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Bienes Comunes, Urgencia De Protegerlos


Enviado por   •  7 de Julio de 2014  •  4.221 Palabras (17 Páginas)  •  179 Visitas

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Bienes comunes, urgencia de protegerlos

Carlos Rodrigo Zapata C.

carlosrodrigozapata@gmail.com

Economista, analista en planificación territorial

La Paz, Bolivia

La base material de la vida en el planeta se reduce a ritmo acelerado. Viejas fuerzas con redobladas energías -tanto en el centro como en la periferia- se hallan al mando de ese proceso de “destrucción no creativa”. Se trata de un esfuerzo renovado y sin parangón de explotar, privatizar y mercantilizar las potencias de la naturaleza.

El problema de fondo se halla en la raíz misma del capitalismo, así como en todas las formas de sobrevivencia que utiliza este sistema de estructuración de las relaciones sociales, incluyendo la conculcación de los derechos humanos y de la naturaleza.

1. Diagnóstico general: la crisis del capitalismo

El problema básico que históricamente ha traído consigo el capitalismo a las relaciones sociales se llama acumulación primitiva, que no se limita a una etapa inicial, primigenia o primitiva de acumulación, sino que se refiere a los primeros movimientos de todo proceso de acumulación, incluso de aquellos que precisamente hoy están empezando. La característica esencial de dicho primer paso en todo proceso de acumulación radica en todas las formas de apropiación y expropiación que la mente y los mecanismos capitalistas logran inventar o elucubrar a diario, a fin de realizar su desbocado afán de acumulación. Un acompañante permanente de estos procesos de despojo es la violencia, no importa con qué traje o disfraz se presente, sea legal, ideológico, económico o la tradicional y desembozada violencia ejercida mediante cuerpos legales o mercenarios de cualquier laya.

En el transcurrir del desarrollo del capitalismo ha habido intentos y empeños por tratar de darle un rostro más humano, más social a este sistema, razón por la que se ha desarrollado una doctrina, un cuerpo de leyes e instituciones que tomen en cuenta las necesidades más elementales de la población particularmente requerida por el sistema. El llamado estado de bienestar y la economía social de mercado son dos ejemplos o manifestaciones de dichos intentos. Por cierto que la población que no cumple con dichos requerimientos es tratada como superpoblación excedente o sobrante, o ejército de reserva, que es dejada a merced de la informalidad o la miseria.

No obstante, la crisis económica y financiera actual ha puesto al desnudo los límites de estos intentos de aproximar el modo de producción capitalista y sus reglas de funcionamiento a las necesidades de la sociedad. La tesis marxista acerca de la tendencia secular a la caída de la tasa de ganancia se ha hecho visible y presente como nunca antes, y lo ha hecho de un modo abrupto y masivo, al estallar la crisis financiera catalizada por las subprimes (activos tóxicos o fraudulentos) y todos los enjuagues financieros relacionados.

Las masas de capital desempleado andan a la búsqueda de nuevas oportunidades de realización de su valor. Una de las más importantes que han encontrado radica en la explotación y valorización de los recursos naturales y de todas sus funciones ambientales. Por ello, podemos decir que uno de los ámbitos en los que el capital busca continuar con su desembocada carrera de acumulación, va centrándose cada vez más y con renovada energía en la expoliación de estos recursos. Para lograr este propósito, el capital no se detendrá ante los derechos humanos y los derechos de la madre tierra. Todo el edificio de derechos que se ha venido construyendo a nivel internacional –los derechos humanos, sociales, económicos, ambientales, culturales- y de modo particular después de la segunda guerra mundial, empieza a ser verdaderamente puesto a prueba, ya que fue construido en una fase en la que el capital se hallaba confrontado a una competencia entre sistemas en el marco de la guerra fría, que le obligaba a tener que admitir ciertas limitaciones a su poder.

En esta nueva etapa, en la que está haciendo grandes esfuerzos por instaurar una nueva doctrina, una nueva manera de ver el mundo, ha centrado toda su atención en la llamada “economía verde” con el fin de justificar su masiva y agresiva intervención en la explotación de los recursos naturales y la privatización de las funciones ambientales. Si bien el capitalismo nunca se contuvo cuando se trató de explotar la naturaleza, ahora la dimensión y el grado de peligrosidad y de amenaza planetaria que representa un capitalismo angustiado, desbocado, enfrentado de modo radical a sus propios límites y contradicciones, rebasa toda experiencia previa.

Por estas consideraciones, es preciso y elemental que las sociedades se preparen para enfrentar los embates que ya se hallan en plena operación. Los ejércitos que se han movilizado para esta hazaña de conquista y sometimiento son incontables y muy diversos, tantos que puede resultar muy fácil subirse al bote equivocado.

Hasta aquí hemos dedicado unas reflexiones para describir el problema general. Ahora debemos concentrarnos en el problema específico, el relacionado con la explotación de la naturaleza, es decir, de los recursos naturales y las funciones ambientales.

2. Diagnóstico específico: la verdadera tragedia de los comunes

Aquí el término clave es bienes comunes. Los bienes comunes son, por empezar, todos aquellos que la naturaleza nos ha regalado, ha creado o, si se prefiere, ha puesto a disposición para hacer posible la vida. Sin todos esos ingredientes, como el aire, el agua, la tierra, la vegetación, los bosques, la biodiversidad, las funciones ambientales, la vida no sería posible en este planeta, prácticamente la de ningún ser vivo. Ello significa que todos los seres vivos, incluidos los humanos, somos aire, agua, tierra, bosque, y a la vez somos el producto de sus frutos.

¿Por qué enfatizar todo ello? Simplemente porque si existe alguna forma de aniquilar, de acabar con un adversario, no consiste simplemente en matarlo, sino en liquidar las bases mismas de su vida, sus bases de sustentación y perpetuación. Al presente, a las leyes de funcionamiento clásicas del capitalismo, se han sumado aquellas que operan en su fase de declive y caída en la que se halla actualmente, las que amenazan con arrasar con toda forma de vida conocida.

El problema que se avizoró inicialmente en relación a los bienes comunes fue lo que se dio en llamar la “tragedia de los comunes”, con lo cual se quería señalar que sin reglas de funcionamiento apropiadas y respetadas por todos, los bienes comunes –como ser lagos, ríos, praderas de pastoreo, etc.- terminarían siendo presa de nuestra propia acción depredatoria.

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