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BIOGRAFÍA DE PERIANDRO


Enviado por   •  24 de Agosto de 2012  •  Tesis  •  2.276 Palabras (10 Páginas)  •  442 Visitas

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INTRODUCCIÓN:

La filosofía se define como la interacción de los procesos de meditación, contemplación y análisis constante de los fenómenos o sucesos que ocurren a nuestro alrededor; es también investigación búsqueda seria y detallada de la verdad por medio de la razón.

Los orígenes de la filosofía se remontan a los pensadores, reconocidos generalmente como filósofos desde la antigüedad, hombres y pueblos reconocidos por su excelente raciocinio, entre los cuales se pueden mencionar a China, India y Grecia.

Este último pueblo ha dado al mundo a los pensadores más grandes y sabios de la historia del ser humano, Sócrates, Platón y Aristóteles son ciertamente los más grandes filósofos de la historia ateniense. No obstante Grecia ha sido la cuna de un número considerable de pensadores, conocidos en aquella época como los seis sabios de Grecia.

Periandro es uno de ellos y como parte fundamental del origen, desarrollo y evolución de la filosofía, se describe a continuación la vida, logros, datos curiosos, frases célebres y muerte de este personaje transcendental en la historia de la humanidad.

BIOGRAFÍA DE PERIANDRO

Tirano de Corinto, contemporáneo de los filósofos que preceden. No se sabe exactamente el año de su nacimiento, ni el de su muerte.

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Sucedió en el poder a su padre en el año 627. A.C. Desarrolló el puerto de Corinto, y construyó una rampa a través del istmo del mismo nombre, para que las naves pudieran ser arrastradas a través de los diolkos, evitando así la ruta marítima alrededor del Peloponeso. El dinero ganado de los diolkos permitió a Periandro suprimir los impuestos en todo Corinto. Sin embargo, el mismo personaje fue considerado, más adelante, un tirano malvado característico, como lo hace saber Aristóteles en sus escritos

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VIDA:

Es muy extraño que los griegos hayan dado el título de Sabio a un loco como PERIANDRO. Sin duda sólo han tenido en consideración sus máximas, sin hacer caso del desarreglo de su vida. Habló siempre como sabio y vivió como frenético.

Durante mucho tiempo, tuvo un comercio infame con Cratea, su madre. Un día hizo voto de erigir una estatua de oro en honor dé Júpiter si salía victorioso en los juegos olímpicos; en efecto, en los primeros juegos que se celebraron fue vencedor, más no teniendo dinero para realizar su voto, hizo despojar de sus alhajas a las señoras que se habían adornado magníficamente para asistir a una fiesta, y de este modo tuvo todo lo que le era necesario.

Periandro era hijo de Cipseles, de la familia de los Heráclides, y ejercía la tiranía en Corinto, ciudad de su nacimiento, bajo el reinado de Haliates, rey de Libia. Se había casado con Lisis, hija del príncipe de Epidauro; se le mostró siempre muy apasionado y le mudó el nombre de Lisis, llamándola Melisa. Tuvo dos lujos de este matrimonio; Cipseles, el mayor, parecía torpe y mentecato, pero Licofrón, el menor, tuvo un genio elevado, y era muy capaz de gobernar un reino.

Algunas mujeres interesadas dieron a Periandro sospechas sobre la conducta de su mujer, que a la sazón estaba embarazada. Periandro tuvo furiosos celos. Un día la encontró subiendo una escalera y le dio con el pie tan fuerte golpe en el vientre que la echó a rodar y la mató, como también al hijo que llevaba en el seno. Después se arrepintió, y para vengarse de las acusadoras de su mujer las mandó arrojar a una hoguera.

Cuando Procleo supo el modo con que su hija había sido tratada, mandó que le llevasen a sus dos nietos, a quienes amaba entrañablemente. Los tuvo algún tiempo en su poder para consolarse, y cuando los restituyó a su padre, los abrazó y les dijo: «Hijos míos, ya conocéis al asesino de vuestra madre.»

El mayor no entendió lo que estas palabras querían decir, pero hicieron tanta impresión en el ánimo del menor, que cuando estuvo de vuelta a la casa paterna, no quiso hablar con su padre, ni responderle a las preguntas que le hizo. Entonces el padre examinó al mayor, Cipseles, para saber lo que el abuelo les había dicho, más Cipseles, que no tenía buena memoria, le contó solo que los había tratado muy bien. Esta respuesta no satisfizo a Periandro, el cual sospechaba otra cosa. Tanto le instó, que Cipseles, por fin, se acordó de las últimas palabras que el abuelo les había dirigido al separarse, y se las refirió al padre. Periandro conoció entonces las intenciones de Procleo, y determinó vengarse de Licofrón, su hijo menor, obligándole a tener que implorar su misericordia. Para esto mandó a las personas que le habían dado alojamiento que le arrojasen de él, y Licofrón se presentó pidiendo asilo en otras muchas casas, más nadie quería admitirle, temiendo las amenazas del padre.

Encontró, por fin, algunos amigos que se compadecieron de su suerte, y que, aventurándose a las resultas, le dieron una habitación. Periandro entonces, publicó un bando imponiendo la pena de muerte a todo el que acogiese o dirigiese la palabra a su hijo. El temor de tan riguroso castigo llenó de espanto a los corintios, nadie se atrevía a acercársele; todos le miraban con terror, de modo que el desgraciado mancebo pasaba las noches en los pórticos de la ciudad. Cuatro días después, Periandro, que le vio medio muerto de hambre y de miseria, tuvo compasión de él y le dijo: «O Licofrón; ¿cual suerte es más apetecible, pasar una vida tan desgraciada como la tuya, o ser dueño de mi poder y de mis tesoros? Tú eres mi hijo, y príncipe de la floreciente ciudad de Corinto. El suceso que te ha exasperado tanto contra mí, y de que yo he sido la causa, me ha sido muy sensible. Pero tus desgracias son obra de tus manos, pues te las has ocasionado, irritando a quien debías obedecer. Ahora que conoces los efectos de tu obstinación contra tu padre, te permito que vuelvas a casa.» Licofrón, insensible como una piedra a las expresiones de su padre, le respondió con gran frialdad: «Tú mereces la pena que has impuesto a los otros, puesto que me has dirigido la palabra.» Cuando Periandro vio que era imposible vencer la tenacidad de su hijo, tomó el partido de alejarle de su vista, y le desterró a Córcira, país que le estaba sometido.

Periandro estaba muy irritado contra Procleo, a quien atribuía los disturbios que reinaban entre su hijo y él. Reunió tropas, se puso a su cabeza, y declaró la guerra a aquel príncipe. Esta empresa le salió tan bien como podía desear. Después de haberse apoderado de Epidauro, hizo prisionero a Procleo, y le retuvo en su poder, sin quitarle la vida.

Algún

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