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ASTROLOGÍA: LA CIENCIA DE LA SINCRONICIDAD


Enviado por   •  22 de Septiembre de 2020  •  Reseña  •  2.124 Palabras (9 Páginas)  •  194 Visitas

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ASTROLOGÍA: LA CIENCIA DE LA SINCRONICIDAD
Por:
Julián David Contreras Villamizar

Dicen los grandes creadores de ciencia que saber es poder. Dicen estos, curiosamente en la misma postura que el esoterismo y el ámbito místico no son más que bromas surrealistas, ridiculeces. Pero contradictoriamente, la ciencia nos ha revelado de manera indiscutible eventos inexplicables en todo tipo de ocasiones. Por otro lado, nos revelan bases científicas como la relatividad de Einstein que el tiempo es una ilusión y que no somos más que pequeñas partículas habitando en el gran universo aún indescifrable. ¿Pero qué sucedería si se escribe que en el momento en que el cosmos se mueve, accidentalmente mueve el destino de cada parte de sí mismo, y con eso, cada parte de nuestro destino? En efecto, eso ya se habría escrito, no se ha escrito y se está escribiendo, al mismo tiempo.

Con el fin de conocer sus orígenes:

 “La astrología que conocemos nace en Mesopotamia, antes del año 3.000 A.C. Los testimonios más antiguos que se conocen se refieren a la biblioteca del rey asirio ASURBANIPAL, (668-625 AC) quien poseyó manuscritos de astrología de procedencia egipcia, fechados cerca del año 3.000 antes de Jesucristo.” (Anónimo, 2012).

 Evidentemente, la astrología llegó al mundo desde el momento en que el hombre sintió curiosidad por el cielo azabache lleno de diminutos parches de luz. En acadio; el idioma mesopotámico le llamarían “mūšu”, y es que la noche siempre nos mostró la inmensidad del universo en el que hacemos parte.

 El hombre empieza a registrar el cielo, y con el paso de los años, descubre que tal vez porque se muevan por una órbita o por cualquier motivo, los cuerpos celestes cumplen un patrón. No tenían cómo probarlo, sencillamente lo sabían, e interpretaban que en ciertos días, meses o periodos de tiempo acaecían eventos o ciertos elementos hacían inclinar la balanza a favor del ser humano. Utilizaban este conocimiento para predecir el éxito en actividades como la siembra, las guerras y las finanzas; actividades de estado:

“En sus primeros tiempos, se dedicaba al estudio de vaticinios astrales, agrupados en cuatro categorías: luna, sol, planetas y fenómenos meteorológicos. Es a partir del año 800 A.C. cuando se convierte en fuente de adivinación del estado, y para ello los reyes tenían observadores en todos los rincones del reino, enviando informes de posiciones celestes. Es posteriormente cuando aparece el estudio del horóscopo individual, siendo el más antiguo del que se tiene noticia el de un niño nacido el 29 de abril del 410 A.C.” (Anónimo, 2012).

Son entonces creados los doce signos en Egipto y las famosas doce casas en Grecia, es entonces cuando el horóscopo como lo conocemos, aunque mucho más simple, comienza a existir.  La astrología va reinventándose a través de los siglos, hasta que es pensada la carta astral o natal:

A través de la carta astral descubrimos quienes somos en esencia. Cada uno de nosotros es único, cada uno de nosotros tiene su propio camino y una forma de ser que le es propia, y el estudio del mapa natal nos proporciona una perspectiva global sobre nuestras vidas, sobre nuestra personalidad, sobre los hitos que jalonan nuestra existencia. El tema natal es el mapa que representa el territorio de nuestro ser interno, pero sólo nosotros podemos iniciar el viaje para explorar en nuestra vida aquellos caminos más propicios para nuestra evolución. (Royo, 2017).

Es preciso señalar que actualmente, la mayoría de la población occidental conoce su signo zodiacal SOLAR por “cultura general”. “yo soy Aries, soy Piscis, yo Capricornio…”.

El problema con esto es que la carta astral nos enseña que el signo solar es igual de importante que el signo lunar, y el signo ascendente. Pues para dar una vista gorda de la descripción biográfica de la carta astral, es mínimamente necesario revisar correctamente estos tres signos, asimismo, la casa en la que se encuentra. El signo solar es lo que podemos llegar a ser voluntariamente, el signo lunar es lo que podemos ser involuntariamente (emociones, sentimientos) y el signo ascendente es cómo aparentamos ser. En otras palabras, afirmó Capece, s.f. :“Somos toda la carta natal, y además del Sol y la Luna está por supuesto el Ascendente, Marte, Venus, etcétera, pero yendo paso a paso, no podemos quedarnos en el Sol sin contar con la Luna.”

Va esto mucho más ligado al porqué los colectivos sociales no confían en la astrología y se encargan de marginar a quienes sí emplean de esta; bien como pasatiempo o como estilo de vida. Se quedan en aquel rasgo aparentemente más importante, con el que perfectamente pueden no sentirse del todo identificados. A partir de ese punto, calificarán cualquier otro rasgo que describa la carta natal o directamente a la astrología como vil falacia, en la mayoría de casos, y detestan que exista conocimiento tan cósmico que la ciencia sea incapaz de explicar del todo. Un ejemplo fehaciente de la premisa anterior lo expresó un(a) anónimo(a) en Clarin.com en la sección de Entremujeres, Astrología, según Gualano, 2016: Estamos buscando subpartículas atómicas, hay aparatos que están saliendo del sistema solar a explorar, y todavía siguen con esta payasada de la astrología. Y me quejo porque significa difundir ignorancia en lugar de aportar al conocimiento de la sociedad”.

Debido al rechazo social, este conocimiento se ha olvidado y el ser llamado “pseudociencia” ha ayudado a la empresa de descartar el conocimiento astrológico aún más.

¿Pero cómo justificamos que la astrología realmente puede llegar a ser válida para el mundo? Gracias a aquel psiquiatra del siglo XX clave para los inicios del psicoanálisis, un rival de Sigmund Freud, el mismísimo Carl Jung:

En 1952, Carl Jung acuñó el concepto de "sincronicidad" para definir "la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera acausal". Es decir, la coincidencia temporal de dos o más eventos, que guardan relación entre sí, pero que no son uno causa del otro, sino que su relación es de contenido. (...) De acuerdo con Jung, la sincronicidad consiste en la unión de sucesos externos e internos, de una manera dotada de sentido para el individuo que observa o experimenta estos sucesos. Estas coincidencias podrían darse por una atracción no consciente que genera la ocurrencia de ciertos eventos, y asimismo les concede un valor simbólico, aunque solamos creer que las causas provienen de circunstancias metafísicas, como la suerte o la magia. (Díaz Hernández, 2015)

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