Betsycarol
Enviado por betsyalga • 13 de Julio de 2013 • 2.086 Palabras (9 Páginas) • 258 Visitas
HISTORIA DE LAS NEUROCIENCIAS
El primer escrito conocido sobre el cerebro se encuentra en un papiro comprado por Edwing Smith en 1885. Data de una antigüedad de 3000 años y es el escrito más antiguo sobre neurociencias, de alteraciones sobre el sistema nervioso. Es un papiro egipcio que procede del s. XVI a.c. pero puede tratarse de una copia e otro documento mucho más antiguo, cuyo autor fue posiblemente el arquitecto y médico Imhotep. Describe dicho papiro, entre otras cosas, el diagnóstico, tratamiento y pronóstico de una serie de pacientes con heridas en la cabeza y el cuello (48). Se habla de trepanaciones porque se pensaba que algunos males venían de unos humores o gases que se acumulan en esa zona y que con los orificios ya salían al exterior. Pero la mayoría de ellos morían.
Demócrito aporta dos ideas fundamentales al situar el pensamiento en el cerebro y lanzar la idea de que existe una actividad nerviosa de comunicación. Demócrito dice que el cerebro es quien controla las funciones superiores y también habla de actividad nerviosa. No es el primero sino el que más énfasis pone en situarlo en el cerebro.
Hacia el año 400 a.c. Hipócrates vino a enriquecer las ideas de Demócrito. Era un médico de la época que tenía que resolver cualquier cosa del organismo. Observó muchos casos distintos, tenía una amplia observación clínica. Esto le permite distinguir entre enfermedades neurológicas y mentales. Decía que el cerebro era el lugar del intelecto y el órgano que controlaba la conducta. Entre otras cosas, describió la epilepsia, describió lesiones del hemisferio izquierdo con sus manifestaciones en el hemicuerpo derecho, relacionó el pensamiento, la inteligencia y las emociones con el cerebro y llegó a diferenciar ente enfermedad neurológica y enfermedad mental.
Platón, ya en la época de los filósofos, sitúa el intelecto en la cabeza. Comparte la opinión de Hipócrates de ver en el cerebro la parte “más noble” del cuerpo humano. Distinguió tres partes en el alma y relacionó a cada una de ellas con un órgano determinado: las pasiones más bajas como la codicia y el deseo pertenecían al hígado; las pasiones superiores como el orgullo, el valor, la furia o el miedo pertenecían al corazón. Pero el entendimiento competía al cerebro en exclusiva.
Para Aristóteles, hacia el 350 a.c. el cerebro sólo refrigera el organismo. Para él, sin haber practicado observaciones sobre cadáveres, las funciones: sensaciones, pasiones e inteligencia residen en el corazón. Esto fue un parón para las neurociencias de siglos porque se estudiaba el corazón y no el cerebro.
Por su parte la medicina griega intentó seguir estudiando el cerebro:
Herófilo, conocido como el padre de la anatomía, progresó en nuestro conocimiento del sistema nervioso a diseccionar cadáveres tanto de personas como de animales. Entre otras cosas, Herófilo localizó el recorrido de los nervios motores distinguiéndolos de los sensoriales, describió los ventrículos cerebrales y habló de estructuras en el sistema nervioso.
Ya en el s. II d.c. Galeno, a menudo citado como el padre de la Medicina trató heridas de gladiadores y diseccionó algunos animales. También describió los ventrículos y los distinguió de la masa encefálica además de aportar dibujos de la organización del cerebro. Entendió asimismo que el cerebro era el órgano central de la percepción. Pero situó las funciones en los ventrículos, en lugar de en el masa encefálica.
Durante la Edad Media se desarrolló la doctrina de Galeno hasta que la investigación anatómica en el hombre fue prohibida por la doctrina cristiana.
Ya en el Renacimiento tenemos que citar a Leonardo Da Vinci (1472-1519) no sólo por sus dibujos del sistema nervioso, sino por su investigación con cadáveres. Incluso investigó cráneos y en sus dibujos nos deja comentarios del funcionamiento, centrando las funciones en la “sustancia” (masa encefálica). De hecho realizó el primer dibujo realista que conocemos de los ventrículos cerebrales. También destaca Miguel Ángel.
Descartes (1596-1650) escribió en 1633 su libro Sobre los Hombres. Muy influenciado por la teoría mecanicista, intenta ligar los dos movimientos de la época buscando diferencias entre animal y humano. Intentó relacionar en el ser humano, la mente con el cuerpo, y buscó una estructura que fuese única en el hombre y encontró la glándula pineal, situada entre los dos hemisferios y el cerebelo y consideró que controlaba todas las funciones y que en ese punto era donde mente y cuerpo contactaban. El problema es que Descartes creía, erróneamente, que la glándula pineal sólo existe en los seres humanos y no en los animales, al igual que el alma o conciencia. Sin embargo, hay animales como la lagartija que también la poseen. Para Descartes sólo tenemos un pensamiento de una misma cosa ala vez. Esta noción de dualismo mente/cuerpo fue un tema ampliamente difundido.
La conducta semeja a una máquina. Él propone la idea de reflejos espinales y una vía neural para los mismos. Pero pensaba que los nervios eran un continuo.
Thomas Willis (1621-1675) publicó su anatomía del cerebro. Estudia sistemáticamente los trastornos del cerebro. Consideraba el cerebro como el órgano que coordina y controla la conducta.
No fue hasta el s. XIX cuando las personas cultas del mundo occidental aceptaron finalmente que el cerebro era el órgano que coordina y controla la conducta. Una idea popular del s. XIX fue la frenología, de la cual Gall fue el máximo representante.
Franz Joseph Gall centró todas las funciones en el cerebro lo cual es un punto a su favor, pero sostenía que la corteza cerebral consistía en unidades funcionales u “órganos” independientes, cada uno de los cuales era responsable de una facultad conductual determinada (el amor a la familia, la curiosidad, la percepción del color, etc.). Así mismo, sostenía que el cráneo reflejaba directamente la superficie del cerebro de modo que, palpando la cabeza de una persona se podría saber qué facultades tenía más desarrolladas y cuáles menos.
La mayoría de los investigadores que eran contrarios a la idea de Gall rechazaron el concepto de localización de la función cerebral en su totalidad. Insistían en que el cerebro, igual que la mente, funciona como un todo.
Marie-Jean-Pierre Flourens (1794-1867) fue uno de esos investigadores antilocalizacionistas. Flourens realizó ablaciones en el cerebro de animales de una gran variedad de especies, y llegó a la conclusión de que el daño conductual producido por la lesión no dependía de la zona concreta que se extirpase sino de la cantidad de masa encefálica lesionada.
En la discusión entre los loalizacionistas, que defendían la localización
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