Por Que Soy De Chaca
Enviado por leandrocancio • 20 de Diciembre de 2014 • 1.369 Palabras (6 Páginas) • 197 Visitas
Nunca me sacó el tema, ni siquiera cuando de muy chiquito –cuatro o cinco años tendría yo- pateábamos alternativamente la pelota, en aquellas tardes soleadas, simulando un arco a arco, en los que siempre ganaba yo.
_¡Eso no fue gol! Fue “crokan”! Decía, protestando ante la falta obvia, y simulando enojo por la carcajada espontánea que mi viejo no podía contener.
Había decidido no influenciarme. Quizás por que estaba seguro de vencer, al final, a las tentaciones de los exitosos. Quizás por que no quería que fuera al revés; el dolor de ver que el hijo se le de vuelta, que abandona el amor heredado, por otro mas tentador, mas “ganador”, mas fácil de querer. La cuestión es que nunca, jamás, me habló de eso.
Imagino que no le debe haber sido fácil, sobre todo cuando los vecinos de al lado –los Gonzáles- empezaron a hacerme repetir como loro “soy de boca”, en sus propias narices.
Me acostumbré a la cantinela, sin siquiera entender de que se trataba. Que puede entender de fútbol un pibe de cuatro años! Mi viejo sonreía, y a mi me parecía que le gustaba que yo fuera bostero, que se yo, a esa edad uno no se da cuenta si una sonrisa es irónica o de real felicidad. También sonreía cuando mi tío Ernesto, su amigo de la infancia, intentaba sobornarme para convencerme de que me hiciera de river, pero esa sonrisa era mucho mas franca, la verdad, creo que se reía, al ver como fracasaba el tío una y otra vez.
Mi viejo los dejaba, con ese estoicismo tan característico de el, quizás contento de que el hijo no sufriera tanto. Que tanto descenso, tanta acusación de violentos, tanto bombeo aguantado a pie firme, tanto dolor y tan poco para festejar, quedara reservado a su persona.
Que yo no sufriera, que fuera más feliz, siendo hincha de algún grande.
Nacido en San Martín, cuarto de seis hermanos, mi viejo nació a la vida futbolera con la tricolor pintada en la piel. Mi abuelo los llevaba a la cancha en patota desde muy chicos, y se veían tercera, reserva y primera -con una entrada popular, tenía entretenida a toda la familia toda la tarde- y ni siquiera tenían que tomarse el colectivo, bastaba con atravesar el golf, y después de caminar unas cuadras, para llegar a la cancha.
Después, de muchacho, iba a la cancha con “la barra” de amigos del barrio. La vida y sus vueltas lo llevaron a instalarse -ya casado- en el partido de tigre, donde yo tengo mis raíces. La dureza de aquellos años de mi infancia, de mishiadura crónica, lo disuadió de ir a la cancha para siempre, ya que desde que tengo memoria, el viejo no se ha tomado un solo día de descanso, ni siquiera la tarde de los domingos. Por eso también, quizá, es que no me decía nada, ya que jamás pasó por su mente llevarme a ver un partido, y es por eso, también, que siempre me pareció que Tigre está a años luz de San Martín.
El caso es que yo lo sabía funebrero, pero me autoproclamaba bostero, y parecía que estaba decretado así, por decisión del destino, de la pasividad del viejo, y de los Gonzales.
Hasta aquella tarde, inolvidable y definitiva. Es el primer recuerdo que tengo de ver un partido de fútbol completo, por televisión. También se que aquel campeonato, fue el primero que tuvo partidos televisados en vivo, casi todas las fechas.
Aquél Boca – Chacarita, quedó grabado en mi memoria para siempre, con su color gris de televisor a válvula –un SIAM que ya tenía veinte años en aquel entonces, tardaba minutos en encender, asta que se calentaban las válvulas, y para sintonizarlo había que ponerle un cartoncito detrás del selector, para que quede trabado- y con el dolor y la felicidad de la revelación inobjetable.
Cuando comenzó el partido, mi postura fue de desafío, íntimamente jugaba un duelo con el viejo, que en cambio, ignorando
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