FRANCISCO DE ZELA
Enviado por TEAMOMUXOOSITA • 27 de Mayo de 2012 • 1.482 Palabras (6 Páginas) • 673 Visitas
“Francisco Antonio de Zela un ejemplo del amor a la patria”
Muchas son la cosa que hizo Francisco de Zela para ayudar a la libertad de nuestro querido Perú muchos recordaran el grito que dio este ilustre personaje
“ Tacneños! ¡Patriotas!...Llego la hora. Ya somos libres. Esta libertad debemos afirmarla con nuestro esfuerzo, con nuestros brazos armados, con la fortaleza de nuestros corazones. Los pueblos de América están pendientes de nuestra acción..." él nunca se rindió lucho con todos solo para darnos la libertad que hoy en día gozamos.
Los héroes tienen por patria el corazón de la humanidad. Nada significa que la cuna de don Francisco Antonio de Zela y Arizaga no hubiera sido arrullada por las cadencias del Caplina, ni mecida por las brisas del Tacora. Descendiente de ilustre familia española, dotada de inteligencia altamente despejada y de espíritu levantado, amaba la libertad con delirio y en esto fundó su gloria. Pero, ¿quién, por grande que sea podrá llegar a la cúspide de la apoteosis si no se encuentra rodeado de las circunstancias que han de inmortalizarlo?
¿Quién, por capaz que sea de subir, intentará probarlo, si no tiene escala o pendiente por dónde hacerlo?
La escala de César fue el poderío de Roma.
La pendiente de Atila fue la necesidad de dominio que se desarrolló en su raza.
El camino de Napoleón fue la revolución francesa.
Zela necesitaba, pues, de momentos oportunos y de un teatro en donde pudiera poner en práctica las aspiraciones de su genio.
Radicado en nuestro pueblo por los vínculos del matrimonio y la aureola del prestigio que proporciona la honradez, gozaba, como balanzario fiscal, de grandes distinciones pero habiendo colocado su diestra sobre el corazón de la patria, no pudo contar sus latidos por el número de lágrimas y quejas; y ensordecido por el ruido que producían las cadenas que la aherrojaban, midió la inmensidad del peligro y resolvió sacrificarse por ella.
Desde ese momento comenzó su obra.
Alma robusta, grande en las tempestades, conservó bastante tranquilidad para esperar el peligro; bien penetrado de que para ceñir la palma símbolo de la victoria, era necesario llevar antes la corona del martirio.
Considerada a la razón, nuestra raza, como una raza aborrecida, como una raza maldecida del cielo y de la tierra, los hijos del Perú eran el objeto principal del comercio extranjero, y los que arrastraban las cadenas de la servidumbre, condenados a perecer lejos del hogar y de la familia llevando sobre sus espaldas las huellas del látigo de sus vencedores no tenían más garantías que las afrentas que dispensan el despotismo y el oprobio
Tal orden de cosas no debía subsistir por mucho tiempo, toda vez que era un atentado contra la augusta civilización proclamada por el siglo XIX
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El fuego de la revolución americana ardía subterráneo y violento y los emisarios de la libertad recorrían por todas partes sublevando las provincias.
La hora marcada por el eterno en el cuadrante de los siglos estaba, pues próxima a sonar, y la libertad, sol de amor, esperanza de los pueblos oprimidos, debía pasear sus rayos de gloria sobre el mundo de Colón.
El veinte de junio de 1811, en los mismos instantes en que las tropas del patriota Castelli eran derrotadas en Huaqui por el ejército del general Goyoneche, Zela en Tacna, lanza, el primer grito de independencia y depuestas las autoridades civiles y políticas de España, la luz de un nuevo día iluminó el horizonte y la aurora de la libertad del Perú despuntó refulgente sobre el cielo de nuestra patria.
Allí, en esa acción, las tropas revolucionarias no se cebaron con horror en los vencidos, allí cada soldado no vengó las mil víctimas de su familia, allí no se lavó el oprobio de la servidumbre en la sangre de los opresores; allí no se escuchó el acento pavoroso de la muerte ni el grito salvaje de la venganza; allí no hubo más himno que el de la libertad.
¿Qué importa que una miserable traición hubiera dado muerte a las aspiraciones de tan generoso caudillo?
¿Qué importa que el intrépido Zela haya muerto, proscrito, en el castillo de Chagres, si su nombre ha sido arrebatado por el tiempo para ser esculpido en el templo de la inmortalidad?
Los hombres mueren, las ideas viven.
Los hombres libres renacen bajo la cuchilla de sus opresores y cada víctima es reemplazada por cientos que se preparan al combate.
Los pueblos que luchan por sus preocupaciones, teniendo virtudes, son invencibles; por eso, la lucha de catorce años empezada por Zela no debía terminar sino con el eco del último cañonazo disparado
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