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César Chirinos, Un Fabulador


Enviado por   •  2 de Abril de 2014  •  10.253 Palabras (42 Páginas)  •  277 Visitas

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César Chirinos, Un fabuladorISBN:

CÉSAR CHIRINOS,

un fabulador

© Centro Nacional del Libro

Dirección: Esquina de Pajaritos. Torre Norte

Centro Simón Bolívar, piso 20

Teléfono: 0212-4842083

Página web: www.cenal.gob.ve

© César Chirinos

César Chirinos, un fabulador

Caracas-Venezuela, 2014

Foto portada

Álvaro Silva, 2005

Diseño y diagramación

Clementina Cortés

Edición y Corrección

María Alejandra Rojas

Depósito Legal: lf6992014920612

ISBN: 978-980-6470-30-9

Impreso en la República Bolivariana de Venezuela

NOTA EDITORIAL

Desde el Instituto Autónomo Centro Nacional del Libro (CENAL) y el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, ofrecemos al público lector venezolano la presente selección de textos del escritor César Chirinos, quien –en esta oportunidad–

es el homenajeado de la 10ma Feria Internacional del Libro de Venezuela FILVEN, 2014. César Chirinos representa para todos y todas una de nuestras más preciadas plumas. Nuestra labor revolucionaria es en este momento promocionar

y honrar a nuestros artistas que, como él, elevan la calidad literaria de la patria en los diversos géneros literarios. Por tanto, los y las invitamos a acercarnos a su único y maravilloso

imaginario.

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DISCURSO EN EL TEATRO BARALT

18 de octubre de 2005

LECCIÓN DE VIDA DE UN FABULADOR

Deseo dedicar este discurso a mi familia directa,

a mi familia indirecta, y

especialmente a Régulo Díaz,

Kuruvinda, quien examinó toda su vida el

proceso mitológico e histórico de lo que tiene ser y es Maracaibo.

Alguien ha dicho que debajo de las fábulas existen las verdades.

Desde la infancia-juventud mi soñar despierto fue ser fabulador, más de la voz literaria o escrita que de la oral. Más que de idea o de motivación, vivía en esa época en las nubes, acosado por un fantasma llamado palabra. En el aula, en lo escolar, lo que hice fue seguirle la huella a la palabra y no a la escuela. Como caído de las nubes, me doy cuenta que la palabra, en su conocimiento elemental de lo que es y tiene ser, está fuera de quicio, es decir, fuera de orden. Mi soñar despierto entonces se convierte en una confusión, pues la palabra escolar, la de la calle y la del hogar están completamente

distanciadas una de otra. A partir de esta paradoja y contradicción de la palabra, tomo como plataforma de mi deseo

de fabulador el factor que interviene en la consideración

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de los acontecimientos, pero cuya influencia es difícil de precisar,

y a esto le sumo el conjunto de representaciones que sugiere la palabra, de acuerdo a la lingüística y la lógica. Si a esta teoría o especulación agregamos que el bicho viviente o persona es virtual o potencialmente bifronte o dualista, debemos aceptar que la raíz humana es teatral.

Comienzo a garrapatear o garabatear papeles a partir de estas consideraciones; crónicas y poesías que no muestro a nadie y que mantengo en secreto hasta el día que piso la superficie de la zona portuaria de Maracaibo. Tengo 17 o 18 años, he dejado atrás un poco mi “uso de razón” y mi sentido común, para entrarle de frente y sin prejuicio a un universo sofisticado, visceral, patas arriba, de “olla de grillo” y “cajón de sastre” en lo híbrido y lo telúrico Caribe y en el mezclaje de razas, costumbres, religiones, culturas, y especialmente

de voces de gramática ortodoxa y gramática parda, voces elevadas al ritmo y la concordancia y voces de jerga de un monipodio centellador al margen.

Inmediatamente que capto aquel universo, a mi soñar despierto llegan imágenes y voces simbólicas acompañadas de utopía, mito, leyenda e historia, representadas en la literatura

sin palabras de los músculos tatuados.

Descubierto el teatro en el hombre y su palabra, descubro,

en la imagen del suceso y viceversa, el cuento que viene a ser una causa o razón de un hecho que el artista escritor examina para darle continuación de testimonio o hacer de él, un arte transmisible socialmente, cambiando su desenlace. Llega un momento en la etapa de mi aprendizaje literario que me pregunto ¿cómo llegar a precisar con la palabra?

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La respuesta me la dio tiempo después un paremiólogo de Aruba, compañero de oficina, quien en sus ratos libres investigaba

y estudiaba la raíz de los refranes en el Caribe para enviarlos a una publicación en su país de origen, y al mismo tiempo, escribía poesía macarrónica usando un latín caricaturesco;

una experiencia-experimento que había hecho de su lengua un instrumento magistral y de su intelectualidad, una forma de pensamiento que recurría a las relaciones de participación para modificar la realidad, que caracteriza a una licencia poética fuera de quicio, fuera de orden y de serie.

La palabra no es para precisar –me dijo un día– , la palabra

sólo sirve para que las cosas sean historias iniciáticas, que se convierten en lecciones de vida. ¿Cómo? Entendiendo algo que no está expreso en un discurso o escrito pero que está implícito en ellos, o advirtiendo la segunda intención de una licencia poética o de un fabulador. Si se busca una motivación o razón de pensamiento mágico, de barroquismo o rebuscamiento, de gramática parda o de la picaresca, del esperpento o el disparate, de la comedia satírica o del teatro que exprese lo absurdo de la condición humana en una “olla de grillo” o “cajón de sastre” como es el Maracaibo Caribe o en lo que tiene de ser o es, entonces hay que buscarlas en ese paremiólogo, que podía entrever sueños y magias con su instrumento lengua magistral Caribe. ¡Qué gran demiurgo este personaje de la aventura de agua-palabra que traía del olvido la pertenencia y el compromiso de testimonios de vida telúrica e híbrida, perdidos en el mar de la reminiscencia

de nuestra historia volcánica!

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Si quieres ser fabulador –me dijo la última vez que lo vi– tendrás que ser primero inventor y descubridor, pues toda fábula

debe ser verosímil. Antes de sentarte a escribir tu fábula debes descubrir el engaño y descubrir el engaño es descubrir un tesoro, pues es descubrir la verdad. Podéis usar toda la fantasía que se te antoje siempre y cuando tu literatura sea verosímil.

Esta lección de vida me la dio él después de enseñarle yo mis papeles garrapateados o garabateados escritos con lápiz

en la época de mi infancia-juventud. Negó todo lo que en ellos había y concluyó diciendo que esos papeles no servían para nada, pues mi persona no tenía presencia en

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