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Enviado por   •  10 de Febrero de 2014  •  7.010 Palabras (29 Páginas)  •  228 Visitas

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La democracia como valor universal Amartya Sen

MAPAMUNDI TOMADO DE “INSULARIUM ILLUSTRATUM”, HENRICUS MARTELLUS,

EN JAY A. LEVENSON (ED.), CIRCA 1492: ARTE IN THE AGE OF EXPLORATION, 1991, p. 230.

En el verano de 1997, durante una entrevista para un destacado periódico ja- ponés, me preguntaron cuál era, desde mi punto de vista, el acontecimiento m á s r e l e v a n t e d e l s i g l o X X. M e p a r e c i ó q u e s e t r a t a b a d e u n a d e e s a s p r e g u n t a s raras que obligan a la reflexión, dado el gran número de sucesos importantes

Discurso pronunciado en el Congreso por la Democracia celebrado en Nueva Delhi (febrero de 1999), to- mado del Journal of Democracy, julio de 1999, vol. 10, número 3, pp. 3-17, The John Hopkins University Press and National Endowment for Democracy.

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que han tenido lugar en los últimos cien años. Los imperios europeos, en con- creto el británico y el francés, que tuvieron tanto peso en el siglo XIX, han des- aparecido. Hemos sido testigos de dos guerras mundiales. Hemos presenciado el ascenso y la caída del fascismo y el nazismo. El siglo ha visto el nacimiento del comunismo y su caída –en el antiguo bloque soviético– o su transformación radical –en China–. También hemos visto el desplazamiento de la preponde- rancia económica de Occidente hacia un nuevo equilibrio económico en el que Japón, el este y el sudeste asiáticos juegan un papel mucho más destacado. Y pese a que dicha región tiene actualmente algunos problemas económicos y fi- nancieros, ello no invalida el cambio en el equilibrio de la economía mundial que se ha desarrollado durante las últimas décadas y, en el caso de Japón, du- rante prácticamente todo el siglo. Estos últimos cien años no han estado preci- samente faltos de acontecimientos importantes.

Pero en última instancia no tuve ningún problema para escoger el más des- tacado entre la gran variedad de sucesos que han tenido lugar en este periodo: el ascenso de la democracia. No quiere decir que le reste importancia a otros acontecimientos, pero creo que en el futuro, cuando se vuelva la vista atrás y se detenga en el siglo XX, será difícil que no se le conceda la primacía al esta- blecimiento de la democracia como la única forma de gobierno aceptable.

La idea de la democracia, por supuesto, tuvo su origen en la antigua Grecia, hace más de dos milenios. También hubo intentos poco sistemáticos de demo- cratización en otros lugares, incluida la India. Pero realmente fue en la antigua Grecia donde tomó forma y se puso en práctica de verdad –aunque a una es- cala limitada– antes de colapsar y ceder el paso a formas de gobierno más auto- ritarias y asimétricas. Nada parecido ocurrió en otro sitio.

Tuvo que pasar mucho tiempo para que surgiera tal y como la conocemos hoy en día. Fueron varios los acontecimientos que permitieron su gradual y fi- nalmente exitosa instauración como sistema efectivo de gobierno, desde la fir- ma de la Carta Magna en 1215 hasta la universalización del sufragio en Europa y Norteamérica en el siglo XX, pasando por las revoluciones francesa y norte- americana del siglo XIX. Sin embargo, sólo en el siglo XX llegó a establecerse como la forma “normal” de gobierno a la que tiene derecho cualquier nación, sea en Europa, América, Asia o África.

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La idea de la democracia como compromiso universal es bastante nueva y, en esencia, un producto del siglo XX. Los rebeldes que impusieron restriccio- nes al rey de Inglaterra mediante la Carta Magna veían sus necesidades como algo absolutamente local. En cambio, los independentistas norteamericanos y los revolucionarios franceses dieron un gran impulso a la comprensión de que la democracia es necesaria como sistema general. El objetivo práctico de sus demandas, sin embargo, no excedió el ámbito local, quedando confinado a los dos lados del Atlántico Norte y sobre las bases de la historia económica, social y política de la región.

A lo largo del siglo XIX era habitual que los teóricos de la democracia se pre- guntaran si tal o cual país “estaba preparado para la democracia”. Tal forma de pensar no cambió sino hasta el siglo XX, con el reconocimiento de que la pre- gunta misma era un error: un país no tiene por qué estar preparado para la democracia, sino más bien estar preparado mediante la democracia. El cambio fue decisivo, pues hacía extensible el alcance potencial de la democracia a mi- les de millones de personas, cualquiera que fuera su historia, su cultura o su nivel económico.

También fue en este siglo cuando finalmente se aceptó que el “sufragio para todos los adultos” quería decir todos, incluyendo a las mujeres. Cuando en enero de 1999 tuve ocasión de conocer a Ruth Dreyfuss, presidenta de Suiza y mujer de notable nivel intelectual, recordé que hace tan sólo un cuarto de si- glo las mujeres de ese país ni siquiera tenían derecho al voto. Por fin hemos llegado a reconocer que la aplicación del concepto de universalidad, como el de misericordia, no debe ser selectivo.

Sin duda, la aspiración de universalidad de la democracia debe enfrentar desafíos que adoptan múltiples formas y que proceden de las más variadas di- recciones. De hecho, parte del presente ensayo trata sobre ello, pues en él ana- lizo la afirmación de la democracia como valor universal y la controversia alre- dedor de esta afirmación. Pero antes de comenzar ese análisis es necesario comprender con toda claridad en qué sentido la democracia se ha convertido en la principal creencia del mundo contemporáneo.

En cualquier época y ambiente social existen creencias generalizadas que son respetadas como una especie de norma universal, algo parecido a la confi-

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guración “por defecto” de un programa de ordenador; son consideradas correc- tas mientras no se demuestre lo contrario. Aunque la democracia no se ha lle- vado a la práctica universalmente ni ha sido uniformemente aceptada, la forma de gobierno democrática es considerada en la actualidad, dentro del clima ge- neral de la opinión internacional, como la correcta. Así pues, son los que deni- gran el sistema democrático los que deben justificar su postura.

Pero este viaje histórico es bastante reciente. No hace mucho, los defenso- res de la democracia en Asia y África se veían en apuros a la hora de defender sus puntos de vista. Si bien actualmente tenemos razones suficientes para re- batir a aquellos que, implícita o explícitamente, niegan la necesidad de la de- mocracia, debemos dejar muy claro cómo fue cambiando el estado de opinión general a lo largo de varios siglos. No tenemos que empezar de nuevo por ex- plicar si un país u otro (Sudáfrica o Camboya

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