Crítica. Tener una estructura narrativa que se asemeja a la de Ciudadano Kane

Crítica

Tener una estructura narrativa que se asemeja a la de  Ciudadano Kane,  la trama de  Amor inmortal  se apoya en los testimonios de personajes que vivieron en algún momento con Ludwig van Beethoven  (Gary Oldman) , la altura de la decadencia de su carrera y su salud.

Además de la exquisita dirección de arte y vestuarios, que recrean con excelencia el período histórico en que se pasa la trama, la óptima fotografía valora los escenarios y paisajes, sea realzando la suntuosidad de ambientes exquisitos, o reflejando en ellos el estado interior del protagonista.

Otro de los aspectos técnicos que se destaca es el diseño de sonido, que reproduce con exactitud la sordera de Beethoven en diversos momentos de la historia, lo que lleva al espectador a compartir con el personaje desde el momento angustiante a cabo en las calles en busca de Karl  ( Marco Hofschneider ) ,  a la hermosa momento en que toma unos segundos para darse cuenta de que estaba siendo ovación de pie por un público absorto.

El uso inteligente composiciones de Beethoven mismo en casi la totalidad de la banda sonora, poniendo de relieve la importancia de encontrar pasajes de la vida del compositor,  Bernard Rose  utiliza brillantemente el segundo movimiento de la  7ª Sinfonía en La mayor, op. 92 , para anotar los conflictos entre Beethoven y Johanna  ( Johanna ter Steege)  por la custodia de Karl, cuya profundidad se entiende sólo en el último acto de la película. Y, por supuesto, la hermosa desempeño de  Oda a la alegría , la  novena sinfonía , en el momento más sublime de la película, que es merece un párrafo aparte.

Beethoven sube al escenario para acompañar de cerca la ejecución de aquel que es el auge de su obra más famosa, ya partir de ahí comienza una alternancia entre escenas del teatro donde se encuentra ante la orquesta, y otras de un episodio marcante de su infancia. Toda la secuencia es de una belleza arrebatadora, y termina con Beethoven, aún niño, flotando sobre la superficie de un lago que refleja el cielo nocturno arriba. La cámara se va alejando del niño, que se pierde en medio de las estrellas. El simbolismo es simple y directo: en aquel que es su momento de mayor realización, Beethoven rememora el primer paso que dio en la infancia, lejos de la pobreza y del sufrimiento que lo rodeaban, y alcanza con su obra un nivel más elevado, que lo hace Se siente parte de algo más grande que él mismo.

La película podría perfectamente acabar sin perjuicio en la escena descrita en el párrafo anterior. Yo mismo la considero el final ideal, pero el director prefirió extenderse un poco más, y atar las puntas sueltas que se extendió en el transcurso de la historia, las cuales son bien resueltas, y emocionan en la medida correcta, pero no logran igualarse a la catarsis proporcionada Minutos antes.

Con un reparto de las interpretaciones competentes y equilibradas, hay, de por supuesto,  Gary Oldman , que hace un trabajo brillante, llegando a representar así el efecto de años en el carácter, y el deterioro físico y mental de Beethoven, con el apoyo de un buen maquillaje. Isabella Rossellini  también hace un gran trabajo jugando Anna Marie Erdödy.

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