Como es el nuev rastro de tu sangre en la nieve
Enviado por lilianatenia • 2 de Marzo de 2016 • Ensayo • 2.600 Palabras (11 Páginas) • 146 Visitas
Suelen suceder cosas en nuestra vida que llegan sin preguntar, ni pedir permiso y nos toman por sorpresa dándole un giro total a las cosa que creíamos tener bajo control, y unas de estas cosas es el amor sentimiento terco y caprichoso, capaz de doblegar hasta el más rudo de los pandilleros y justamente esto es lo que le sucede a Nena Daconte una niña hermosa, con unos ojos de pájaro feliz y una piel de melaza que todavía irradiaba la resolana del Caribe al conocer a Billy Sánchez era alto y atlético y tenía las mandíbulas de hierro de los matones tímidos…
Nena Daconte recién cumplía 18 años, acababa de regresar del internado en Suiza, hablando cuatro idiomas sin acento, y aquel era su primer domingo de mar desde su regreso. Al tener enfrente a Bily Sanchez pandillero, ella no demostró temor alguno y siguió parada ante aquel pandillero tan hermoso, sin embargo habían cosas que desconcertarían a Billy de su damisela Nena Daconte, y una de ellas, se encontraría cara a cara con la mujer más hermosa del caribe colombiano, no ocultando esta su desnudez, sino al contrario, al ver el animal erguido y con hambre, le diría al pandillero: “Los he visto más grandes y más firmes… De modo que piensa bien lo que vas a hacer, porque conmigo te tienes que comportar mejor que un negro”. Aquellas palabras y el incesante sonar del “saxofón erotizado” amansarían aquel hombre que escondía tras su fachada bandolera “un huérfano asustado y tierno”. Luego de este encuentro todo lo demás fue inevitable al final aprendieron juntos el arte de amar.
Una vez casados con la desaprobación de los padres de nena Daconte y el asombro de los padres de Billy Sólo ellos sabían entonces, 24 horas después de la boda, que Nena Daconte estaba encinta desde hacía dos meses.
Los padres de nena Daconte les regalaron un viaje a Europa para que los recién casados pasaran la luna de miel, una vez en Madrid se sentían muy de lejos de ser recién casados saciados pero tenían bastantes reservas para comportarse como recién casados puros. Los padres de ambos lo tenían todo previsto, antes de la llegada de la pareja, a su llegada un funcionario subió y entrego a nena Daconte un abrigo de visón blanco a rayas negras, el más hermoso que hubiera visto y a Billy Sánchez una chaqueta de cordero que era la novedad y unas llaves sin marca de un auto móvil era su regalo de bodas.
La misión diplomática de su país los recibió en el salón oficial. El embajador y su esposa esperaron con un ramo de rosas tan radiantes y frescas, que hasta las gotas de rocío parecían artificiales. Ella los saludó a ambos con besos de burla, incómoda con su condición un poco prematura de recién casada, y luego recibió las rosas. Al cogerlas se pinchó el dedo con una espina del tallo, pero sorteó el percance con un recurso encantador. Lo hice adrede —dijo— para que se fijaran en mi anillo. En efecto, la misión diplomática en pleno admiró el esplendor del anillo, calculando que debía costar una fortuna no tanto por la clase de los diamantes como por su antigüedad bien conservada. Pero nadie advirtió que el dedo empezaba a sangrar.
La atención de todos luego se centró hacia el coche nuevo. El embajador había tenido el buen humor de llevarlo al aeropuerto, y de hacerlo envolver en papel celofán con un enorme lazo dorado. Era el Bentley convertible de ese año con tapicería de cuero legítimo. Transcurrieron las horas desde su llegada y se había precipitado una tormenta instantánea y silenciosa, la primera de la estación, y cuando salieron de la casa del embajador después del almuerzo para emprender el viaje hacia Francia, encontraron la ciudad cubierta de una nieve radiante. Billy Sánchez se olvidó entonces del coche, y en presencia de todos, dando gritos de júbilo y echándose puñados de polvo de nieve en la cabeza se revolcó en mitad de la calle con el abrigo puesto.
Nena Daconte se dio cuenta por primera vez de que el dedo estaba sangrando, cuando abandonaron a Madrid en una tarde que se había vuelto cristalina después de la tormenta. Después, mientras le iba indicando a su marido las rutas más cortas hacia la frontera, se chupaba el dedo de un modo inconsciente cada vez que le sangraba, y sólo cuando llegaron a los Pirineos se le ocurrió buscar una farmacia. Luego sucumbió a los sueños atrasados de los últimos días, y cuando despertó de pronto con la impresion, no se acordó más durante un largo rato del pañuelo amarrado en el dedo. Una vez que vio el reloj y se fijó en la hora sacando cálculos mentales su marido llevara manejando más de 11 horas, le dijo eres un salvaje no has comido ni descansado. Estaba todavía sostenido en vilo por la embriaguez del coche nuevo. Ella trato de persuadirlo pero fue en vano. Se detuvieron Poco antes de amanecer se lavaron en una cafetería del camino, y tomaron café con croissants calientes en el mostrador donde los camioneros desayunaban con vino tinto.
Nena Daconte se había dado cuenta en el baño de que tenía manchas de sangre en la blusa y la falda, pero no intentó lavarlas. Tiró en la basura el pañuelo empapado, se cambió el anillo matrimonial para la mano izquierda y se lavó bien el dedo herido con agua y jabón El pinchazo era casi invisible. Sin embargo, tan pronto como regresaron al coche volvió a sangrar, de modo que dejó el brazo colgando fuera de la ventana, convencida de que el aire glacial tenia virtudes de cauterio. Fue otro recurso vano pero todavía no se alarmó. “Si alguien nos quiere encontrar será muy fácil", dijo con su encanto natural. "sólo tendrá que seguir el rastro de mi sangre en la nieve."
No tuvo tiempo de volverlo a pensar. En los suburbios de París el dedo era un manantial incontenible, y ella sintió de veras que se le estaba yendo el alma por la herida. Trato de parar el sangrado pero fue en vano, mas tardaba en envolverlo con papel que tirarlo, la ropa que llevaba puesta, el abrigo, los asientos del coche, se iban empapando poco a poco de un modo irreparable. Billy Sánchez de veras se asustó e insistió en buscar una farmacia pero nena Daconte ya sabía que no era cuestión de un boticario, ella le dijo ya estamos cerca de Orleans coge la avenida y yo te guio. Fue el camino más complicado de todo el viaje. Era un infierno de automóviles pequeños y bicicletas, embotellados en ambos sentidos, y de los camiones enormes que trataban de llegar a los mercados centrales. Billy Sánchez se puso tan nervioso con el estruendo inútil de las bocinas, que casi sale a pelear pero Nena Daconte lo detiene, explicándole que la gente en Europa es muy grosera pero nunca llegan a los golpes. Una vez salido de ese infierno Nena Daconte le indicó a su marido que doblara a la derecha, y estacionó frente a la entrada de emergencia de un hospital
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