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EVA BERTINOVSQUI


Enviado por   •  13 de Junio de 2012  •  Trabajo  •  27.202 Palabras (109 Páginas)  •  331 Visitas

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MARÍA

EVA BERTINOVSQUI

Contenido

1 – MARIA EVA 1º BERTINOVSQUI 3

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Pequeño Paréntesis Nº 1 59

1 – MARIA EVA 1º BERTINOVSQUI

¡Lo había derrotado! No, no sólo eso ¡Lo había derrotado con protocolo y todo! ¡¡Una mujer!!.

Se levantó, con el orgullo herido de gravedad, y ella le apoyó la parte roma de la espada en su garganta. Se notaba que él estaba mal, pero ella estaba fresca como una lechuga y tranquila ante esa victoria. Ahora que la veía ¡¡¡era una niña!!!¡¡Una niña de trece años!!.

Se aclaró la garganta

Peleas bien para ser tan joven –dijo

El que lo dice mucho que no hablar –dijo ella sorprendida

¡Claro que puedo! Pasé toda mi vida entrenándome, pero venía…

¿Y quién le dijo que yo no? ¿Cómo sabe quién soy yo? O yo quién es usted? – le preguntó sorprendida ante la arrogancia de su interlocutor y su obvia despreocupación en el efecto que esas palabras pudiesen efectuar entre ambos

No debes ser más que una campesina, una campesina vulgar, desagradable y muy insolente.

En parte es cierto, pero aún no sabe quién soy yo, ni yo sé quién es usted. Habla con mucha libertad como para ser un campesino cualquiera, y viste demasiado elegante también. Suena como si tuviese algo que ver con la familia o la categoría del Faraón, como si fuese un escriba o un mago, aunque por su arrogancia y su poca capacidad de percepción debe ser mago: Importante tal vez, o malcriado, da igual. No recuerdo que haya entrado en esta ciudad una caravana, que seguro necesitarías, por el sur; por lo que debió hacerlo por el norte… por lo cual usted es del Alto Egipto. Es raro, nadie de por allá suele venir por acá. ¿Puedo saber la razón de una visita tan especial y que esa visita se realice con tanto disimulo como para que no haya fiestas y bailes, y festejos por su llegada?

Él, sorprendido por un monologo tan acertado, estaba a punto de responderle de mala manera que no, que de ninguna manera, cuando un capataz interrumpió todo

¡Bertinovsqui! Se le terminaron los cinco minutos reglamentarios y los diez extras ¡vuelva a trabajar!

Pero, señor, estoy esperando una respuesta de este noble

Ya sabemos que podrías hacer eso a un noble aquí, pero no vino ninguno por el sur, y por el norte jamás vienen. Sácale esa espada del cuello y úsala para lo que mejor sabes hacer.

Ella obedeció, en parte, sacándole la espada del cuello, pero lo pinchó para que se levantara, cosa que el otro hizo disgustado hasta no poder más. El capataz se apresuró a arrodillarse y a hacer una reverencia. Ella sólo inclinó la cabeza con una sonrisa en los labios.

¡Señor! Lamento las descortesías, señor –dijo haciendo otra reverencia. No tenía idea de que, de verdad, fuese una persona del Alto Egipto, señor. Y, aunque ella sí, señor, no la castigue por favor. Es una mujer importante aquí… aunque de donde usted viene es algo realmente incomprensible eso. Ella no tenía idea de que usted era el mago más poderoso de la corte, y el favorito de Agadmenon, y su hijo, el joven Atem.

Tengo noticias para vuestro intendente. Y algunas algo viejas al parecer.

Eh… está bien, señor. María Eva, llévalo y usa lo mejor.

Sí, jefe –dijo ella y le indicó al mago que la siguiese. Lamento haberle ofendido, señor –dijo mientras lo miraba. Parecía divertida

El mago no pudo menos que mirarla a los ojos, y perdió por un segundo la noción de la realidad, y se vio sólo, sólo con esos ojos hasta que ella parpadeó y él volvió a la realidad. Le sorprendió que después de lo que había pasado lo tratase como a una persona del pueblo. Era, incluso más grande que ella.

Justo en el momento en el que ella se callaba notó que le había estado hablando pero no le pidió que repitiese lo que había dicho, porque era algo medio raro, y no le importaba realmente nada de lo que ella dijese. No la volvió a mirar a los ojos, porque no quería volver a sentirse sólo con esos ojos, no era una sensación correcta, no quería tenerla, sobre todo, porque ella era menor en todo: tal vez, incluso en edad. Él tenía una misión, que no incluía aliarse con personas menores como esa niña de pueblo, aún si charlaba con él diciéndole la vida de él.

Ella sin embargo, no presentó muchas dificultades para ser ignorada, de hecho ni siquiera habló aparte de lo que ya había dicho, miró por la ventanilla. El jamás adivinaría en qué estaba pensando.

Ella pensaba en la situación. Jamás había una visita de la corte del Faraón. Esta era la primera, y había empezado con el pie izquierdo. Sabía que alguien tan importante como el parásito que tenía en frente se dignara a visitar esa ciudad tan chica y alejada de la capital como era la que albergaba a ese tipo necesitaría un motivo. Sólo había un posible motivo: que buscasen a la Feroz promesa, que era ella. Habían descubierto que nada ni nadie le ganaba mientras tuviese un sable en la mano, o cualquier cosa que cortara. No era nada femenino, pero la había ayudado siempre. Tanto a ella como a su madre, que también era buena con las espadas.

Cuando pararon en la casa donde vivía el intendente, pidió una entrevista urgente para que “ese noble caballero no perdiese más tiempo”. Tenía ganas de decir “así este parásito se va de acá” pero sabí que cuando la obligasen a ir allá, él tendría más poder que ella, y podría tenerla en sus manos. No quería que tomara revancha, pese a que ya se había pasado de la raya.

Vio traspasar al presumido con toda tranquilidad, y así siguió, hasta que el Intendente exclamó un ¿¡Qué!? que traspasó la puerta. Ahí se preocupó. Tal vez había una guerra, o tal vez, habían escuchado de las habilidades de su madre para el manejo de las horas solares. Ambas tenían algunas habilidades si bien las callaban.

Después de unos veinte minutos, que los pasó charlando con las personas que estaban ahí de los posibles motivos de la sorpresa del Intendente, apareció la cabeza de éste en el borde de la puerta, y la buscó con la mirada. Se levantó y fue hasta allá si bien no había dicho a quién buscaba, el Intendente dejó que pasara. Cuando entró la cara de escepticismo del invitado de indicó que, efectivamente, la buscaban a ella.

¿Ella? –preguntó sorprendido- ¿Una mujer? ¿Una mujer entrometida, para colmo? ¿Esta es la Feroz Promesa de esta tonta ciudad?

Sí, señor… le dije que no era lo que usted podía llegar a pensar, señor, pero no se deje engañar, señor, porque puede parecer sólo una peleadora de palabras, pero con las espadas es una verdadera

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