El padre de la quimica moderna Lavoisier

El padre de la química moderna.

Antoine Laurent de Lavoisier. (Paris, 1743 – id, 1794) Químico francés, padre de la química moderna.
La revolución científica de los siglos XVI y XVII arrinconó muchas antiguas creencias y dejó atrás disciplinas de mucha tradición, como la alquimia. Pero pese a las numerosas aplicaciones prácticas y conocimientos acumulados, en la segunda mitad del siglo XVIII la química seguía siendo una verdadera ciencia. A menudo los investigadores se limitaban a anotar y describir cuidadosamente sus técnicas y experimentos, sin que de ello fueran válidas que explicarían los fenómenos estudiados.

Antoine Lavoisier es considerado el fundador de la química moderna, por haber emprendido el éxito de su interpretación y sistematización de sus conocimientos. Superó las nebulosas hipótesis heredadas de la alquimia y proporcionó nuevos conceptos y principios fundamentales a la química para constituirse en nueva ciencia.

En 1766 recibió una medalla de oro de la Academia de Ciencia en Francia por un ensayo sobre el mejor método de alumbrado público para las grandes poblaciones. En 1768 presentó una serie de artículos sobre análisis de muestras de agua que fue admitido en la Academia de Ciencia.

En 1771 se caso con Marie Paulze. Un año antes, se había ganado Lavoisier una merecida reputación entre los científicos al demostrar la falsedad de que el agua podía ser convertida en tierra mediante sucesivas destilaciones, sometiendo a ebullición durante un mes un recipiente lleno de agua cerrado herméticamente. Lavoisier obtuvo, al igual un poso terroso en el fondo. Sin embargo observó que el recipiente y su contenido pesaban lo mismo que antes de la ebullición, y tras separar el poso, notó que tampoco el volumen del agua se había alterado. En cambio, el peso del recipiente vació se había reducido en una magnitud igual a la del pozo.

Tal experiencia fue la primera de las sucesivas confirmaciones del principio de conservación de la materia obtenidas por Lavoisier. La hipótesis no era desconocida entre ellos, pero chocaba con las ideas tradicionales.

El primer intento científico en explicar la combustión fue por Van Helmont. Pero Georg Stahl desarrollo principalmente la teoría del flogisto a finales del siglo XVII. Según la teoría, los materiales combustibles contenían una sustancia que emitían al arder a la que se le denomino flogisto. De acuerdo con esta teoría, un material no combustible, como cenizas no ardería porque el flogisto que contenía el material inicial ya había sido expulsado.

A partir de 1772, la especulación acerca de la naturaleza de los cuatro elementos tradicionales llevó a Antoine Lavoisier a emprender una serie de investigaciones sobre el aire en las reacciones de combustión. De los numerosos experimentos que llevaría a cabo para esclarecer la cuestión, el primero con trascendentales consecuencias se centró en una de las sustancias que aumentaban de peso en la combustión: el estaño. Después de calentar con fuego un recipiente herméticamente cerrado que contenía estaño, Lavoisier constató que efectivamente se había incrementado el peso del metal, pero que el peso total del recipiente y su contenido no había variado, y que el incremento del peso del estaño correspondía exactamente con la disminución del peso del aire.

Experimentos similares con metales como mercurio, el platino y otros elementos como el fósforo y el azufre lo llevaron a establecer un nuevo concepto de combustión y a describir con exactitud la naturaleza del aire. Antoine Lavoisier acertó a distinguir entre un aire que no se combina tras la combustión o calcinación (nitrógeno) y otro que sí lo hace, al que denominó oxígeno. El aire, entendido desde la Antigüedad como uno de los cuatro elementos, no era en consecuencia una sustancia simple, sino una mezcla de dos gases. Lavoisier estableció que todos los fenómenos ordinarios de combustión consisten en la combinación del oxígeno atmosférico con la sustancia combustible.

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