Anhelo De Vivir
Enviado por peludadx • 11 de Diciembre de 2011 • 10.456 Palabras (42 Páginas) • 1.209 Visitas
ANHELO DE VIVIR
IRVING STONE
TRADUCCIÓN
DELIA PIQUEREZ
Scan: Spartakku – Revisión: Ocso33
Para: http://biblioteca.d2g.com
EDITADO POR
EDITORIAL DIANA, S. A.
AV. CHAPULTEPEC 74
MEXICO DF
Reservados los Derechos de Edición
Fecha de la Edición: 28 de Febrero de 1950.
PROLOGO
LONDRES
EL ANGEL DE LOS NIÑOS
Señor Van Gogh, ¡es hora que se despierte!
Vincent había estado esperando oir la voz de Ursula.
—Ya estaba despierto, señorita Ursula —contestó.
—No, no lo estaba usted —repuso la joven riendo— pero ahora sí que lo está.
La oyó bajar las escaleras y entrar en la cocina.
Vincent colocó las manos debajo suyo, y enderezándose saltó de la cama. Sus hombros y pecho eran fornidos y sus brazos gruesos y vigorosos. Comenzó a vestirse, vertió agua del jarro y asentó la navaja de afeitar.
El joven disfrutaba la diaria afeitada; metódicamente pasaba la afilada navaja por su mejilla derecha quemada por el sol; luego seguía pasándola por el labio superior y el mentón, volviendo a comenzar en el mismo orden por el lado izquierdo de su rostro.
Una vez que hubo terminado, fue hasta la cómoda y hundió su rostro en el follaje de yuyos y hojas que su hermano Theo le había enviado y que él mismo había recorrido en los campos de Zundert. Aspiró profundamente. El aroma le recordaba su querida Holanda, y le acompañaba durante todo el día.
—Señor Van Gogh —dijo Ursula llamando de nuevo a la puerta—. El cartero acaba de dejar esta carta para usted.
Reconoció la escritura de su madre mientras desgarraba el sobre.
"Querido Vincent" —leyó—. "Voy a escribirte unas palabras antes de acostarme".
Metió la carta en el bolsillo de su pantalón con la intención de leerla durante sus momentos desocupados en el negocio. Peinó hacia atrás su cabello rojizo, se puso una camisa almidonada y anudó negligentemente una corbata negra, bajando luego a desayunarse.
Ursula Loyer y su madre, viuda de un pastor Provenzal, se ocupaban de un jardin de infantes para varoncitos que habían instalado en una casita al fondo del jardín. Ursula contaba 19 años, era esbelta y tenía grandes ojos sonrientes y un delicado rostro ovalado de suaves tonalidades. Vincent gustaba observar la alegría que irradiaba de su hermoso semblante.
La joven sirvió el desayuno con vivos movimientos, sin dejar de charlar mientras él comía. Van Gogh tenía 21 años y estaba enamorado por primera vez. La vida parecía abrirse ante él, y pensaba que sería un hombre dichoso si pudiera desayunarse frente a Ursula durante el resto de sus días.
La joven le sirvió una tajada de jamón con huevos y una taza de té muy cargado. Sentándose luego sobre una silla del otro lado de la mesa, se alisó los, bucles oscuros con la mano, sonriendo mientras le pasaba la sal, pimienta, manteca y pan.
—Sus plantitas están creciendo —dijo humedeciendo sus lindos labios con la lengua— ¿quiere venir a verlas antes de irse a la Galería?
—Sí —repuso él—. Si usted quiere... enseñarme donde están...
—¡Qué hombre tan extraordinario! ¡Planta plantas y luego no sabe dónde encontrarlas! Tenía la costumbre de hablar delante de la gente como si estuviese solo.
Vincent tomaba el café a grandes tragos. Sus modales, así como su cuerpo eran toscos, y no le era posible encontrar las palabras adecuadas para dirigirse a Ursula. Salieron al patio. Era una fresca mañana de abril, pero los manzanos ya habían florecido. Un jardincito pequeño separaba la casa de los Loyer del jardín de infantes, y hacía pocos días Vincent había sembrado amapolas y arvejillas. Algunas de las plantitas comenzaban a salir de tierra. Vincent y Ursula se inclinaron sobre ellas. Un agradable perfume natural emanaba del cabello de la joven.
—Señorita Ursula —comenzó diciendo el joven.
—¿Qué? —repuso ella elevando la mirada y sonriendo.
—Yo... yo... es decir...
—¡Dios mío! ¿Que está usted tartamudeando? —preguntó, y sin esperar contestación se alejó. El joven la siguió hasta la puerta del jardín de infantes.
—Mis niños pronto llegarán —dijo Ursula—. ¿No se le hace tarde para su empleo?
—Tengo tiempo. Solo necesito 45 minutos para llegar al centro.
No sabiendo qué agregar, la joven elevó ambas manos y comenzó a sujetar un pequeño rizo que se escapaba de su peinado. Su cuerpo grácil estaba espléndidamente formado para una niña tan joven.
—¿Y qué sucedió con ese cuadro del Brabante que me prometió para mi escuelita? —preguntó por fin Ursula.
—Pedí a César de Cock que se halla en París que me enviara un grabado para usted.
—¡Qué suerte! —exclamó la joven golpeando las manos—. ¡A veces... a veces es usted un encanto!
Sonrió y quiso alejarse, pero él la contuvo.
—Anoche, en la cama, estuve pensando en un nombre para usted —dijo "El ángel de los niños"...
—Ursula dejó oír una alegre carcajada.
—¡El ángel de los niños! ¡Voy a contárselo a mamá!
Esta vez logró escaparse y atravesando el jardín riendo, entró en la casa.
GOUPIL & COMPAÑÍA
Vincent tomó su sombrero y sus guantes y salió. A esa distancia del centro de Londres, el camino de Clapham tenía las casas bastante distanciadas unas de otras. En todos los jardines las lilas y los espinos se hallaban en flor. Eran las 8.30 y Vincent no necesitaba llegar a lo de Goupil antes de las nueve. Le agradaba caminar, y a medida que avanzaba, las construcciones se hacían más compactas y en las aceras aumentaba el número de hombres que se dirigían a sus trabajos. El joven se sentía animado de los mejores sentimientos hacia todos ellos. ¡Ellos también debían saber lo maravilloso que era estar enamorado! Se encaminó por el malecón del Támesis, cruzó el Puente de Westminster, pasó frente a la Catedral y al Palacio del Parlamento y entró en la casa señalada por el número 17 de Southampton Strand, sede de la sucursal londinense de Goupil & Compañía, Comerciantes en Obras de Arte y Grabadores.
Mientras atravesaba la sala principal con sus gruesas alfombras y ricas colgaduras, notó una tela que representaba una especie de enorme pez o dragón contra el que luchaba un hombrecito. Estaba titulada: "El Arcángel Miguel matando a Satanás".
...