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Antrpologia

camilo.almario1215 de Noviembre de 2012

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INTRODUCCIÓN

En el estudio de la ecología, se tiende a presentar a las diversas especies como moradoras de un nicho particular de un ecosistema: si existe un animal, o una planta, en particular, es porque existen unos recursos que ese animal o planta en concreto puede explotar, recursos que son además muy específicos y concretos para cada especie. Se habla, así, de que la evolución tiende a la diferenciación y a la especialización. Sin embargo, existe una especie actualmente que no sigue exactamente este mecanismo: la especie humana. El hombre es una especie desadaptada: su supervivencia no depende de lo bien que se amolda a un nicho ecológico determinado, puesto que realmente no está especializado en ninguna actividad física, como pueda ser alimentarse de un determinado modo, o poseer una alta capacidad reproductiva; empero, el hombre, como producto de la evolución, es el exponente actual de una determinada trayectoria, que otras especies han seguido, para encontrarnos en el momento actual. ¿Cuál es, pues, la característica que se ha ido perfeccionando en la línea evolutiva del hombre? Es sin duda la capacidad de modificar el medio que le rodea para, de esa forma, adaptarse adaptando. El hombre actúa, como los primates que le precedieron, produciendo un impacto en su entorno mucho más fuerte que cualquier especie anterior, y no sólo eso: de aquellas modificaciones que provoca, el hombre es el único animal capaz de sacar partido.

Para delimitar una rama del saber científico, es necesario señalar el campo de estudio que se quiere abarcar, si bien la acotación puede resultar a veces imprecisa (¿qué estudia la física?) y tengamos que conformarnos con una definición más pragmática que rigurosa. Así, decir que la antropología es una ciencia cuyo objeto de estudio es el hombre es impreciso y carente de utilidad; por tanto, debemos tratar de analizar mejor qué pretendemos llegar a conocer mediante la antropología, qué tipo de antropología queremos hacer. Tradicionalmente, el estudio del hombre ha estado en manos de las llamadas antropologías regionalistas: éstas, dándose cuenta de la profunda complejidad del problema humano, han delimitado su objeto de estudio a una parcela de la realidad humana en concreto. Este enfoque adolece de un error en su concepción propio de la ciencia clásica: considerar que se puede fragmentar la realidad humana (en general, toda realidad) y que los fragmentos así obtenidos gozan de las propiedades del todo, cuando son en realmente producto de una división arbitraria, que no tiene por qué conservar las mismas características, en particular la independencia respecto de las otras parcelas estudiadas. Una actividad concreta en el ámbito humano no es sólo esa actividad: también forman parte de ella todas aquellas relaciones que se establecen con el resto de elementos que conforman la realidad del hombre. Por tanto, si queremos estudiar una de ellas adecuadamente, las hemos de estudiar todas: ésta es la base de la antropología holística, que será aquella que afronte el estudio del hombre como un todo, sin desdeñar una parte en aras de una simplicidad artificial y por lo tanto falsa.

ACCIÓN Y CONDICIONAMIENTOS

Con el concepto de antropología holística ya delineado, podemos preguntarnos qué es el hombre. Para contestar a esta pregunta, será necesario situarnos: ¿Qué fenómenos utilizaremos como fuente de información? La realidad válida que vamos a considerar es la acción, aquella realidad que puede dar cuenta de todo lo humano. Es lo que el hombre está haciendo: podría considerarse como la conducta específica del hombre, aquella que, como ya hemos contemplado, le lleva a modificar el medio. Así, invirtiendo los términos, podemos decir que todo lo que el hombre es, es todo lo que el hombre hace.

Así pues, el hombre es lo que hace; por tanto el objeto de estudio de la antropología será la acción. Esta es primariamente un conjunto de acontecimientos biológicos y físicos, es aquellos hechos que acontecen por obra del hombre; pero no es exclusivamente eso: también engloba todo lo lingüístico y lo simbólico, que es más real para el hombre que el mundo físico en sí, ya que el ser humano percibe la realidad, y esta percepción es lingüística y mental: el propio saber científico es producto de la percepción, puesto que en su proceso de creación interviene la mente humana, además de que el hecho de someter un fenómeno a observación implica su distorsión y adulteración.

