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Rafael Garcia Herreros


Enviado por   •  6 de Julio de 2014  •  2.943 Palabras (12 Páginas)  •  261 Visitas

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P. RAFAEL GARCÍA HERREROS

(Cúcuta, enero 17 de 1909 – Bogotá, noviembre 24 de 1992)

El padre Rafael García Herreros Unda fue un sacerdote católico, eudista, que se destacó en Colombia, durante el siglo XX, por sus palabras y acciones en pro de una nación justa, equitativa y en paz, a partir del encuentro personal con Jesucristo, revelador de Dios y dador de su Espíritu.

Nació en Cúcuta el 17 de enero de 1909, hijo del General Julio César García Herreros y doña María Unda Pérez, quienes le inculcaron fervorosa piedad y profundo amor patrio. Tuvo seis hermanos: Carmen, Matilde, Antonio, Miguel, Julio y Ana Elvira. Estudió la primaria en el Colegio de las Hermanas de la Presentación y en el Colegio Provincial, en su ciudad natal; y el bachillerato en el Seminario Menor de Pamplona. Cursó la filosofía y la teología en el Seminario Eudista de Usaquén, Bogotá, entre 1928 y 1934. Posteriormente, perfeccionó sus estudios en Filosofía y Sociología en Roma (Italia) y Friburgo (Suiza) entre 1950 y 1952.

Se incorporó a la Congregación de Jesús y María, Eudistas, en 1932 y el 19 de agosto de 1934 fue ordenado sacerdote, en Bogotá, por el arzobispo Paolo Giobe, nuncio apostólico. En la comunidad eudista ejerció su ministerio presbiteral, primero en la formación de sacerdotes, de 1934 a 1950 y de 1952 a 1954, en los seminarios de Santa Rosa de Osos, Jericó, Mérida (Venezuela), Pamplona, Miranda, Cartagena y Cali, principalmente como profesor de Filosofía y de Lenguas clásicas (latín y griego); y después, en la dirección y realización de obras sociales y evangelizadoras.

Rafael García Herreros fue un sacerdote convencido de su ministerio y enamorado del sacerdocio de Jesucristo, siempre fiel a la Iglesia Católica, a la que defendió en diversos momentos, estuvo atento a las directrices del Magisterio y llamó a los creyentes a vivir de una manera concorde con su fe:

¡Oh Jesucristo, esencial y único sacerdote de Dios!, desde el abismo de mi nada, yo te adoro; desde el fondo de mis imperfecciones, de mis infidelidades, me humillo ante Ti, confiando en Ti, ¡oh perfecto adorador de la Trinidad!

Yo quiero invitarlo a usted a entregarse, a suplicar a Jesucristo que le envíe su Espíritu Santo. Ore continuamente, ore en pequeños grupos, porque donde dos o tres estén reunidos en el nombre de Jesús, allí estará Él. Ore para que se efectúe en usted el bello milagro de Pentecostés: el milagro de la perfecta conversión, el milagro del amor inusitado, el milagro de la alegría y del entusiasmo invencible por la propagación del Reino de Dios.

En su tarea evangelizadora y de promoción vocacional, desde 1935 empezó el padre Rafael a desplegar gran actividad literaria con sus “Cuentos”, de los que publicó unos 250 a lo largo de su vida; luego fueron apareciendo muchos otros escritos: obras teatrales, vidas de santos, crónicas, oraciones, páginas espirituales, etc. El padre Rafael fue un místico y reflejó su experiencia interior en sus conversaciones, predicaciones, enseñanzas y escritos. Éstos, recogidos en diversos libros y folletos, han alcanzado varias ediciones. En la colección de Obras Completas del P. Rafael García Herreros, han visto la luz ya 24 tomos, con temas como: Dios, Jesucristo, el Espíritu Santo, la Iglesia, la Virgen María, el cristiano, Colombia, la paz, la justicia social…

La primera inquietud del padre Rafael siempre fue amar y servir a Dios:

Palabras a Dios... ¡A Dios infinito, a Dios como una Realidad! Tú eres mi Dios. Mi infinito. Mi Realidad. Quiero recordar simplemente que Tú eres una Realidad, que no eres una palabra ni eres un sueño ni sólo un concepto, sino que eres algo real, absolutamente real…

Hablemos del amor de Dios. Yo quiero hablarles de Ti, Dios mío. De tu infinito amor, de tu infinita belleza, de tu infinita ternura. Quiero invitarlos a todos al amor. Quiero invitarlos a todos a sumergirnos en el abismo de Dios, de su infinita grandeza, de su infinito perdón, de su infinita misericordia.

Quiero decirles a todos ustedes que aprendamos a dar gracias, porque Dios nos rodea de su amor y de sus bienes.

¡Quién te pudiera amar, Dios mío! ¿Quién pudiera cumplir tu voluntad momento tras momento? ¿Quién pudiera no olvidarte? ¿Quién pudiera hacerlo todo por Ti, no alejar el pensamiento de Ti? ¿Quién pudiera tener una idea clara de Ti? Todo lo demás es nada. Todo lo demás no llena. Todo demás da nostalgia.

El padre Rafael García Herreros tenía un profundo amor por la Palabra de Dios, que leía permanentemente y que impregnaba sus predicaciones:

A pesar de la infinita lejanía que nos distancia de Jesucristo, como Dios, sin embargo, estamos en una inmensa cercanía con Él, porque nos hace cuerpo suyo, miembros de su cuerpo y quiere que nosotros podamos decir: “En Él vivimos, nos movemos y somos”. “¿Quién nos separará del amor de Cristo? Ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados ni las potestades, ni lo presente ni lo porvenir, ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra cosa creada podrá separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús, Señor nuestro”.

Jesucristo, el infinito, el eterno, el adorable, el Hijo de Dios, igual a Dios, se aniquiló y se rebajó hasta ser hombre, hasta la muerte y muerte de cruz. Todo hombre cristiano, aun en los puestos más importantes, tiene la oportunidad de ser humilde, de ser modesto, de imitar a Jesucristo en su kénosis, que siendo Dios, tomó forma de siervo y siendo hombre, se humilló haciéndose obediente hasta la cruz.

En 1946 comenzó en Cartagena su actividad radial, con el programa “La hora católica”. En febrero de 1950 inició, también en Cartagena, el programa radial “El Minuto de Dios”, que transmitió luego desde Cali en enero de 1952, desde Medellín en septiembre de 1954 y desde Bogotá en diciembre de 1954. En enero de 1955, empezó la transmisión de “El Minuto de Dios” por televisión, programa diario (el programa vigente más antiguo de la televisión colombiana) a través del cual durante 38 años habló acerca de Dios, del hombre y de la patria.

El padre Rafael fue un predicador que llamó permanentemente a los colombianos a la conversión, a la entrega personal a Jesucristo por la acción del Espíritu Santo, y al compromiso en la vida cristiana, con énfasis en los sacramentos del bautismo y del matrimonio. La Conferencia Episcopal Colombiana le otorgó, el 27 de agosto de 1981, la medalla Inter Mirifica “por su infatigable labor al frente del programa el Minuto de Dios, con todo lo que supone de labor social y evangelizadora”.

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