Ensayo Sobre Bestiario Julio Cortazar
Enviado por charlos • 21 de Julio de 2011 • 2.544 Palabras (11 Páginas) • 6.329 Visitas
BESTIARIO (1951)
Bestiario es la primera obra en la que Julio Cortázar dice sentirse "realmente seguro de lo que quería decir"
Se trata de ocho cuentos, en los que aparecen perfectamente entrelazados algunas características esenciales de la narrativa de Cortázar: el humor, el absurdo y lo fantástico
Los cuentos de Bestiario son, según el propio autor, estructuras cerradas que no Problematizan más allá de la literatura.
"Varios de los cuentos de Bestiario fueron, sin que él lo supiera aeroterapias de tipo psicoanalítico.
El vivía con su madre en esa época, de golpe, empecé a notar que al comer, antes de llevarse un bocado a la boca, lo miraba cuidadosamente porque temía que se hubiera caído una mosca.
La casa tomada
Donde dos hermanos, peculiar pareja adánica, son expulsados de su pequeño y cerrado "paraíso" y arrojados a la vida, a un mundo desconocido. Significativamente lo único que consiguen "salvar" de la casa es un reloj, que les recuerda obsesivamente su condición de mortal. Cortázar explica así ese cuento:
Ese cuento fue resultado de una pesadilla. Soñé ese cuento. Sólo que no estaban los hermanos. Había una sola persona que era yo. Algo que no se podía identificar me desplazaba poco a poco a lo largo de las habitaciones de una
Casa, hasta la calle Me dominaba esa sensación que tienes en las pesadillas: el espanto es total sin que nada se defina, miedo en estado puro. Había una cosa espantosa que avanzaba, una sensación de amenaza que avanzaba y se traducía en ruidos. Yo me iba creando barricadas, cerrando puertas, hasta la última puerta que era la puerta de la calle. En ese momento me desperté: antes de llegar a la calle. Me fui inmediatamente a la máquina de escribir y escribíel cuento de una sentada.
"La casa tomada" se dijo que era debido a la situación de Argentina a final de los años cuarenta. Cortázar no rechaza totalmente esta tesis: "Esa interpretación de lo que estaba traduciendo imaginativamente ante lo que sucedía en el país, perfectamente posible que haya tenido esta sensación y que en el cuento se tradujera así, de manera fantástica.
Le gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antiguas, guardaba los recuerdos del abuelo paterno, nuestros padres y toda su infancia, Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Lo recordare siempre. Recuerda que Irene le tejía un chaleco gris; a él le gustaba ese chaleco. Los primeros días pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia cerraban algún cajón de las cómodas y se miraban con tristeza. No está aquí. Y era una cosa más que el sentimiento por haber perdido tantas cosas en esa época. El cambio que genero esta circunstancia les facilito desde la limpieza de la casa, pero fue muy triste para ellos debido a que con la revuelta de Argentina se quedaron en la miseria a tal punto que tuvieron que abandonar su amada casa y salir con lo puesto, no les quedaba nada de nada.
Carta a una señorita en París
Andrée, yo no quería venirme a vivir a su departamento de la calle Suipacha. Ingresar en un orden cerrado, construido ya hasta en las más finas mallas del aire, esas que en su casa preservan la música de la lavanda, el aletear de un cisne con polvos, el juego del violín y la viola en el cuarteto de Rará qué difícil oponerse, aun aceptándolo con entera sumisión del propio ser, al orden minucioso que una mujer instaura en su liviana residencia. Cuán culpable tomar una tacita de metal y ponerla al otro extremo de la mesa, ponerla allí simplemente porque uno ha traído sus diccionarios ingleses y es de este lado, al alcance de la mano, donde habrán de estar.
Mover esa tacita altera el juego de relaciones de toda la casa, de cada objeto con otro, de cada momento de su alma con el alma entera de la casa y su habitante lejana. Usted sabe por qué vine a su casa, a su quieto salón solicitado de mediodía. Todo parece tan natural, como siempre que no se sabe la verdad. Me mudé el jueves pasado, a las cinco de la tarde, entre niebla y hastío. He cerrado tantas maletas en mi vida, me he pasado tantas horas haciendo equipajes que no llevaban a ninguna parte, que el jueves fue un día lleno de sombras y correas, porque cuando yo veo las correas de las valijas es como si viera sombras, elementos de un látigo que me azota indirectamente.
No es razón para no vivir en cualquier casa, no es razón para que uno tenga que avergonzarse y estar aislado y andar callándose.
Mire usted, yo tenía perfectamente resuelto el problema de los conejitos. Sembraba trébol en el balcón de mi otra casa, vomitaba un conejito, lo ponía en el trébol y al cabo de un mes, cuando sospechaba que de un momento a otro... entonces regalaba el conejo ya crecido a la señora de Molina, que creía en un hobby y se callaba. He querido en vano sacar los pelos que estropean la alfombra, alisar el borde de la tela roída, encerrarlos de nuevo en el armario. El día sube, tal vez Sara se levante pronto.
Es casi extraño que no me importe verlos brincar en busca de juguetes. No creo que les sea difícil juntar once conejitos salpicados sobre los adoquines, tal vez ni se fijen en ellos, atareados con el otro cuerpo que conviene llevarse pronto, antes de que pasen los primeros colegiales.
Lejana
12 de enero
Anoche fue otra vez, yo tan cansada de pulseras y farándulas, de pink champagne y la cara Renato Viñes, oh esa cara de foca balbuciante, de retrato de Doran Gray a lo último. Me acosté con gusto a bombón de menta, al Boogie del Banco Rojo, a mamá bostezada y cenicienta (como queda ella a la vuelta de las fiestas, cenicienta y durmiéndose, pescado enormísimo y tan no ella.)
Así paso horas: de cuatro, de tres y dos, y más tarde palíndromos. Los fáciles, salta Lenin el Atlas; amigo, no gima; los más difíciles y hermosos, átate, demoniaco Caín o me delata; Anás usó tu auto Susana. O los preciosos anagramas: Salvador Dalí, Avida Dollars;
Alina Reyes, es la reina y...
Tan hermoso, éste, porque abre un camino, porque no concluye. Porque la reina y...
No, horrible. Horrible porque abre camino a esta que no es la reina, y que otra vez odio de noche. A esa que es Alina Reyes pero no la reina del anagrama; que será cualquier cosa, mendiga en Budapest, pupila de mala casa en Jujuy o sirvienta en Quetzaltenango,
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