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Ali El Muchacho


Enviado por   •  17 de Abril de 2015  •  698 Palabras (3 Páginas)  •  192 Visitas

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Todavía recibimos con la brisa que llega de nuestra tierra paraguanera aquel olor a toronjil, a hierbabuena, que salía del pequeño jardín de la querida Carmen Adela, “el vientre sonoro”, resguardo de la vida, de donde brotara la savia vital, del cantor valiente de nuestro pueblo, Alí Rafael Primera Rossel.

Aún recordamos su llanto, su dolor, el mismo que parecía repartirse en quienes llegábamos al viejo “Barrio la Vela”, a confirmar con tristeza y desconcierto, que aquella voz, ronca, fuerte, tierna y amorosa, la que tanto dijo, parecía haber callado bruscamente.

Nuestros ojos de muchacho, de niño de pueblo, comprendían poco lo que pasaba, todos los rostros eran desconocidos, sabíamos del cantor, de su letras, de sus sueños, más no sabíamos la historia de vida que cargó siempre sobre sus hombros, apenas las canciones que brotaban de los cuatros sin nombre, nos hacían reconocer que estábamos entre gente que amaba el canto y que ese día había perdido a un maestro, a un soldado, a un labriego de la esperanza colectiva.

La vieja casita de bahareque, humilde, sincera, se volvió la casa de millares, apretujados unos de otros, desfilábamos por el patio ahora colectivo, hasta la salita oscura y calurosa, donde la canción de la vida parecía nacer de nuevo, desde el vientre de su madre tierna.

Dos o tres días, estuvimos ahí, el pueblo de siempre, el pueblo de Alí, “el pueblo de mi hijo” decía Carmen Adela, desde las entrañas del dolor. Ahí se congregó el pueblo que siempre y anónimamente ha entonado sus canciones, aglomerado y adolorido alzaba la canción otra vez, por aquel hombre de barba y corazón, por el canto que tantas veces nos dio razones para luchar, para amar, para vivir con dignidad, en las derrotas, en los golpes y en las tristezas, con él comprendimos: “que los hombres cuando mueren simplemente cambian de paisaje”.

Guitarras, cuatros y tambores, poetas y estudiantes, viejos, jóvenes y niño(a)s recorríamos aquel patio poblado de silvestres cujíes y trinitarias, con la rabia y el dolor de haber perdido al panita de todos, al cantor del pueblo al Cantor de la vida.

En el año 83, Alí grababa su último disco “Entre la Rabia y la ternura”, en el dejó canciones inmensas que todas y todos conocemos bien, ahí, nos legó una tarea por cumplir, la de construir con alegría en ritmo de guaracha, “la Patria Buena” por la que tanto luchó, amó y cantó.

El último surco de aquel disco aún en acetato, con el diseño de la artista Consuelo Méndez y una foto en la contraportada con su cuatro como arma de lucha, con el escrito acostumbrado, de su puño y letra, para reforzar la convocatoria, porque él sabía “que para más luego no servirán las guitarras”, ahí, en ese bello disco nos dejó

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