Calentamiento Globlas
Enviado por elsapo • 14 de Octubre de 2013 • 609 Palabras (3 Páginas) • 319 Visitas
El guión del libro de Dresser transita entre el ser —o sea su diagnóstico del atolladero nacional— y el deber ser —o sea sus sugerencias y recomendaciones para salir del mismo—. Desde el Prólogo se anuncia este derrotero: “El pesimismo, el fracaso, el desencanto y el silencio infectan a México”. Por eso es “Imperativo que los mexicanos evalúen a su país y a sí mismos con más honestidad. Sin las anteojeras de los mitos y los intereses y los lugares comunes que buscan minimizar los problemas… En México mostramos una peligrosa inclinación por ordenar superficialmente la realidad en vez de buscar su transformación profunda… Somos una nación que no logra encarar sus problemas con la suficiente franqueza”. Nada más insubstancial que recurrir hasta la reiteración al “nosotros”, a “los mexicanos”, a “la nación”, a “México” para construir un discurso que se pretende explicativo, pero que no logra desmarcarse en absoluto de los discursos políticos que Dresser tanto crítica. Si el recurso a la idea abstracta y genérica de la nación por parte de un político es demagogia, en un académico es insensatez.
Pero hay un peligro más grave aún en el itinerario propuesto por Dresser: la descalificación o estigmatización a priori de un pueblo o una comunidad para justificar una búsqueda intelectual, la suya, que no es otra que la de “iluminar” a los ciegos, la de prepararlos para la batalla que les restituirá su dignidad perdida. En efecto, la imagen no podía ser más elocuente: “los mexicanos — piensa Dresser— nos quedamos siempre en la superficie, rechazamos la profundidad, preferimos mirar a otra parte, y en esa deshonestidad cobarde nos volvemos cómplices de la barbarie que nos agobia”. Cuánto desprecio a la sociedad encierra esta afirmación, pero sobre todo, cuánta ignorancia. Para empezar, no hay un solo México ni los mexicanos somos un conglomerado monolítico y cerrado. En segundo lugar, decir que los mexicanos minimizamos los problemas es no entender a los mexicanos, es un cliché con el cual los intelectuales se autoerigen como los depositarios de la verdad y el saber superior. Dresser observa desde su torre de marfil y desde ahí pontifica, sin más contacto con los mexicanos que sus libros y periódicos, y sin más referentes que los paisajes de lo popular que observa desde la ventana de su auto reluciente.
Pero las descalificaciones simplistas salpican cada página, en una cadena de clichés que avergonzaría a los mismísimos maestros de la mexicanidad, como Alfonso Reyes, Samuel Ramos, José Gaos y Octavio Paz: “los mexicanos reverenciamos al status quo, lo que nos convierte en espectadores pasivos”, “somos fatalistas, resignados y conformistas”, “la falta de un gobierno competente está en el corazón de nuestra historia”… Se nota a leguas que la politóloga Dresser, marcada por su formación anglosajona, ignora esa literatura tan profusa como
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