EL SER HUMANO, ANIMAL SIMBÓLICO
Enviado por gabv • 15 de Noviembre de 2013 • 2.241 Palabras (9 Páginas) • 471 Visitas
EL SER HUMANO, ANIMAL SIMBÓLICO
por Juan José Tamayo-Acosta
CLAVES PARA LA REFLEXIÓN
El ser. humano, animal simbólico
H/ANIMAL-SIMBOLICO: El ser humano ha sido definido como animal simbólico. La definición no puede ser más certera, pues uno de los rasgos que lo definen y le diferencian del resto de los animales es su capacidad de simbolización, que empieza con el lenguaje y culmina con la simbolización de la relación de la persona con el mundo y las cosas. El símbolo no es algo exclusivo de los niños y niñas, de las personas neuróticas, o de los pueblos llamados «primitivos». Resulta consustancial al ser humano, constituye una parte fundamental de su vida espiritual y es anterior al lenguaje y a la razón discursiva. Ser persona, dirá Vergote resumiendo las aportaciones de las principales antropologías de nuestro siglo, es «simbolizar la existencia».
SIMBOLO/QUE-ES: El ser humano puede representar el mundo de dos maneras: directa e indirectamente. La directa tiene lugar cuando la cosa se representa «en carne y hueso» y se hace presente al espíritu en sí misma. La indirecta sucede cuando el objeto está ausente y se le re-presenta al ser humano en imagen. Una de esas formas indirectas de re-presentación es el símbolo.
La palabra «símbolo» proviene del verbo griego symballein, que, en su forma transitiva, significa poner en común, reunir, intercambiar y, en su forma intransitiva, encontrarse, juntarse. El sustantivo sym-bolon significa conjunción, pacto, reunión de las dos partes en que se dividía el objeto.
El símbolo antiguo indica un objeto que se rompe en dos partes iguales de forma que cada uno de los firmantes de un pacto se queda con una parte. Cada parte por separado carece de valor. El valor simbólico radica en la relación de una mitad con la otra. La unión de ambas partes llevada a cabo por los portadores es lo que constituye la prenda del pacto. La reunión de las partes escindidas lleva al reconocimiento, a la identificación y al encuentro.
Veamos un ejemplo tomado de uno de los cuentos más conocidos y populares: el zapato de cristal de Cenicienta.
Cenicienta era hija de un hombre muy acaudalado que, tras enviudar, volvió a casarse con una mujer aviesa. Del matrimonio con esta mujer nacieron dos hijas. Cenicienta era maltratada por su madrastra y despreciada por sus hermanastras. Tras sortear muchas dificultades y contar con la complicidad favorable del hada, logra asistir a la fiesta organizada por el padre del príncipe para que éste eligiera esposa. El hada regaló a Cenicienta unos bellísimos y llamativos zapatos de cristal. Durante toda la velada estuvo bailando con el príncipe, que se enamoró de ella, sin saber quién era ni de dónde venía. Pero llegadas las doce de la noche, tuvo que abandonar la fiesta y volver a su casa en cumplimiento de la promesa hecha al hada. Al bajar las escaleras del palacio a toda prisa, perdió uno de sus zapatos de cristal. El duque visitó todas y cada una de las casas de la ciudad para comprobar de qué doncella era el zapato, pues ella sería la que habría de casarse con el príncipe. Todas las doncellas se probaron el zapato, pero a ninguna le entraba en el pie. La única capaz de calzarlo fue Cenicienta, que, a su vez, poseía el otro zapato que hacía juego con el que traía el duque. El zapato sirvió de reconocimiento y permitió el encuentro y el ulterior matrimonio entre Cenicienta y el príncipe.
Símbolo, sentido y profundidad
El símbolo representa algo que va más allá de su significado inmediato y del alcance de la razón. Muchas cosas escapan al alcance del entendimiento humano y requieren de la mediación del símbolo para su expresión y comunicación.
El símbolo se caracteriza por poseer un plus de sentido. Añade un nuevo valor a una acción o un objeto, convirtiéndolos en algo abierto que lleva a la profundidad de lo real. En ese sentido, remite a experiencias, aspiraciones y niveles profundos de la existencia humana y de la realidad cósmica que no son expresables por la vía de la razón teórica o del discurso racional, ni encuentran traducción adecuada por vía conceptual. Éste es el caso de experiencias humanas fundamentales como la vida, la muerte, el sufrimiento, la alegría, el amor, el miedo, la esperanza, la fe, la compasión, la reconciliación, el perdón, la fraternidad, la felicidad, la fidelidad, la confianza. El ser humano recurre a los grandes símbolos que ha tejido la humanidad en su historia y prehistoria y que están presentes en las diferentes culturas y religiones para expresar esas experiencias: el agua, el aire, el fuego, la tierra, el cielo, el abismo, el árbol, la luz, el sol, el pecado original, el camino, el éxodo, animales, plantas, constelaciones, etc.
Lo expresa bellamente y con precisión ·Mircea-Eliade: «El símbolo revela ciertos aspectos de la realidad -los más profundos- que se niegan a cualquier otro medio de conocimiento. Imágenes, símbolos, mitos, no son creaciones irresponsables de la psique, responden a una necesidad y llenan una función: dejar al desnudo las modalidades más secretas del ser» 1.
Las experiencias y aspiraciones profundas permanecen en el umbral de la consciencia y arriban a la consciencia por la vía de los símbolos. «El aspecto inconsciente de cualquier suceso -afirma Jungse- nos revela en sueños, donde aparece no como pensamiento racional, sino como una imagen simbólica» 2. En el inconsciente está la «matriz del espíritu humano y de sus invenciones», sostiene el mismo autor.
El símbolo viene a constituir una especie de puente que relaciona dos sentidos: el literal y aquel al que remite el literal. La relación entre ambos sentidos es profunda e interna. A diferencia del signo, que remite a algo distinto de sí mismo, el símbolo nos introduce en el orden cultural, religioso, ritual y cultural, del que él mismo forma parte. El significante tiene que ver con el significado.
El símbolo presencializa una ausencia y actualiza algo que no puede alcanzarse, que es imposible de percibir o no es conocido. Lo específico del símbolo es ser epifanía del misterio, manifestación de lo indecible. El símbolo nos abre a la trascendencia en el seno de la inmanencia, apunta a la presencia en medio de la ausencia, remite a la comunicación cuando se experimenta la soledad. Pero precisamente por su carácter inexaurible, el símbolo, además de desvelar, vela, además de manifestar, oculta, para no disolver el misterio.
El símbolo realiza aquello a lo que remite: el silencio o el pésame en un duelo constituyen una presencialización del acompañamiento y de la solidaridad en el dolor; un efusivo
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