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Alfonsina, Una Vida De Lucha


Enviado por   •  17 de Enero de 2014  •  1.714 Palabras (7 Páginas)  •  376 Visitas

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ALFONSINA, UNA VIDA DE LUCHA

Madrugada del 25 de octubre de 1938. Una mujer cansada de luchar con la vida, los ojos llenos de una esperanza distinta y las manos rebalsando poesía, comenzaba un nuevo camino. Por un sendero de espuma, Alfonsina Storni iba en busca de la paz; ya no más dolores, no más sinsabores, no más soledad. Atacada por una cruel enfermedad y sin fuerzas casi para transitar este tiempo, la gran poetisa, en un acto de libertad, eligió su instante final. Pero Alfonsina no murió en aquella primavera del 38, es uno de esos seres que, a pesar del tiempo y de la muerte, siempre nos acompañan. A casi setenta y cinco años de haber emprendido el viaje final, su poesía sigue vigente porque es reflejo de auténtica vida, de “vida rica en emociones; una vida de mujer, llena de sutiles pensamientos, de complicadísimos estados de ánimo” al decir de Carlos Andreola. Alfonsina se grabó a sí misma en su obra, cada verso es un pedacito de su alma.

Había nacido en Sala Capriasca (Suiza) el 22 de mayo de 1892. Pasó los años de la infancia y los primeros de la juventud en San Juan y en la provincia de Santa Fe. Fue maestra y profesora, viajó a Europa y obtuvo premios por su obra literaria. No obstante esto, no fue feliz; su vida dolorida se refleja en cada verso de sus poemas llenos “de lamentaciones, ansiedades, quebrantos, lágrimas y dolor”.

En 1916 publicó su primer libro de poesías:”La inquietud del rosal” y a continuación:”El dulce daño” (1918), “Irremediablemente” (1919), “Languidez” (1920), todos pertenecientes a la primera etapa romántica y modernista. En 1925 con “Ocre” inició una evolución hacia lo universal y en 1934 con “Mundo de siete pozos” desorientó a sus lectores. En él, Alfonsina discurría por temas nuevos con una honda objetividad y se liberaba de viejas normas; era el comienzo de una nueva etapa en la cual la voz de la poetisa volaba libre sin sujetarse a la rima, a la música del verso. Este nuevo ciclo se cerró con el último libro de poemas “Mascarilla y trébol” (1938) el cual sobrevivió como su obra más original y bella, obra en la que se despide de la vida: “…trasunta un alma que tiene del mundo una visión retirada y como de despedida: un alma que ha visto dentro y en torno suyo el hacer y deshacerse de mucha vida” (Andreola)

Fue una mujer doliente, experimentó el dolor a lo largo de su vida, pero ese mismo dolor le dio la valentía necesaria para enfrentar la lucha. Y porque fue valiente pudo ejercer la libertad, sello de todos sus actos: “… libertad la tiene la mujer que se decide ser libre”, dijo en un reportaje que le hizo el periodista César González Ruano en Madrid. Por eso, por haber asumido su libertad hasta las últimas consecuencias, fue una madre estoica que supo enfrentar todos los prejuicios sociales: “Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley, /que yo no pude ser como las otras, casta de buey/con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza! /Yo quiero con mis manos apartar la maleza”. Con este fruto del amor en las manos y la poesía en el alma, la vida de Alfonsina fue difícil y amarga en una época en la que la sociedad exigía el cumplimiento de rigurosas normas. Sus poemas, sus ruegos, su soledad y melancolía están en sus poemas. La vida, acurrucada en sus manos, se convirtió en poesía perdurable, poesía desgarrante (“Hice el libro así: /gimiendo, llorando, soñando, ay de mí”); sincera, no ocultó sus errores y pasiones: “Pequé. Pequé, buen hombre; pequé como las rosas/que viviendo sin norma luego mueren de sed. /En mí libaron todas las rubias mariposas…/Yo voy bajo los cielos, cadáver sin corola, /harapienta y sin rumbos, como cresta de ola, /diciendo a todo viento: pequé, pequé, pequé!”

La labor poética fue el bálsamo para la tristeza de Alfonsina, lo que la ayudó a seguir adelante, a no claudicar. Refiriéndose a su primer libro dijo: “¡Dios te libre, amigo, de la inquietud del rosal! Pero lo escribí para no morir”; la poesía sostuvo a esta mujer que no vio realizados muchos de sus sueños: “A los que como yo nunca realizaron uno solo de sus sueños”, escribió en “Irremediablemente”.

Su alma sintió sed de amor, comprensión, ternura: “¡Agua, agua, agua!/Eso voy gritando por calles y plazas. / ¡Agua, agua, agua!/…/No es la boca mía la que pide agua. /El

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