JUAN HOSS
Enviado por Dangarcia • 12 de Marzo de 2014 • 2.377 Palabras (10 Páginas) • 1.031 Visitas
Juan Huss: El graznido del ganso de Bohemia
Uno de los precursores de la gran reforma del siglo XVI fue un joven profesor checo llamado Juan Huss. Su vida y su muerte fueron una poderosa antorcha que alumbró en las tinieblas, y que anunció la luz más brillante que habría de manifestarse un siglo más tarde.
Juan Huss nació el año 1370. Era originario de Hussenitz, aldea del sur de Bohemia, de la cual tomó su nombre. Se le conoció primero como Juan de Hussenitz, y más tarde simplemente como Juan Huss.
Hijo de un campesino pobre que murió tempranamente, fue criado con mucho esfuerzo por su madre. Su piedad y fervor religioso se manifestaron en él desde su infancia, pues participó como monaguillo y cantó en el coro de la iglesia. Las lecturas piadosas le apasionaban. Cierta noche que leía la vida de san Lorenzo cerca de la chimenea, acercó su mano al fuego para probar hasta dónde sería capaz de soportar los tormentos que Lorenzo había sufrido. ¡Como si anunciase tempranamente la forma en que había de glorificar a Dios!
Fue también un joven brillante. Pese a la adversidad que le rodeaba, logró llegar a la Universidad de Praga, en la capital del país. Una vez allí, no sólo fue buen alumno, sino también un buen profesor. Pero más que eso: al poco tiempo fue elegido decano de la Facultad de Filosofía, y luego rector de la Universidad, cuando tenía sólo 31 años de edad. Huss tenía una personalidad muy atractiva, mezcla de inteligencia, seriedad y osadía, que se destacaba entre sus colegas.
Por este tiempo fue nombrado predicador de la capilla “Belén un hecho que tiene ribetes muy interesantes. Esta capilla había sido construida por dos laicos, con el expreso deseo de que en ella se predicase la Palabra de Dios al pueblo en lengua común. Cuando estuvo construida, ellos pensaron que nadie mejor que Huss debía predicar en ella.
La luz llega en un libro
Poco después ocurrió un hecho que sería decisivo para el resto de su vida: llegaron a sus manos unos libros de Juan Wicliffe, un predicador inglés muy popular en ese tiempo. En un principio, los libros le desconcertaron, pero luego los apreció hasta convertirse en su admirador. Juan Wicliffe reivindicaba con vehemencia la autoridad de las Sagradas Escrituras, al tiempo que denunciaba la corrupción que había en los ambientes religiosos. Su predicación poderosa y sus libros llenos de luz habían llenado de gozo al pueblo, pero habían suscitado también mucho revuelo.
Cuando la luz de la verdad resplandeció en el corazón de Juan Huss, comenzó a predicar en esa misma dirección. Inevitablemente, se granjeó la odiosidad de los religiosos. Aunque el pueblo le escuchaba de buena gana.
Así como Wicliffe había remecido Inglaterra, Juan Huss habría de remecer a Bohemia.
Cuando la autoridad religiosa vio que la luz reformista comenzaba a tomar fuerza, emitió un decreto para intentar suprimir el esparcimiento de los escritos de Wicliffe, sabiendo que esa era la causa de aquel estropicio. Sin embargo, esto surtió un efecto totalmente inesperado porque toda la Universidad se unió a Huss para propagarlos.
Más tarde se le prohibió predicar. Eso no bastó, sin embargo, para callarle, debido al apoyo popular, y al hecho de que la capilla Belén era de propiedad privada. Pronto otros habrían de imitarle, recorriendo los pueblos y aldeas predicando al aire libre.
Poco después fue excomulgado por negarse a ir a Roma. Esto trajo algunas reacciones muy comprensibles para la época: El rey le quitó su apoyo y le desterró de Praga. La misma ciudad, por prestarle apoyo, fue anatemizada.
Ante esto, algunos seguidores le abandonaron, pero otros le siguieron hasta su destierro en su ciudad natal. Muchos acudían a oírle por curiosidad, tal era la popularidad que había alcanzado el “hereje¨ Las muchedumbres se maravillaban de que un hombre tan modesto, tan serio y piadoso fuese considerado como un demonio.
Desde su destierro escribía a sus amados feligreses de “Belén hermosas cartas llenas de ternura y espiritualidad: “Sabed, queridos míos, que si me he separado de vosotros ha sido para seguir el precepto de nuestro Señor Jesucristo, para no dar a los malos ocasión de incurrir en una condenación eterna y para liberar a los buenos de aflicciones ... Pero yo no os he abandonado para renegar de la verdad divina, por la cual, con la asistencia de Dios, deseo morir En esos días dio a luz numerosos libros que ayudaron a esparcir la verdad.
El concilio de Constanza
Sin embargo, se acercaba el día en que no sólo habría de predicar con sus palabras, sino con su vida toda.
En noviembre del año 1414, la iglesia de Roma convocó a un Concilio en la ciudad de Constanza, Alemania. Huss fue llamado a comparecer ante él. Contando con el aval del rey y del emperador, sus amigos le dejaron partir. El viaje fue apoteósico. Las cortesías e incluso la reverencia con que Huss se encontró por el camino eran inimaginables. Por las calles que pasaba, e incluso por las carreteras, se apiñaba la gente para expresarle su afecto.
Llegó a Constanza en medio de grandes aclamaciones casi se puede decir que tuvo una entrada triunfal. Al igual que aquella otorgada a su Maestro algunos siglos anteriores, ésta también habría de ser la antesala de un día muy oscuro para él. No dejaba de asombrarle el trato que se le dispensaba. «Pensaba yo que era un proscrito. Ahora veo que mis peores enemigos están en Bohemia.» La ciudad de Constanza estaba conmovida.
La iglesia de Roma atravesaba en esos días por uno de sus peores momentos, así que las deliberaciones del Concilio le obligaron a una larga espera. Entre tanto, fue llamado a declarar ante el Papa, que estaba también en la ciudad. Allí, en el palacio papal se le tomó preso, al negarle toda validez al salvoconducto del emperador, aduciéndose que Huss, siendo un “hereje no tenía derechos.
Hasta ese día había estado alojado en una casa particular, donde había disfrutado de una relativa tranquilidad. Podía dedicarse con reposo a la lectura y la oración, pero todo eso terminó porque ahora fue encerrado en el calabozo de un convento, cerca del cual pasaba una cloaca pestilente. A los pocos días cayó aquejado de una feroz fiebre. Un amigo noble –Juan de Chlum intentó ayudarle ante el emperador, pero las órdenes de éste no fueron acatadas. La autoridad religiosa tenía más poder que la autoridad secular.
Sin embargo, detrás de toda esta terrible escena puede verse una Mano maestra que conducía todas las cosas, para dar a la posteridad un ejemplo que imitar, para consolar los corazones oprimidos y para abrir nuevos caminos de libertad. Un hombre era conducido por el camino de la cruz –aunque no con mucha luz todavía y éste se dejaba llevar
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