Ciudadanía Y Sociedad Civil
Enviado por loreroci • 12 de Febrero de 2013 • 13.566 Palabras (55 Páginas) • 527 Visitas
INTRODUCCIóN
En el contexto de las reformas estructurales liberalizadoras y de las
reformas a las reformas, promovidas por las agencias internacionales
(Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Fondo
Monetario Internacional, Conferencia Económica para América
Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (cepal), a finales de los
años noventa cobró fuerza, en algunos sectores académicos y políticos,
la idea de que el capital social era un factor que no había sido
suficientemente incorporado en la promoción del desarrollo. Con
el auspicio financiero de los gobiernos de Noruega y Dinamarca,
el Banco Mundial emprendió una serie de estudios e investigaciones
para apuntalar esta teoría (Grootaert, 1998 y 2001; World Bank,
1998a, 1998b, 1999).
Portes –un autor que ve con suspicacia el súbito auge de la teoría
del capital social– opina que este boom se debe al énfasis en
los efectos positivos de la sociabilidad y al bajo nivel de inversión
económica que implica como solución para los problemas sociales
(Portes, 1998: 2-3). Harriss (2002) y DeFilippis (2001) ven en
la teoría del capital social una cortina de humo disparada por el
Banco Mundial y otros actores para ocultar los conflictos ocasionados
por las asimetrías de poder y recursos que han transido a
las sociedades.
La expresión “una espada de dos filos” fue usada por Woolcock y Narayan
(2000: 231). Portes también advierte que “la sociabilidad corta
por ambos lados” (Portes, 1998: 18), para referirse a los efectos positivos
y negativos del capital social.
10 capital social: una espada de dos filos
En respuesta a sus críticos, los promotores de la teoría del capital
social han incorporado, parcialmente, algunas de las advertencias:
han establecido controles para el efecto del capital social
al incluir a otras variables en los modelos de investigación (el capital
humano, el capital físico, los factores sociodemográficos, etc.);
han distinguido entre el capital social y sus efectos; han rastreado
el origen histórico del capital social, etc. (cfr. Portes, 1998: 18-21;
Grootaert, 2001). Sin embargo, algunos señalamientos permanecen
inadvertidos: los efectos negativos del capital social (exclusión
de no-miembros, fortalecimiento de clientelismos y caciques, entre
otros, cfr. Portes, 1998; Durston, 2005) han sido enunciados, pero la
mayor parte de las veces se desdibujan de la problematización en
las investigaciones efectivamente emprendidas.
Al mismo tiempo, el supuesto de que el capital social contribuye
al desarrollo sigue siendo impulsado y filtrado en los programas
sociales en América Latina (Bebbington, 2005; Arriagada
y Miranda, 2005). En nuestro país, este supuesto se ha convertido
en eje central de algunos programas, especialmente en la
Secretaría de Desarrollo Social (sedesol) (indesol, 2006; Loría,
2003; sedesol, 2008). Las repercusiones de esta agenda no nos
son ajenas. Desde el equipo del Centro de Investigación y Formación
Social (cifs) del iteso (Instituto Tecnológico y de Estudios
Superiores de Occidente) he participado como promotor de
cooperativas y como asesor del gobierno municipal de Atemajac
de Brizuela en la administración pasada (2004-2006). En este
municipio hemos desarrollado un proyecto de promoción de
cooperativas de producción –nueve formalmente constituidas–
con distintos productos: fustes y sillas para montar, artesanías
textiles, dulces y quesos de producción artesanal, miel, bufandas,
ladrillos, muebles de madera. En el año 2007, en números
redondos, participaban 100 personas, alrededor de 70 de ellas
mujeres. Este proyecto se implementó con financiamiento de la
Secretaría de Desarrollo Social, bajo el supuesto de que el capital
social contribuye al desarrollo; entendido el capital social como
“normas, confianza y redes que promueven la cooperación” (es
decir, en consonancia con Putnam) (Secretaría de Desarrollo Social,
2006; indesol, 2006; Loría, 2003).
La aparente sobredeterminación del capital social como factor
para el desarrollo de localidades marginadas, que contrasta con la
INTRODUCCIÓN 11
no tan exitosa experiencia en este municipio de Jalisco, ha sido la
principal motivación para desarrollar esta investigación.
Después de una revisión de la literatura sobre el capital social
y su incidencia en el desarrollo, y de una continua problematización,
nos pareció pertinente establecer una especie de diálogo con
un cuerpo de investigaciones que realizó el Banco Mundial en tres
países pobres (Bolivia, Burkina Faso e Indonesia), el Local Level Institutions
Study (llis) (Grootaert, 2001). Estos estudios tenían como
principal propósito medir el impacto de las asociaciones locales en
el bienestar de los hogares, en las estrategias domésticas, pero no
se había hecho una distinción explícita entre estrategias de sobrevivencia
y de promoción social. Además, otros aspectos señalados
por los críticos habían quedado fuera de la problematización y de
la operacionalización de conceptos. Por ello, me propuse como objetivo
general de esta investigación evaluar si el capital social potencia
la capacidad de los hogares pobres de Atemajac de Brizuela
para desarrollar estrategias de promoción social. También me propuse
evaluar el impacto de las asociaciones locales en las estrategias
domésticas de Atemajac en comparación con los hallazgos
del estudio emprendido por el Banco Mundial (llis). La intención
era ofrecer elementos para las discusiones sobre el rol del capital
social en las estrategias domésticas de localidades marginadas, así
como aportar información que alude a valorar el supuesto carácter
de bien público del capital social y la pertinencia de su inserción
en políticas de combate a la pobreza y promoción del desarrollo.
Como en casi toda investigación, la puesta en marcha nos condujo
a profundizar no sólo en estos aspectos, sino también en otros más
que descubrimos como relevantes, como la irregularidad empírica
del impacto en el bienestar de los hogares de la variable “membrecía”,
uno de los componentes del índice de capital social
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