Gabriela Mistral
Enviado por • 11 de Enero de 2015 • 3.256 Palabras (14 Páginas) • 273 Visitas
INTRODUCCION
El presente trabajo tiene el fin de dar a conocer la vida de la gran poetisa chilena Gabriela Mistral.
A través de las siguientes páginas, el lector podrá informarse objetivamente acerca de su infancia, sus magníficas obras y su memorable estancia en el extranjero como cónsul de nuestro país, entre otros notables sucesos.
Esta mujer, de importante renombre en nuestro país y en el extranjero, llama la atención por su lucha contra la soledad y los problemas de su entorno social. Por esta razón fue la elegida para realizar esta monografía, pues es su constancia la que la llevó a ser tan famosa como hoy lo es, y a lograr recibir el más importante premio literario del mundo: el Nobel de Literatura.
Agradeciéndole la atención que le pueda otorgar a este trabajo, le dejo a usted la palabra.
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I. SU VIDA
1. SU NIÑEZ. "Más querenciosa que Santa Teresa, menos vibrátil que Sor Juana, más seca y fija que la madre del Castillo, encarna en nuestro siglo la voz de la mujer hispanoamericana, llegando a recordarnos, en el centro de su madurez, la majestad de las incaicas Vírgenes del Sol y la pesadumbre de las madres bíblicas..." (1). Así describe Cintio Vitier a Gabriela Mistral, nacida un 7 de abril de 1889 en Vicuña, una pequeña ciudad ubicada al norte de Chile. Sus padres fueron Jerónimo Godoy y Petronila Alcayaga, que la bautizaron como Lucila.
Jerónimo Godoy era un hombre de carácter ligero, enamoradizo y extrovertido. Petronila, en cambio, era muy tímida y sedentaria, además de viuda y madre de una hija: Emelina.
Cuando Lucila tenía sólo tres años de edad, ella y su madre sufren el abandono de Jerónimo sin razón aparente. Sumidas en la pobreza (ver anexo 1) y sin dirección paterna, Petronila y Emelina se ven en el deber de sostener la casa con su trabajo, además de educar a la pequeña Lucila (ver anexo 2).
Su educación comenzó en el hogar gracias a la ayuda de Emelina y luego continuó en la escuelita de La Unión, lugar donde estudiaría hasta los doce años de edad.
Poseedora de una timidez enfermiza, vivió en el colegio un duro episodio con la directora, en el cual acusó a Lucila de “ladrona” para luego humillarla públicamente. Ella empezaba ya a darse cuenta de los errores de este mundo y la injusticia de la sociedad, pilares que iban a marcar su filosofía literaria en sus próximos años de vida.
Físicamente, alguien la describe como “...una muchacha alta, delgada, de facciones agraciadas y bellos ojos verdes...” (2) .
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2. SU JUVENTUD. En 1904 escribió sus primeros poemas en el diario El Coquimbo de La Serena, usando varios seudónimos, como “Alguien”, “Alma” y “Soledad”. Estos “apodos” y los títulos de sus textos en prosa (Ensoñaciones, Carta Intima y Junto Al Mar) definieron su carácter solitario y romántico.
A los 15 años se inició como ayudante en la escuela rural de La Compañía (ver anexo 3), aldea cercana a La Serena.
En 1906 siguió trabajando como maestra rural en La Cantera, lugar donde conoció a Romelio Ureta (ver anexo 4). Este empleado de Ferrocarriles es uno de los más importantes amores en la vida de Lucila Godoy Alcayaga, teniendo protagonismo en varios poemas escritos por ella. Su suicidio en 1909 marcó profundamente su vida e influyó, al igual que la Biblia, en su estilo poético. Alone dijo: “Ese amor y la herida que le causó la muerte pueden considerarse el germen de todo lo demás, incluso del Premio Nobel” (3).
Luego de servir otros cargos en diversas localidades del mismo sector, fue promovida en 1912 al Liceo de Niñas de Los Ángeles, donde permaneció hasta 1918.
Al cumplir los dieciocho años, era una “...muchachita alta y espigada, con lindas manos y finos pies, ojos verdes (...), sin embargo, tenía la penosa convicción de creerse fea...” (4)
Debido a la facilidad y entusiasmo con que hacía sus clases durante su juventud, se dijo que Lucila poseía un cierto “don pedagógico” con los niños.
3. SU MADUREZ. Para el año 1910, comienza a publicar sus poemas en pequeñas revistas de Chile y comienza adquirir renombre nacional, y la influencia religiosa se hace notar, tal como ella dijo: “Yo me releí la Biblia muchas veces, pero bastante mediatizada con textos religiosos orientales opuestos a ella por un espíritu místico que rebana lo terrestre. Devoraba yo el Budismo a grandes sorbos; lo aspiraba con la misma avidez que el viento en mi montaña andina de esos años. Eso era para mí el Budismo, un aire frío, helado, que a la vez me excitaba y me enfriaba la vida interna; pero al regresar después de semanas de dieta budista a mi vieja Biblia de tapas resobadas, yo tenía que reconocer que en ella estaba, no más que en ella, el suelo seguro de mis pies de mujer." 3
Los juegos florales celebrados en Santiago fueron el impulso que necesitaba Lucila para darse a conocer. En 1914 obtuvo en ellos la más alta distinción con sus “Sonetos de La Muerte” (inspirados en el fallecimiento de Romelio Ureta). Es en esta fecha cuando decide darse a conocer con el de Gabriela Mistral, el cual nace de la mezcla de los nombres de los autores Gabriele D´Annunzio y Frédéric Mistral, ambos leídos por Lucila durante su juventud.
Su fugaz fama se ve repentinamente frenada por la triste muerte de su padre en 1915.
En los próximos años continúa su carrera docente, siendo directora de liceos femeninos en Punta Arenas (1918-20), Temuco (1920) y Santiago (1921), lugar en el que inauguró unos cursos que actualmente llevan su nombre (ver anexo 5). Fue en Punta Arenas también donde escribió la primera parte de su libro “Desolación”, en el que según Margot Arce, Lucila por fin “(...) traduce su humor sombrío, aquella oscura ansia de hundirse y regocijarse en la soledad..." (5)
1921 significa para Gabriela Mistral un año especial, en el que fue invitada por don José Vasconcelos, Ministro de Educación de México, para participar en la reforma educacional de ese país. Fue muy bien recibida por la gente, e incluso hicieron un colegio en honor a su ayuda en la organización de la educación. Para esta fecha ya comenzó a publicar libros en México y su nombre iba creciendo en el ámbito mundial.
Al volver a Chile le fue entregado el título de Profesora de Castellano (1923).
En 1924 salió de México a Estados Unidos y continuó su viaje en Europa. Un año después volvió a Latinoamérica, recorrió varios países, y jubiló como maestra.
En los próximos años realizó nuevamente viajes al extranjero y formó parte de muchas cumbres y reuniones, todas en torno al ámbito en que Gabriela se ocupaba: la educación.
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Tras años de trabajo consular, estuvo presente en España,
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