Carta a colegas docentes
Enviado por 4302421 • 22 de Mayo de 2016 • Documentos de Investigación • 1.060 Palabras (5 Páginas) • 270 Visitas
Ciudad del Este, Paraguay 21 de Abril de 2015.
APRECIADO COLEGA alumn@ del posgrado de Didáctica,
Les acerco unas pocas líneas que invitan a reflexionar. Anhelo que las ideas aquí transcriptas se constituyan en una fuente enriquecedora de discusión de conceptos diferentes, hasta divergentes que nos motiven a mantenernos en contacto, pues la nuestra es una tarea de largo aliento, una carrera de larga distancia, no pensada para velocistas. Nuestros encuentros fueron quizá demasiado breves, pero siempre es posible recomenzar, reatar lazos, pensar juntos. Estas líneas también constituyen una invitación que pueden aceptar o rechazar…
Hoy, la Universidad, nuestra comunidad académica y porque no admitirlo, nuestra sociedad toda, nos convocan a resolver dificultades y problemas de gran urgencia.
Vivimos tiempos de crisis.
La Sociedad Humana está en crisis.
La Universidad está en crisis.
El hombre está en crisis.
En nuestro pequeño país, quizá amodorrados por años de “tranquilidad” del período autoritario, durante el cual entendíamos vivir en una isla, alejada de los vientos huracanados que soplaban sobre el resto del globo, nos descubrimos azorados, casi súbitamente, en confrontación con la noción axiomática de que hacemos parte del mismo planeta, de las mismas circunstancias, de similares y dolorosas problemáticas.
Como privilegiados integrantes del segmento pensante y consciente de la comunidad académica en Paraguay y por ende de la sociedad humana como un todo, nos vemos en la obligación de replantear aspectos fundamentales de nuestra tarea docente cotidiana.
¿Por qué hablar de cuestiones tan pequeñas cuando la problemática parece tan desmesurada, ominosa y amenazante?
Quizá porque las vías menos trilladas han sido aquellas del trabajo y la responsabilidad individual, que multiplicadas por el número restricto pero creciente, de seres conscientes que se unan a esta cruzada, puede significar el vuelco definitivo para resolver la crisis humana.
Los vórtices del abismo nos succionan con fuerza inusitada y en lugar de una mayor responsabilidad, una creciente dedicación y esfuerzo, preferimos muchas veces permanecer en la mismidad de nuestra rutina mediocrizante.
Pero ha llegado la hora colegas.
Desde la menuda atalaya de nuestras aulas, desde los auditorios y laboratorios de nuestras Universidades y Facultades, debemos echar a volar con alegría, la esperanza.
La tarea implica construir una nueva universidad comprometida con la comunidad particular en la cual la misma se halla inserta, mas, también comprometida con la gran fraternidad humana.
Y aunque parezca pequeño, partamos entonces de nuestras clases, piedra angular de nuestra tarea, nuestra manera de mostrar a nuestros alumnos la visión y la misión de lo que es nuestra Universidad y dentro de ella nuestra tarea y la de nuestros alumnos en cabal abrazo con la comunidad a la cual la universidad se debe.
Construyamos nuestras clases en forma participativa. La voz de los alumnos y la de los representantes de la comunidad también debe ser oída. Aportemos nuestra experiencia pedagógica y técnica, como docentes, buscando enriquecerla y convertirla en herramienta transformadora.
Orientemos nuestros esfuerzos hacia el logro de competencias adecuadas al campo del saber que nos ocupa e integremos estas competencias con las de otros saberes.
No permitamos que se pierda la visión de totalidad, estamos formando hombres integrales, mente, emoción y valores, con los pies firmemente afincados en la tierra y una visión prendida al futuro.
Nos movemos sobre los hombros de gigantes. Desde la concepción pansófíca de Comenius, hasta el saber dialógico de Freire, a través de muchos siglos, se extienden hitos sucesivos que nos llevan de cúspide en cúspide hacia el amanecer luminoso del encuentro humano. Estas cumbres pueden llamarse Montessori, Herbart, Piaget, Claparede, Kuhn, Russell, Rogers, Dewey, Vygotsky, Cardozo, en Paraguay y tantos otros, pero a ellos se suma un vasto ejército de educadores, en su mayoría anónimos que ha impulsado el perfeccionamiento del proceso de enseñanza-aprendizaje y de humanización hasta hacerlo llegar a esta instancia, la que hoy contamos en nuestras manos, la que nos da la oportunidad de volver a comenzar.
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