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Cristobal Colon


Enviado por   •  22 de Octubre de 2013  •  2.955 Palabras (12 Páginas)  •  207 Visitas

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CRISTÓBAL COLÓN

Pocas figuras históricas han sido tan controvertidas y ofrecido tantos rasgos ambiguos como la del navegante que llamamos Cristóbal Colón, pese a que no nació con ese nombre. Es reconocido como el «descubridor de América», aunque él nunca lo supo y, desde un punto de vista estricto, no lo haya sido cabalmente. Su verdadera identidad, su lugar de nacimiento, su origen nobiliario o plebeyo, sus estudios o ignorancias, sus aventuras de juventud, sus ambiciones o mezquindades, sus conocimientos ciertos o delirios afortunados, se han prestado a numerosas disquisiciones y debates entre biógrafos e historiadores.

En lo que hace a su persona, los trabajos reunidos en la Raccolta Colombiana (Italia 1892-1896), el Documento Aseretto (hallado unos años después), las investigaciones de los eruditos españoles Muñoz y Fernández Navarrete y el más reciente Diplomatorio Colombino dan cuenta definitivamente de su origen genovés y humilde y permiten reconstruir sin mayores dudas ni lagunas los avatares de su agitada e intensa biografía.

Cristóbal Colón

Respecto a la importancia de su hazaña cabe señalar que fue sorprendente en lo geográfico y oportuna en lo político, pero no tan novedosa en lo científico como se suele afirmar. La ciencia de fines del siglo XV ya aceptaba que la Tierra era un globo esférico, sabía que teóricamente se podía llegar a las antípodas navegando hacia el oeste, conocía la existencia de islas y tierras septentrionales exploradas por vikingos y daneses, y suponía que quien intentara arribar a las Indias por el poniente podía tropezar en su camino con alguna «terra incógnita».

Desde la Edad Media existían especulaciones y leyendas sobre los límites del Mar Tenebroso. El irlandés san Barandrán habló ya de un gran continente y de «una inmensa isla con siete ciudades», e historias parecidas se registran en las tradiciones gaélicas, celtas e islandesas, mientras que los árabes peninsulares mencionan la expedición de los magrurinos que zarparon de Lisboa y «después de navegar once días en dirección al oeste y veinticuatro días hacia el sur» llegaron a unas tierras donde pastaban ovejas de carne amarga.

Ya en siglo XIV, el veneciano Niccolò Zeno dibujó un mapa en el que se definían claramente Groenlandia y las costas de Terranova y Nueva Escocia. Y unos años antes el cardenal Pierre d'Ailly, en su obra Imago Mundi, desarrolló con toda amplitud la idea de llegar a los dominios del Gran Kan (descritos por Marco Polo) tras una travesía relativamente breve hacia el oeste. El propio Colón estaba absolutamente convencido de que hallaría tierra firme «unas setecientas leguas más allá de las Canarias».

El proyecto no era nuevo, sino incluso popular, entre cartógrafos y navegantes como posible alternativa a la larga ruta de las especias; tanto, que uno de los mayores temores de Colón era que otro se le adelantara en cruzar el Atlántico. Pero lo que ni él ni los sabios o los marinos de ese tiempo podían imaginar era la inmensa extensión de la «terra incógnita» ni la inesperada vastedad del Pacífico. Ése fue el verdadero descubrimiento científico que se inició aquel día de 1492: no sólo apareció un «Nuevo Mundo», sino que el antiguo globo terráqueo se expandió a casi el doble del tamaño que se le suponía.

Un joven aventurero

El estudio comparado de diversas documentaciones permite asegurar que el futuro navegante nació en Génova y que tal hecho debió de ocurrir entre el 25 de agosto y el 31 de octubre del año 1451. Se le dio el nombre de Cristóforo, y fue el primer hijo del matrimonio formado unos cinco años antes por Doménico Colombo y Susana Fontanarossa. La familia estaba asentada en la Liguria desde por lo menos un siglo atrás, aunque sus miembros siempre fueron campesinos o artesanos sin medios de fortuna. El propio Doménico parece haberse trasladado desde Quinto a Génova alrededor de 1429 para aprender el oficio de tejedor. Los Colombo tuvieron otros tres hijos y una hija, Bianchinetta. Dos de estos hermanos Colombo habrían de jugar un papel preponderante y continuo en las aventuras y desventuras del primogénito: Bartolomé y Giácomo. Al segundo de ellos se le llamaría Diego en España.

Apenas tenía edad bastante cuando Cristóforo ayudaba a su padre en sus sucesivos trabajos como quesero y tabernero o lo acompañaba en viajes de negocios a Quinto o Savona. Era un chico despierto e inquieto, pero no consta que hubiera seguido ningún tipo de estudios. Lo que verdaderamente le atraía era el puerto, los relatos de marineros, las naves que llegaban de tierras lejanas. Génova era un importante centro del comercio marítimo y no le costaba mucho al joven Colombo enrolarse en barcos de las grandes compañías navieras de la ciudad, realizando diversos itinerarios mercantiles por el Mediterráneo. Así aprendió, en la práctica sobre cubierta, el oficio del mar. Hablaba con los pilotos de vientos y corrientes, leía las cartas marinas y ensayaba el uso de los instrumentos náuticos. A los veinte años era ya un buen marinero.

Tras su probable alistamiento en una expedición de la armada ligur a la isla griega de Quíos, que formaba parte de los dominios genoveses, en 1476 Cristóforo se embarcó en una flotilla comercial con destino a Flandes. Pero a poco de atravesar el estrecho un suceso providencial cambiaría la vida del joven Colombo. Era el momento en que portugueses y franceses apoyaban a Juana la Beltraneja en la lucha por la sucesión de Castilla, y navíos de guerra galos atacaban sin mayor razón que el bucanerismo al convoy genovés.

Hundida su nave, Cristóforo alcanzó a nado la costa lusitana. Poco después se encontraba instalado en Lisboa, como agente de la importante casa naviera Centurione, armadora de la flotilla atacada. Allí cambió su nombre por Cristóbal y su apellido por Colomo o Colom, mientras se le reunió su hermano Bartolomé, también marino e interesado en la cartografía.

Cuenta la tradición que los Colomo llevaban una vida aposentada y tranquila, y que el mayor acostumbraba oír misa en el convento de Santos. Allí se fijó en una de las pupilas, Felipa Moniz Palestrello, joven hermosa y de familia importante. La madre, Isabel Moniz era de noble linaje, emparentado con el de Braganza; el padre, Diego Palestrello, también genovés, estaba estrechamente relacionado con las empresas náuticas de la corona portuguesa y era a la sazón gobernador de la isla de Porto Santo, en el archipiélago de Madeira. Cristóbal pidió y obtuvo la mano de Felipa en 1477, y un año después nació un hijo al que bautizaron como Diego.

Bajo la influencia de su suegro, Colón se interesó cada vez más en los aspectos geográficos y científicos de la navegación, apartándose de su faceta meramente comercial.

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