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CUALES SON LAS MEJORES PRUEBAS DE LA EVOLUCION


Enviado por   •  13 de Marzo de 2018  •  Ensayo  •  5.124 Palabras (21 Páginas)  •  230 Visitas

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PRUEBAS DE LA EVOLUCION

Distintos tipos de pruebas apoyan la hipótesis de que los organismos están relacionaos a través de un ancestro común. Esto es significativo debido a que, cuanto más variadas sean las pruebas que sustentan una hipótesis, esta se ve más contundente. Darwin cito gran parte de sus pruebas para demostrar su hipótesis. Sin embargo, carencia del conocimiento sobre los datos genéticos y bioquímicos que se descubrieron tiempo después.

  • PALEONTOLOGICAS

La Paleontología es el estudio de los fósiles, o sea, de los antecesores de los seres vivos. Se entiende por fósiles los restos de organismos o huellas de animales y vegetales incluidos en las capas terrestres antes del comienzo de la época actual.

Esta definición, hoy circunscrita a la acepción dicha, tenía antes un concepto más amplio, pues entre los fósiles se incluían formaciones y ejemplares minerales que no habían tenido relación alguna con restos orgánicos, ni menos correspondían a ellos. Otra aceptación era la de petrificaciones o petrefacta, que decían los naturales sajones, y también la de plumas y objetos extraños. Cuando son fácilmente descomponibles, desaparecen y no queda de ellos sino la impresión o huella, mientras que los objetos poco o nada alterables son englobados en la masa pétrea que se deposita por las aguas. Las impresiones de dichas hojas, piedras figuradas, que empleaban los eruditos de origen latino.

Hay muchos restos orgánicos que se transforman rápidamente en piedra o son sustituidos en su forma por materia mineral, los cuales, sin embargo, no deben considerarse como fósiles, pues les falta el carácter fundamental de antigüedad geológica. Así sucede en las formaciones de travertino o toba que se forma en ciertos lagos, como el de Bañolas (Gerona), donde las aguas abandonan tal cantidad de caliza, que incluyen con rapidez los más diversos objetos, tales como hojas y restos vegetales, y también plumas, etc., pudieran tomarse como fósiles, pero no lo son, pues corresponden a organismos actuales, como lo atestigua, además del examen de las impresiones, la existencia de objetos incluidos de época reciente, como por ejemplo, monedas, botones, etc., que no desaparecen en la masa travertinica.

Pero en Abril del año 1887 fue encontrada por Pedro Alsius Torrent (1839-1915), en un manchón travertinico muy duro, inmediato a dicho lago gerundense, una mandíbula humana, que por sus rasgos anatómicos, muy  distintos de los que presentan las quijadas de los hombres actuales, se reconoció que correspondían a una especie humana diferente de todas las razas vivientes, a una raza extinguida que pueblo la Tierra durante la época Cuaternaria, al Homo primigenius u Homo neanderthalensis, que con ambas determinaciones especificas se les conoce. Esta mandíbula es ya un fósil, y un fósil humano de la mayor importancia.

El rio Piedra, que de la alta meseta de la Alcarria se desempeña en pintorescas cascadas, al llegar al llamado monasterio de Piedra, cerca de Alhama de Aragón, abandona tal cantidad de caliza sobre las algas y demás vegetales de cause, que los incrusta por completo, formándose vistosas masas de petrificaciones, en las que se aprecian los detalles de las hojas con gran exactitud. Tampoco a estas formaciones debemos considerarlas como fósiles, pues son, por lo común, algas carofitas, que en plena vida vegetativa han sido recubiertas por la sustancia mineral. Pronto es esta lo único que queda, pues la parte vegetal se pudre y desaparece.

En cambio, la simple señal de los pasos de un animal en el cieno de una playa o en las orillas de un lago o de un rio de otra era geológica, huellas que, al convertirse el antiguo sedimento en piedra han llegado hasta los tiempos actuales, debe considerarse e incluirse entre los fósiles, aunque no quede nada del organismo que la produjo. Tal sucede con las pistas o huellas de los pasos de los Cheirotherium, reptiles del comienzo de la era Secundaria, que se encuentra en la roca llamada rodeno, o sea la arenisca roja del periodo Triásico, de Molina de Aragón (Guadalajara). Hay un grupo entero de fósiles correspondientes a un periodo mucho más antiguo que aquel en que se produjeron las pistas de los Cheirotherium, como son las llamadas Cruzianas, del Silurico, que solo consisten en las señales que ciertos organismos dejaron en las áreas de las playas de aquellos antiguos mares, arenas hoy convertidas en las duras cuarcitas del oeste de España.

Caso en contraste con el expuesto, en que del antiguo organismo no queda nada, es el de aquellos fósiles constituidos por el animal entero, incluso con sus  órganos y partes blandas y putrescibles, como acontece con los insectos encerrados en las masas de ámbar o succina. Se explica esta inclusión, porque al brotar la resina de los troncos de coníferas de la época Terciaria, y escurrir por la corteza en estado viscoso, aprisiono a los insectos. Al cabo de los tiempos de resina se fosilizó y se convirtió en ámbar, y dentro quedo el insecto encerrado. Es una sustancia fosilizada aprisionando a un fósil.

Aun es más sorprendente el caso de corpulentos animales, como por ejemplo, algún rinoceronte de especie hoy extinguida, encontrado entero y bien conservado en los depósitos naturales de petróleo de Starunja, en Galitzia.

En España, en el yacimiento de azufre de libros (Teruel), se encuentren entre las pizarras petrolíferas que se emplean como combustible de los hornos para la sublimación de azufre, insectos, salamandras y varios fósiles. Si las lajas de pizarra petrolífera no conservan las partes blandas de estos animales, si se señala en ellas el contorno del cuerpo, y desde luego, conservan a la perfección el esqueleto. En este interesante yacimiento de la época Miocena, se han encontrado leños y pedazos de madera de aquellos remotos tiempos, que han podido llegar hasta nosotros gracias a su impregnación petrolífera.

Como ejemplo de grandes animales conservados enteros, con su carne, piel, etc., pueden citarse los cadáveres de Mammut y rinoceronte lanudo, de los tiempos del Cuaternario, enterrados desde aquella lejana época entre los aluviones de la desembocadura de los grandes ríos siberianos en el mar Ártico. Ya a fines del siglo XVIII, el célebre viajero y naturalista alemán Pedro Simón Pallas dio cuenta de estos singulares hallazgos, hechos a raíz de un viaje que hizo a Siberia como miembro de la comisión encargada de estudiar en aquellas latitudes el paso de Venus por el Sol. Se cita el caso de algunas expediciones posteriores en que los perros encontraron algún mamut desenterrado por las aguas del rio y se alimentaron con esta carne que databa de varios milenios. La abundancia de estos fósiles es tal, que incluso ha sido objeto de comercio el marfil de las defensas de los elefantes fósiles de Siberia.

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