Ojitos De Angel

Ojitos de ángel

Ramón Fonseca Mora

Un hombre –un viejo– despierta amarrado a la cama. Acostumbrado al lujo y al despilfarro, por primera vez su vida se define por lo que no es, por lo que no sabe: no recuerda quién es, ni dónde está, ni en qué día, mes y año vive. Finalmente, la penumbra comienza a clarear, se delinean rostros, uniformes blancos. No puede moverse y, sin embargo, lo primero que le preocupa es un maletín, su maletín con “cosas importantes que nadie puede ver”, y su auto, un fabuloso deportivo último modelo, doce cilindros. “Hay pocos automóviles con doce cilindros”, piensa orgulloso. Luego vendrá saber que el hospital en que duerme es público, que la enfermera tiene la desagradable costumbre de dar palmaditas de aliento, que su médico no es médico con todas las de la ley, sino que es apenas “practicante”.

Frases cortas, un Tic, Tic, Tic que se reitera. Pocas palabras le bastan a Ramón Fonseca Mora (Panamá, 1952) para presentarnos a Don Julio Vargas, que ha salvado su vida de milagro y que ahora está obligado a permanecer –“¿Días? No días. Semanas o, quizá, meses”– en el indigno Hospital San Juan. Lo escuchamos a Vargas gritar: “Tengo suficiente dinero para pagar el mejor hospital… ¡Para comprar el mejor hospital!”.

Fonseca Mora hace bien su trabajo: rapidamente aborrecemos a Vargas.

Pero una niña llegará para cambiarlo todo.

De lectura ágil y envolvente, Ojitos de ángel le ha dado a Ramón Fonseca Mora proyección internacional.

Acompañan la edición de Alfaguara, que va por su sexta reimpresión, dos CDs que operan como un compendio de la novela, con reseñas, críticas y artículos que mereció la novela desde su publicación, en el año 1997, hasta un presente de representación teatral en Panamá y Colombia.

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