Libro Revelador De Hitler
Enviado por fernando1886 • 16 de Mayo de 2013 • 3.563 Palabras (15 Páginas) • 461 Visitas
Libro revelador: HITLER VIVIÓ Y MURIÓ EN CHILE
El periodista Osvaldo Muray, quien en 1966 cogió uno de los primeros hilos de la madeja que llevaría a desentrañar los misterios del caso de Colonia Dignidad, y que siguió desenredando en las páginas de Ercilla hasta los resultados que conocemos hoy, prepara un libro que dará que hablar. Su título es Chile: El último búnker de Hitler. El siguiente es un anticipo de su investigación, del análisis de las evidencias que ha reunido y de la posible huida del Führer desde Berlín para refugiarse en una isla del sur de nuestro país.
N° 3.295 del 5 al 18 de junio del 2006
Desde la base del faro Carranza, en la Séptima Región, se pueden observar los restos del submarino destruido, encallado en los roqueríos a no más de un kilómetro de la playa.
Cualquier persona que se haya interesado en Adolf Hitler, dictador de Alemania y fundador del nazismo, sabrá que su destino final se ha equilibrado entre dos alternativas: a) Se suicidó en su refugio subterráneo de Berlín, junto a Eva Braun –luego de casarse con ella–, y los cadáveres de ambos se consumieron en una pira alimentada con 200 litros de petróleo. Dicha tesis fue aceptada finalmente por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial en Europa –los Aliados, encabezados por Inglaterra, Rusia y Estados Unidos– que pronto se olvidaron del Führer. b) Hitler escapó de Berlín y abordando un submarino, integrante de un convoy de naves semejantes, se dirigió al sur del planeta.
En esta parte de la teoría hay dos versiones diferentes. La primera, que se refugió en un escondite subterráneo en un remoto y casi inexplorado territorio antártico, descubierto y bautizado por los noruegos a comienzos de los años 20 como Tierra de la Reina Maud. Y que esta tesis no era una locura lo demuestran las expediciones militares norteamericanas que fueron a la Antártida en busca de un posible búnker secreto del Führer. La segunda versión asegura que Hitler buscó refugio en Argentina, muy cerca de Bariloche. Autores que han teorizado profusamente sobre esta última posibilidad aseguran que Hitler asistió a algunas cenas en su honor, o que conversó con varias mujeres que lo reconocieron como el desaparecido líder de los nazis.
Cuando el fantasma del Führer se atravesó en mis afanes periodísticos, a fines de los años 90 y en forma impensada y sorprendente, se entreveró con el tema de Colonia Dignidad (que era mi propio fantasma desde 1966), pero rechacé la idea por demasiado fantástica. Sin embargo, algo había sucedido a fines de los 80 que me hizo repensar el asunto. Cierto día, un periodista del diario “Fortín Mapocho” –Sergio Gutiérrez Patri, editor nacional del periódico, en el que yo era editor del sector Justicia– se me acercó acompañado de una persona que lo fue a visitar, diciéndome: “Te presento a un apreciado amigo, don Pedro Mansilla, arquitecto del Ministerio de Obras Públicas y destacado competidor internacional de deportes submarinos, quien tiene una historia que te va a interesar”. De esta manera conocí a Pedro y escuché su sorprendente relato sobre el hallazgo de un submarino, a doscientos metros de una desértica playa en el sur chileno. Junto con su relato, Pedro me dibujó un plano con la ubicación del navío.
Pero los periodistas vivíamos horas turbulentas en Chile. Se había ganado el plebiscito, que puso fin al régimen de Pinochet y el país se aprestaba a su prueba de fuego: una elección democrática para designar un presidente de la República, luego de 17 años de dictadura. Nadie tenía tiempo para submarinos misteriosos. El relato de Pedro Mansilla y el plano de ubicación del navío quedaron para mejores tiempos, archivados en la memoria.
EL SECRETO DE DIGNIDAD
A fines de 1997, a casi una década de la entrevista con Mansilla, caí en la cuenta de que Colonia Dignidad había cumplido treinta años como noticia y los escándalos en la organización germana seguían vigentes, y en aumento, como vigentes estaban este reportero y la revista Ercilla, autores de la denuncia que sacó al enclave alemán de su siesta pueblerina, en marzo de 1966. Entonces propuse publicar una serie de crónicas con un recuento histórico, haciendo notar que Dignidad, que fuera información exclusiva de Ercilla en 1966, había cumplido tres décadas en el plano noticioso y continuaban las informaciones sobre irregularidades como en sus primeros tiempos. Por aquellos días, la justicia iniciaba un nuevo proceso contra el inubicable Paul Schaefer, esta vez a petición del Gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle.
Frente a este renacer del caso, volví a los enigmas de Colonia Dignidad mientras comenzaban a suceder cosas inesperadas. Cierto día de la primavera de 1998, conversando con un analista policial sobre el oculto poder que parecía tener Schaefer, me dijo: “Hemos llegado a la conclusión de que este sujeto posee el conocimiento de algún gran secreto, tal vez de carácter político, por lo que nadie se atreve a hacerle frente”. Y agregó sobre la marcha: “Y ese secreto debe ser de tal magnitud que ni siquiera el Gobierno alemán adopta una decisión drástica sobre la colonia, pese a que en Berlín se conoce al dedillo el régimen de esclavitud que agobia a los más de trescientos colonos”. Le pregunté cual podría ser dicho secreto y mi amigo replicó: “Es una sospecha solamente, pero demasiado fantástica para hablar de ella”.
Esta breve conversación me dejó cavilando un par de meses. En esas cavilaciones descarté que se tratara del ocultamiento en Dignidad de alguno de los criminales de guerra nazis “sumergidos”, tales como Borman, Méngele, o algún otro de la cincuentena de grandes asesinos del Tercer Reich, aún con vida. A fines de los 90, los “sumergidos”seguían capeando la intensa persecución judía. Contribuyendo a descartar a los criminales de guerra prófugos, consideré que todos ellos tenían órdenes de captura cursadas por Alemania y otros países, por lo cual no gozarían de la protección del Gobierno germano. Asimismo, los jerarcas de la Colonia habían asegurado que en sus tierras no le darían refugio a ningún nazi connotado. Dignidad evitaba teñirse públicamente de nazista, porque tal etiqueta pondría en peligro su secreta misión oficial, cual era ser un enclave anticomunista para evitar que Chile se convirtiera en una segunda Cuba.
Pero esta oculta “misión” de Dignidad, aceptada sin reparos por los gobiernos de Jorge Alessandri y los que le siguieron, y apoyada alegremente por numerosos políticos de derecha y centro, planteaba una nueva interrogante: ¿Por qué la Inteligencia alemana se preocupa del comunismo en Chile, que es el coto de caza privado de la CIA? Y un segundo enigma: ¿No habrá otra razón, más oculta aún, que el combate anticomunista, y que
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