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Capitulo 5 Oringen De La Vida Aoparin


Enviado por   •  4 de Marzo de 2013  •  4.177 Palabras (17 Páginas)  •  557 Visitas

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CAPÍTULO V

Organización del protoplasma vivo

A fin de poder llevar adelante el curso de la evolución y el proceso del

origen de la vida, es preciso conocer, aunque sea a grandes rasgos, los

principios básicos de la organización del protoplasma, ese sustrato material

que forma la base de los seres vivos.

A fines del siglo pasado y principios del actual, algunos científicos

pensaban que los organismos no eran más que unas “máquinas vivientes”

de tipo especial, con una formación estructural sumamente compleja. Según

ellos, el protoplasma poseía una estructura semejante a la de una máquina

y estaba construido con arreglo a un determinado plan y formado por

“vigas” y “tirantes”, rígidos e inmutables, entrelazados unos con otros. Esta

estructura, este riguroso orden en la disposición recíproca de las distintas

partes del protoplasma, era justamente lo que, según el punto de vista en

cuestión, constituía la causa específica de la vida, así como la causa del

trabajo específico de una máquina depende de su estructura, según la

forma en que están dispuestas las ruedas, los ejes, los pistones y las demás

partes del mecanismo. De aquí la conclusión de que si consiguiéramos

estudiar detalladamente y captar esta estructura, tendríamos aclarado el

enigma de la vida.

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Pero el estudio concreto del protoplasma ha negado ese principio

mecanicista. Se verificó que en el protoplasma no existe ninguna estructura

que se parezca a una máquina, ni siquiera a las de máxima precisión.

Se sabe que la masa fundamental del protoplasma es líquida; es un

coacervado complejo, formado por numerosas sustancias orgánicas de

enorme peso molecular, entre las que figuran, en primer término, las

proteínas y los lipoides. De ahí que en esa sustancia coacervática

fundamental, floten libremente partículas filamentosas coloidales, tal vez

gigantescas moléculas proteínicas sueltas, y más probablemente,

verdaderos enjambres de esas moléculas. Las partículas son tan minúsculas

que no se alcanzan a distinguir ni siquiera con ayuda de los microscopios

modernos más perfectos. Pero a la vez, en el protoplasma existen también

elementos visibles. De suerte que al unirse formando grandes montones, las

moléculas proteínicas y de otras sustancias pueden destacarse en la masa

protoplasmática en forma de gotas pequeñas, pero ya visibles al

microscopio, o formando algo así como coágulos, con una estructura

determinada a los que se denomina elementos morfológicos: el núcleo, las

plastídulas, las mitocondrias, etc.

Dichos elementos protoplasmáticos, visibles al microscopio, son, en

esencia, la expresión externa, una manifestación aparente de determinadas

relaciones de solubilidad muy complejas, de las sustancias del protoplasma.

Como veremos, esta estructura tan lábil del protoplasma cumple, sin lugar a

dudas, un gran papel en el curso del proceso vital, pero éste no puede

compararse con el que desempeña la estructura de una máquina en su

trabajo específico. Y esto se justifica plenamente, por ser la máquina y el

protoplasma, en principio, dos sistemas totalmente opuestos.

En efecto, lo que distingue la labor de una máquina es el

desplazamiento mecánico de sus partes en el espacio. Por eso, el elemento

primordial de la organización de una máquina es, justamente, la disposición

de sus piezas. El proceso vital posee un carácter completamente diferente.

Su manifestación esencial es el recambio de sustancias, o sea, la interacción

química de las diversas partes que forman el protoplasma. Por eso, el

elemento más importante de la organización del protoplasma no es la

distribución de sus partes en el espacio (como sucede en la máquina), sino

determinado orden de los procesos químicos en el tiempo, su combinación

armónica tendiente a conservar el sistema vital en su conjunto.

El equívoco de los mecanicistas reside sobre todo en ignorar esa

diferencia. Por afán de dar a los seres vivos la misma forma de movimiento

de la materia que poseen las máquinas, quieren establecer una igualdad

entre la organización del protoplasma y su estructura, o sea, reducen esa

organización a una simple distribución en el espacio de sus diversas partes.

Está bien claro que se trata, lógicamente, de una interpretación

unilateral, ya que toda organización no solamente hemos de concebirla en el

espacio, sino también en el tiempo. Cuando decimos, por ejemplo, que en

una asamblea hay “organización”, no es sólo porque los que allí asisten se

han distribuido en la sala en una determinada forma, sino además porque la 40

asamblea se rige por un reglamento y porque las intervenciones de los

oradores se harán en un orden previamente establecido.

De acuerdo con el carácter del sistema de que se trate, se destacará en

primer lugar su organización, tanto en el espacio como en el tiempo. Porque

lo que decide en una máquina es la organización espacial; pero también

conocemos numerosos sistemas en los que sobresale en primer término la

organización en el tiempo. En calidad de ejemplo de esos sistemas puede

servirnos cualquier obra musical, una sinfonía, pongamos por caso. Porque

lo que determina cualquier sinfonía es la combinación, en un orden estricto

en el tiempo, de decenas o centenares de los miles de notas que la

componen. Es suficiente salirse de la combinación armónica requerida, de

este orden de sonidos, para que desaparezca la sinfonía como tal y quede

una desarmonía convertida en un caos.

Para la formación del protoplasma es de suma importancia la existencia

de determinada y sutil estructura interna. Mas, aparte de esto, lo decisivo

en este caso es la organización en el tiempo, es decir, cierta armonía de los

procesos que se operan en el protoplasma. Todo organismo, animal, planta

o microbio, vive sólo mientras estén pasando por él, en torrente continuo,

nuevas partículas de sustancias, impregnadas de energía. Desde el medio

ambiente pasan al organismo diferentes cuerpos químicos; y una

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