De esta manera, podemos dividir la acción en tres elementos formales: la materia, base de lo humano, condición indispensable para la existencia humana; el colectivo, base del aprendizaje y comunicador de la cultura: la vida humana requiere de él. Para que podamos hablar de un proceso de aprendizaje humano, tienen que existir maestros, ya que el humano no está programado y por tanto necesita aprender, especialmente dada la complejidad de su realidad: estos maestros son el colectivo; finalmente, el individuo, que modula el colectivo, introduciendo en él diferencias y variaciones provenientes de su propia realidad interior e independiente, ya que cada ser humano es un mundo aparte, no sólo en el sentido biológico, sino también mentalmente y, lo que no es tan obvio, lingüísticamente.

La acción es controlada por una serie de condicionamientos. Será preciso entender que este término tiene una doble significación: por una parte el condicionamiento puede ser coercitivo y representar una limitación a la acción humana: el hecho de que es necesario cubrir ciertas necesidades representa un condicionamiento de esta clase. Por otro lado el condicionamiento puede ser posibilitante, y permitirnos alcanzar grandes logros; este tipo de condicionamiento (la posibilidad de escribir “La Divina Comedia”, por ejemplo) es particularmente humano, en el sentido diferenciador de la palabra. Además, ambas modalidades pueden unirse en un concepto bifacetado: valga como ejemplo la libertad humana, que por un lado es limitante, pues comienza cuando se han realizado todas aquellas tareas “obligatorias” (comer, dormir o, más modernamente, ir al trabajo), pero por otro es también posibilitante; al fin y al cabo, todo condicionamiento humano tiene estas dos caras, en mayor o menor medida, siendo esta una característica que los diferencia de los condicionamientos que puedan tener otros seres vivos.

Acción y condicionamientos van unidos, puesto que éstos últimos determinan la primera. Por tanto, al clasificar los condicionamientos seguiremos las categorías proporcionadas por la clasificación que hemos establecido para la acción:

Los condicionamientos materiales son aquellos impuestos por la naturaleza del mundo físico: la abundancia y disponibilidad de los recursos biológicos, ecológicos, tecnológicos… determinan en gran medida a la acción.

Entendemos por condicionamientos colectivos aquellos determinados por el grupo: serán, pues, los económicos y los políticos. Entendemos economía no como la producción de bienes de consumo, sino como un modelo de producción: no tanto por el objeto sino por el modo. La economía es siempre un modo de producción grupal, siendo pues una manifestación de la colectividad del ser humano. La política será entendida como la administración del poder: es necesario un control de las capacidades del hombre en el contexto de lo colectivo.

Por último consideraremos los condicionamientos individuales, que separaremos en psicológicos, simbólicos y numinosos. Los condicionamientos psicológicos están basados en la personalidad, que es el elemento diferenciador entre los individuos y en ella se basan las distintas maneras de ver el mundo que poseemos. La riqueza y complejidad de la personalidad humana supera con mucho a la de los animales, si atendemos a que la conducta de distintos individuos de una determinada especie animal es más parecida entre sí que la de los humanos. Los condicionamientos simbólicos se basan en el hecho de que la especie humana es simbólica, puesto que es una especie cultural, y el paso de la biología a la cultura pasa por el símbolo. Los condicionamientos numinosos no deben ser menospreciados, ya que el hombre, a pesar de su base fundamentalmente material, siempre ha destinado gran parte de sus esfuerzos a la búsqueda de lo espiritual.

El objeto de la antropología holística es el estudio del hombre como un todo; por tanto, uno de sus retos será asumir el aspecto pluridimensional de la realidad humana e integrar estos condicionamientos en una teoría más generalizada e integradora sobre el hombre, que no tenga en cuenta sólo estos factores, meras abstracciones con un fin únicamente aclaratorio, sino también todas las interacciones posibles entre ellos y que, al fin y al cabo, conforman la verdadera naturaleza del hombre.

EL HOMBRE, UN ANIMAL CULTURAL

Anteriormente hemos establecido que el ser humano es una especie desadaptada, no especializada y que su falta de capacidades “naturales” le hace incompetente para resolver las dificultades de la supervivencia; por tanto su forma de sobrevivir es modificando el medio. La significación más evidente que se extrae de esta frase está plasmada a nuestro alrededor: desde este papel podemos levantar la mirada y no observar nada que no sea producto del hombre. Aunque tal vez sí, podríamos objetar: a través de la ventana puedo contemplar el cielo, o las montañas en el horizonte. Pero ¿podemos afirmar que percibimos algo no humano? Lo cierto es que no. El hombre es un animal simbólico: esto implica que llega a la percepción a través del simbolismo, o, lo que es lo mismo, que transforma, que

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