AMADO NERVO
Enviado por rock09rock • 9 de Mayo de 2014 • 718 Palabras (3 Páginas) • 214 Visitas
Poema: ¡Está bien!
Autor: Amado Nervo
Porque contemplo aún albas radiosas
y hay rosas, muchas rosas, muchas rosas
en que tiembla el lucero de Belén,
y hay rosas, muchas rosas, muchas rosas
gracias, ¡está bien!
Porque en las tardes, con sutil desmayo,
piadosamente besa el sol mi sien,
y aun la transfigura con su rayo:
gracias, ¡está bien!
Porque en las noches una voz me nombra
(¡voz de quien yo me sé), y hay un edén
escondido en los pliegues de mi sombra:
gracias, ¡está bienI
Porque hasta el mal en mí don es del cielo,
pues que, al minarme va, con rudo celo,
desmoronando mi prisión también;
porque se acerca ya mi primer vuelo:
gracias, ¡está bien!
Obras literarias de Amado Nervo
• El bachiller, novela de juventud (1895).
• Perlas negras , poesía (1896).
• Místicas, poesía (1898).
• Poemas publicada en París (1901).
• El éxodo y las flores del camino, poesía (1902).
• Lira heroica, poesía (1902).
• Los jardines interiores, poesía (1905).
• Almas que pasan, prosa (1906).
• En voz baja, poesía (1909).
• Ellos, prosa.
• Juana de Asbaje, ensayo, biografía de Sor Juana Inés de la Cruz (1910).
• Serenidad, poesía (1912).
• Mis filosofías, ensayo (1912).
• Elevación, poesía (1916).
• El diablo desinteresado, novela (1916).
• Plenitud, prosa (1918).
• El estanque de los lotos, poesía (1919).
• El arquero divino, poesía., también póstuma (1919).
• Los balcones, novela (1922).
• La amada inmóvil, poesía, obra póstuma en cuanto a su publicación (1922).
Dos novelas: Pascual Aguilera y El domador de almas de 1899 ; una zarzuela, Consuelo, puesta en metro músico por Antonio Cuyàs y estrenada en el Teatro Principal de la ciudad de México en 1899.
El obstáculo. Amado Nervo (Micro-cuento)
Por el sendero misterioso, recamado en sus bordes de exquisitas plantas en flor y alumbrado blandamente por los fulgores de la tarde, iba ella, vestida de verde pálido, verde caña, con suaves reflejos de plata, que sentaba incomparablemente a su delicada y extraña belleza rubia.
Volvió los ojos, me miró larga y hondamente y me hizo con la diestra signo de que la siguiera.
Eché a andar con paso anhelado; pero de entre los árboles de un soto espeso surgió un hombre joven, de facciones duras, de ojos acerados, de labios imperiosos.
-No pasarás –me dijo, y puesto en medio del sendero abrió los brazos en cruz.
-Sí pasaré
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