéis a nosotros a nuestras madres, a nuestras esposas, a nuestros hijos y a nuestros bienes, como queráis que os traten a vos, a vuestra madre, a vuestra esposa, a vuestros hijos y a vuestros bienes!

Os decimos finalmente, excelentísimo Señor: bienaventurados los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y exterminio. Malaventurados los que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad para los hombres de su pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia”.

¡la multitud se estremeció… no habló… no gritó… pero las clausulas patéticas y conmovedoras de esta oración, que evocaron en la voz lírica y humana de Gaitán, toda la pasión tranquila de un partido, recibieron oídos sordos del gobierno y el atropello y la violencia se intensificaron. Pero la historia conservara esta pieza de oratoria única, suelta, profunda, como una de las grandes páginas de la humanidad en solicitud de paz y justicia.

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