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Pedro Páez Y El Descubrimiento Del Nilo


Enviado por   •  17 de Octubre de 2012  •  2.272 Palabras (10 Páginas)  •  411 Visitas

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Pedro Páez

El misionero que descubrió las fuentes del Nilo Azul

Después de una dura jornada por el gran wadi la caravana se adentra en el recinto amurallado de una

ciudad de adobe y llega a su destino, el palacio del sultán. Las mercancías son transportadas

inmediatamente de la grupa de los camellos a las bodegas por esclavos de tez tan negra como el betún y

gran talla. Entre tanto dos personajes de cara pálida observan la escena desde una esquina del patio,

protegidos del polvo por sus hábitos raídos. Una enérgica voz en árabe les hace ponerse en movimiento: el

sultán les reclama en su salón privado inmediatamente. Los dos occidentales, pese a la relativa libertad de

la que gozan, no pueden olvidar que son cautivos y deben obediencia al señor de la ciudad. Con lentitud a

causa del calor suben la empinada escalera que les conduce al mafrax, en el último piso de la casa en

forma de torre. Allí, recostado sobre unos almohadones junto al ventanal, tocado con un gran turbante, el

gobernador olfatea una pequeña taza humeante antes de llevársela a la boca. Cuando ve a los frailes, pues

esa condición tienen los dos cautivos, les invita a pasar y sentarse a base de gestos desmesurados, y un

sirviente les acerca un par de tazas similares a la suya. Contienen una pequeña cantidad de un brebaje

negro y de olor intenso; el sultán les pide que lo prueben y ellos lo hacen a pequeños sorbos, un tanto

desconfiados. La extraña bebida se llama “cahua” o “cafua”, les dice, y tiene sabor agradable, aunque un

tanto amargo.

La escena transcurre aproximadamente en 1592, en

alguna ciudad del wadi Hadramaut, en Yemen, y los

sorprendidos occidentales son dos jesuitas apresados

por los turcos en 1590, cuando viajaban desde la colonia

portuguesa de Goa, en la India, hacia occidente

intentando llegar a las costas de Etiopía. Los dos son

españoles, uno se llama Antonio de Montserrat, y el otro

Pedro Páez, castellano para más señas. Gracias a éste

último y a las crónicas que escribió sobre sus viajes

conocemos, entre otras muchas cosas, este episodio, el

primer encuentro de un occidental con el café del que se

tiene noticia.

Seiyun, wadi Hadramaut (Yemen)

Pedro Páez Jaramillo, nació en 1564 en Olmeda de las Cebollas, el actual Olmeda de las Fuentes (Madrid).

Vivió su vocación jesuítica como un impulso para llevar la fe a los lugares más apartados, imbuido por el

espíritu misionero de San Ignacio y San Francisco Javier, pero incorporando a ello un afán aventurero y un

dominio de la diplomacia que le hizo lograr una de las vivencias más fascinantes que ser humano alguno,

de su época e incluso de la actual, pudiese imaginar. Después de muchas vicisitudes consiguió llegar a

Etiopía, y allí no solo mantuvo en pié la pequeña misión que los jesuitas habían instalado varios años antes,

sino que se granjeó la confianza del rey etíope y logró su conversión al catolicismo, y por ende la de todo el

país, al menos de manera oficial. Hay que hacer un importante esfuerzo para recrear cómo debía ser la vida

de un occidental en el corazón de África en el siglo XVI, pero no cabe duda de que sería durísima. Pensar

en una pequeña comunidad de jesuitas rodeados de gentes coptas a las que tratan de atraer a la fe de

Roma, en unas condiciones climáticas muy difíciles y rodeados de peligros de todo tipo, sorprende e incluso

asombra bastante. Aunque reflexionando con un poco de calma, quizá las condiciones de vida del reino

etíope no fuesen tan diferentes en esos tiempos de las habituales en la Castilla de la época. Es posible que

la gran diferencia que ahora existe sea más un fruto de nuestro siglo.

Las fuentes del Nilo Azul

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Había llegado a la misión de Goa solo cuatro años antes, en 1588, y allí fue designado por su orden para

viajar a Etiopía junto a Antonio de Montserrat gracias a su gran habilidad diplomática y a su espíritu

aventurero. Los jesuitas tenían en la altiplanicie etíope una pequeña misión, fruto de los avances coloniales

portugueses, pero para entonces los esforzados misioneros llevaban aislados del mundo occidental varios

años. En ese tiempo la corona española, que bajo Felipe II englobaba Portugal y todas sus colonias,

andaba enfrascada en la guerra con los turcos, y estos, para minar el comercio por las rutas portuguesas

del Indico, bloqueaban el paso de las naves junto a las costas del este africano y al sur de la Península

Arábiga.

Las escasas noticias que llegaban de Etiopía hablaban de un reino cristiano, copto, que solía asimilarse al

mítico reino del Preste Juan. En la corte española alguien debió sugerir el plan de intentar un cerco al infiel

contando con la alianza de esos cristianos del sur, para lo cual era imprescindible entrar en contacto con el

rey negro, y nadie mejor que los atrevidos jesuitas, bien preparados y dispuestos, para llevar a cabo la

misión discretamente. Por esa causa los misioneros recibirían un doble encargo: relevar a sus compañeros

en el aislado enclave de la meseta etíope donde resistían desde hacía años, y llevar un mensaje al rey

etíope en nombre del Papa.

Pedro Páez y su compañero partieron de Goa hacia la Península Arábiga en 1589, pero fueron apresados

por una nave turca al inicio de 1590 y vendidos en Yemen como esclavos. En su nueva condición

recorrieron el wadi Hadramaut a pié y vivieron durante algún tiempo en Sanaa y Moca. Las notas que Páez

escribió durante los seis años de cautiverio son el primer documento de descripción del Yemen escrito por

un occidental que ha llegado hasta nuestros días. Durante ese tiempo entre otras cosas conocieron la

extraña bebida negra que los yemenitas tomaban, el café.

Una vez liberados en 1595 ambos regresaron a Goa, donde pronto se consideró que debía intentarse de

nuevo la aventura de Etiopía. En este caso el viaje tuvo éxito, y después de sortear el bloqueo turco, en

1603 Páez y otros hermanos de la orden (Antonio de Montserrat había muerto al poco de regresar a Goa)

llegaban a la costa etíope, al enclave de Massawa, una vieja colonia portuguesa sometida cada cierto

tiempo al bloqueo turco. El primer objetivo fue alcanzar la misión jesuita en Fremona, en el interior, y una

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