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Escritores Salvadoreños


Enviado por   •  16 de Febrero de 2015  •  11.729 Palabras (47 Páginas)  •  442 Visitas

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Alberto Masferrer

(Vicente Alberto Masferrer Mónico; Tecapa, 1868 - San Salvador, 1932) Escritor e intelectual salvadoreño. De personalidad polémica, fue una de las figuras más dinámicas de la vida cultural y política de su país y ejerció una fuerte influencia en las generaciones más jóvenes.

Hijo de una ciudadana salvadoreña, Leonor Mónico, y de un español afincado en El Salvador, Enrique Masferrer, su padre se negó en un principio a reconocerlo como vástago; posteriormente se avino a reconocer su paternidad y Alberto pasó a vivir a la casa de su padre. Cursó sus primeras letras en la escuela de Jucuapa, y, a los diez años de edad, ingresó colegio que había fundado en San Salvador la pedagoga francesa Agustine Charvin. En 1883 fue enviado por su padre a Guatemala en represalia por haberse negado a cumplir un castigo que le había impuesto. El jovencísimo Masferrer rechazó la custodia paterna y vagabundeó por Guatemala, Honduras y Nicaragua, trabajando en oficios como el de buhonero.

Ejerció luego la docencia en el departamento nicaragüense de Rivas, desde donde fue enviado a la isla de Ometepe para que impartiera clases en el presidio que allí se levantaba. Posteriormente se trasladó a San Rafael del Sur, donde asumió la dirección de la Escuela de Varones. En 1885 se trasladó a Costa Rica, donde apenas permaneció un año, y en 1886 regresó a su país natal y fue profesor en El Carrizal, donde residió durante tres años. En 1889 fue nombrado director de la escuela de Jucuapa, la misma en que el propio Masferrer había recibido sus primeras clases.

En 1890 fue nombrado subdirector escolar en Sensutepeque y archivero de la Contaduría Mayor en San Salvador; dos años después, asumió la dirección del Diario Oficial, y en 1900 se convirtió en secretario del Instituto Nacional, cargo que abandonó un año después, cuando fue nombrado cónsul de El Salvador en Buenos Aires (Argentina). Inició así una carrera diplomática que lo llevaría a ocupar los consulados salvadoreños en Santiago de Chile (1902), San José de Costa Rica (1907) y Amberes (Bélgica, 1910). Fue delegado de El Salvador en la Conferencia de La Haya (1912), colaborador en el Segundo Congreso Científico celebrado Washington en 1915, asesor del Ministerio de Instrucción Pública y director del Instituto Ixeles (1916).

Su labor literaria y ensayística se desarrolló paralelamente. En 1923 se convirtió en uno de los editorialistas del periódico El Día, y en 1928, en compañía de los escritores y periodistas Alberto Guerra Trigueros y José Bernal, fundó en la capital salvadoreña el rotativo Patria, donde se hizo cargo de la sección editorial y de una aplaudida columna titulada Vivir. Sus trabajos periodísticos publicados en este diario fueron recopilados al cabo de varios años por el poeta y crítico literario Pedro Geoffroy Rivas, y publicados por la editorial de la Universidad de El Salvador. Masferrer brilló también como periodista en territorio chileno, donde, bajo el pseudónimo de "Lutrín", firmó una columna humorística que aparecía en los rotativos El Chileno, de Santiago, y El Mercurio, de Valparaíso.

En los últimos años de su vida, Alberto Masferrer se implicó en la política de su país. Participó ardientemente en la campaña electoral de 1929 y 1930 a favor del partido laborista, apoyando al candidato Arturo Araujo, quien, elegido presidente en 1931, resultó inmediatamente derrocado por el golpe de estado del general Maximiliano Hernández Martínez. Las matanzas posteriores a manos del ejército salvadoreño desengañaron a Masferrer, quien hubo de partir a Guatemala y a Honduras sumido en la pobreza y la enfermedad.

Según sus propias palabras, él quería "Luchar contra todas las injusticias; declarar la guerra a la miseria y la ignorancia; meter el hombro a las clases desheredadas sin humillar a las favorecidas; consagrar nuestro esfuerzo al triunfo de la verdad y de la virtud (...). Considerado de esta manera, el socialismo es la más santa de las doctrinas: es el cristianismo en sus más avanzadas consecuencias. En este sentido, nuestra literatura debe ser socialista", palabras que operan como una especie de poética o al menos de programa cultural y social. Este episodio sumió al escritor en una amarga decepción que se agravó por sus problemas de salud y por el agotamiento que le produjo el viaje a Guatemala. De regreso a El Salvador, muy mermado de facultades, falleció en la capital del país el 4 de septiembre de 1932.

Tras su derrota política y moral por el estallido de la violencia que trató de contener, se exilió en Honduras, donde falleció víctima de su endeble salud y por parada cardiorrespiratoria. Durante toda su vida adoleció de diversas enfermedades como tuberculosis, sífilis, severas neumonías y una serie de serios accidentes cardiovasculares los cuales lo dejaron postrado en una silla de ruedas por periodos cortos en más que numerosas ocasiones, pasando casi la mitad de su vida en una de ellas. Los detalles escabrosos de su muerte son desconocidos puesto que falleció en soledad. Por este mismo motivo, se ha levantado un debate acerca del sitio de su muerte, pudiendo encontrar minoritariamente fuentes que afirman que falleció en San Salvador.

En homenaje a Masferrer, existen diversas escuelas, universidades, plazas y monumentos que llevan su nombre, honrándole a nivel oficial y reconociendo su fuerte influencia sobre las generaciones de educandos y literatos nacionales. Además, por decreto legislativo del 30 de agosto de 1949, la tumba de Masferrer se considera monumento nacional.

Su obra, que ejerció profunda influencia en la juventud de su país, se caracteriza por una mezcla de socialismo y misticismo religioso y por una visión un tanto ambigua de los problemas sociales. Su primer libro, Páginas (1893), a pesar de estar enclavado en el modernismo, se destacó por su impronta social. Entre sus obras más importantes figuran La nuevas ideas (1910), Ensayo sobre el destino (1926), El dinero maldito (1927) y El minimun vital (1929). La obra Las siete cuerdas de la lira (1926) ahondó en los misterios del cosmos, la psicología y las fuerzas sobrenaturales.

Otros títulos de su producción son Naderías (1900), Recortes (1908), ¿Qué debemos saber? (1913),Pensamientos y formas (1921), El buitre se tornó calandria (1922), Ensayos y figuraciones sobre la vida de Jesús (1927), Helios (1928), La religión universal(1928) y El libro de la vida (1932). Póstumamente se publicó El rosal deshojado (1935). Su copiosa producción literaria le valió un asiento en la Academia Salvadoreña de la Lengua,

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