El Valor De La Escritura En Un Estudiante Universitario

Comentario crítico sobre un artículo de ortografía.

Desde luego la corrección ortográfica es necesaria para preservar una lengua de la misma forma que es necesaria para demostrar un nivel básico de cultura, sin embargo y en palabras de Saussure: “el lenguaje es el vehículo de la comunicación y su única máxima es hacer que el mensaje sea comprendido por el destinatario”. Si yo escribiese “la baca es un mamífero que da leche”, desde luego incurro en un error que pone de manifiesto mi bajo nivel cultural, pero por otra parte ¿no ha entendido todo el mundo lo que quiero decir? La lengua ha de servir a la comunicación, si esta máxima se cumple y se respeta un mínimo la norma ortográfica con el fin de preservar nuestra lengua y nuestro honor cultural... ¿no son los ligeros deslices ortográficos perfectamente comprensibles?

Sin duda a la hora de examinar a los alumnos es necesario, sea cual sea su carrera, calificar no solo los contenidos sino también la ortografía, pero ¿hasta el punto de suspender a un alumno por un par de faltas de ortografía? Pongámonos en la situación de que un alumno estudia durante dos meses la literatura indígena americana, se examina (¡en dos horas!) y demuestra de forma sobrada sus conocimientos sobre el tema, ¿es lícito suspenderlo por escribir tres palabras sin hache o sin acento? Seamos serios, todos hemos leído alguna vez un libro y nos hemos encontrado con alguna falta de ortografía en su redacción, aún cuando el autor es un filólogo titulado apoyado por los correctores de una editorial y su propio ordenador... ¿deberíamos retirar el libro del mercado?

El artículo recoge frases como esta de Luis Pardo, catedrático de Filosofía en la Complutense: “(...) si escribe el “dever ser” con uve. Hay que suspenderle, claro está”. Y otras de un profesor de Comunicación anónimo: “La comunidad educativa tiene cada vez más miedo a imponerse. Los alumnos se atreven a decir y hacer cosas que en nuestra generación nunca habríamos hecho, y los profesores se asustan (…) o sencillamente evitan los problemas (…) y lo último que les apetece es enfrentarse a reclamaciones y quejas. Esto último son palabras de un hombre que prefiere mantener su anonimato y que, sin duda, anhela los viejos tiempos.

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